Mi padre nació en San Lorenzo, y se llamaba Juan francisco Haro, y mi madre Emilia Márquez, pariente de los Márquez de Tenasco, pero más de los del Refugio. En el Refugio estudie hasta el tercer año y fui compañero de escuela de Herminio Huízar Sánchez y algunos de sus hermanos, hijos ellos de don Aureliano. Nuestras familias se dedicaban a las labores del campo, tenían huertas. Allí en el Refugio vivió toda la familia hasta la revolución cristera que nos hizo venirnos a Colotlán. Salimos de allí por el año de 1927, en el mes de febrero, yo tenía catorce años, me toco conocer a Don Agustín Rivera, era un hombre listo y muy activo, tenía propiedades en el Carrizal, el quería que me fuera a estudiar el colegio en Guadalajara. Pero no había ninguna posibilidad en aquella época, nada más hasta allá se hacían tres días, de aquí a Zacatecas, de allí a Irapuato y de Irapuato a Guadalajara. Algunas otras personas también me animaban. Seguramente me veían posibilidades de destacar. Pocas personas eran las que se iban a estudiar.
Los capitales fuertes de aquella época eran: Agustín de Ávila, Pascual Rodríguez, Santiago Alejo, los Aldana, tenían mucho terreno, dueño de Santa Teresa y Pacheco.
Santiago Alejo (el grande), era un señor serio, decente, siempre bien trajeado, fue de los primeros que tuvo carro aquí en Colotlán, y don Pascual Rodríguez, al poquito don Agustín de Ávila. Santiago Alejo Campos ( el chico) era más liberal, más alegre, y nunca se caso, era más humilde, por allí por las huertas tenia mucho ascendiente entre la gente, lo veía comer allí en los agachados, que le decían. Se vestía con overol y huaraches, era buena persona y muy sencillo y era muy adorado allí por las mujeres. Era muy bien administrado y económico, no gastaba nada, su mismo carácter sencillo no le exigía gastar mucho. Cuando murió Santiago chico dicen que fue un mundo de gente a su sepelio, la gente lo quería mucho. A su madre no la conocí. Platicaba mucho con don Santiago Grande, que iba mucho al negocio de don Alberto Macías.
Don Pascual Rodríguez tenía muy buenos terrenos en el Carrizal, en aquella época no había bancos en Colotlán, la revolución los había destruido, hasta 1964, volvió haber banco. Mi papá y mi tío iban en aquel entonces a Aguascalientes, con ganado y aquí los comerciantes les prestaban el dinero, y allá ellos dejaban el dinero en las fábricas de Francia. De esa manera se movian las mercancias, sin necesidad de cargar efectivo.
Durante mucho tiempo comercialice en México huevo y gallina, y hacia lo mismo que mi papá y mi tío, los comerciantes me prestaban dinero aquí, y yo les daba letras o cheques cuando tuve cuenta en el banco. De esta forma me beneficiaba yo y se beneficiaban ellos. Yo no tenía que traer el dinero en el camión que llevaba la carga, y ellos no tenía que viajar con dinero en sus manos para traer mercancía. Viajaban solamente mercancías.Yo transportaba mis productos en camión, de huevo llevaba un camión cada semana, y de marzo a junio que había más producción de huevo, a veces hasta dos camiones por semana. De manteca dos camiones por semana, a veces un poquito más. Yo compraba la mayor parte del producto aquí y en toda la región. En ocasiones llegue a ir a el Teúl a por marranos, a Tepechitlán por huevos e incluso llegamos a traer marranos de Tepetongo y Huejúcar. Comencé a comprar un poco antes de 1940, “Nunca dije que no compraba y nunca dije que no vendía”. Relacionaba yo la oferta y la demanda del producto. Era buen negocio llevar el producto, yo tenía la información diaria del precio del huevo, una persona en Zacatecas, por dos centavos que valía la tarjeta postal en aquella época, me ponía los precios en la tarde y yo la recibía en la mañana. El precio del huevo oscilaba en aquel entonces entre los tres centavos, En ese tiempo el servicio postal mexicano estaba en los primeros lugares a nivel mundial. En la actualidad ni en ocho días puede ser que yo reciba una carta. La responsabilidad ha disminuido, ahorita no les da vergüenza que vaya uno a reclamarles. En una ocasión, no hace mucho fui a felicitarlos a los del servicio postal en México, porque recibí exactamente al mes una carta. Yo creo que las transportaban en burro, porque se tardaban un mes para entregar una carta. Yo recibo poca correspondencia, pero me da tristeza que en vez de que este mejor ahora el servicio esta peor. En aquella época yo llegue hacer una semana a Zacatecas; salí de aquí el lunes y llegue el sábado a Zacatecas, por el río que no dejaba pasar. Yo llegue a recibir telegramas de Torreón aquí, en ocho minutos, cosa que ahorita no, ni peligro.
Otras de las personas que comercializaban productos fuera de Colotlán, eran mi compadre don Trinidad del Real, que llevaba manteca a Zacatecas; Rodrigo Ortega, llevaba muchas carnitas a México. Entonces había mucha producción de maíz y se engordaban los puercos para consumir el maíz y de allí venía la manteca y las carnitas. Ahorita esta al revés la cosa, se trae todo de Zacatecas, Guadalajara, Aguascalientes, ya no hay producción ni de leche. Había muchas vacas para ordeñar en las casas. Todas las gentes tenían en sus casas gallinas, y había personas que juntaban el huevo por las casas y los ranchos, les decían “los hueretes” Yo llegue a recibir treinta y cinco cargas de Totatiche, una vez que se juntaron varios hueveros. Había muchos mesones, pero en el caso nuestro los arrieros llegaban a la casa de Paseo, el corral era muy grande y allá se quedaban, el huevo lo traían a la tienda.
Dejo de ser negocio la venta de manteca cuando nos retiramos de aquí, y comenzó a escasearse, fue en el año de 1975 que se dejo de comprar la manteca, el huevo lo empecé a comprar desde 1935, y la manteca en 1939.
De las primeras veces que les dijimos a los hueveros que les íbamos a pagar su producto con el precio de Zacatecas, no lo creyeron y entonces se fueron a vender y lo vendieron más barato y ya entonces si regresaron conmigo.
Esta finca se la compre a doña Delfina de Santiago, la viuda de don José Flores, un empresario prominente que murió hacia 1926 o 1927, el tenía fábrica de soda, fideo, y velas; era un hombre muy activo, tenía mucho movimiento y todas las fábricas la tenía aquí en la casa. A la muerte de don José se acabo todo el movimiento, la familia ya no continuó. Yo compre la casa en 1943, en principio me vine de inquilino al local, después me rentaron la casa y finalmente la compre. Toda esa gente emprendedora se acabo, nos vamos todos a lo más fácil, hay esta precisamente lo del molino, el molino cuando se construyo tenía la misma maquinaria que la de San Luis Potosí. Con la revolución se acabo ese negocio El papá de Toño Maldonado le hizo la lucha y le emprendió allí al molino a hacer harina, pero no pudo prosperar porque la harina no encontró la demanda necesaria. No pudo prosperar porque no le echaba mucha química, no la química que era necesario. Yo compre el molino por 1963 o 64. El edificio estaba en buen estado, sin maquinaria. Los muros siguen todavía bien. Nada más que tiene un gasto muy fuerte para restaurarlo. No hay quien pueda ponerlo de nuevo a trabajar, técnicamente es muy difícil, además no hay producción de trigo, en el Refugio había mucho trigo, desde aquí hasta a Santa María había trigo. No era suficiente todo ese trigo para mantener trabajando el molino, desde Canadá traían trigo y se molía aquí en este molino.
De los ricos del Porfiriato que conocí a Los Zulueta que eran socios del molino, el Sr. Juan Martínez y otro que no recuerdo. Don Agustín de Ávila comentaba que su papá vería con agrado lo que había conservado e incrementado el capital que le heredo. Yo si tuve mucho contacto con la familia de don Agustín. El tenía tienda, pero no le hacía mucho caso, la tenía nada más como entretención su fuerte era el rancho. Producía mucho ganado, a mi papá le llegó a vender mucho ganado. Mi papá por esas fechas que nos venimos a Colotlán, llevó una partida grande a Aguascalientes, en ella iba un ganado de con don Agustín, como una 60 reses. Yo tenía catorce años, Llegábamos al Refugio, de allí salíamos al Plateado y hasta Aguascalientes. Se llevaba uno el ganado a pie y tardaba como una semana en llevarlos. El ganado lo juntaban aquí en la región, en Cartagena, San Lorenzo, Momax, Los Reales, allí de todo eso y se vendía en Aguascalientes.
Primero se murió don Agustín y luego se vino el día que mataron aquí enfrente a don Paco Huízar Martínez y a don Segundo Ortega. Ese día mi mamá andaba en misa, yo tenía el cochecito enfrente de la parroquia, dormimos nosotros en la casa, y no nos dejo dormir el ruido. Don Paco Huízar fue uno de los que me decía que me fuera a estudiar, se veía que me apreciaba mucho era muy joven, posiblemente de mi edad, el se veía muy joven poquito alto, delgado, era muy buena persona. De cuestiones políticas nunca platicábamos, cuando en el año 27, llegue y me admitieron en la escuela donde es hoy la terminal, fue el quien me dio un libro para que lo leyera. Era un corredor largo, y allí estaban estudiando los de quinto, y el me dio un libro, lo estaba leyendo, y en una pasada que dio le dije, oiga este libro ya lo leí yo y me dijo: si. Ven para acá, y me puso a leerlo delante de los alumnos y se quedaron sorprendidos todos los alumnos, lo leí yo creo que bien (yo venía del rancho). Me hacían travesuras, algunos de ellos, alguna manchada de mis libretas, una vez precisamente nos vio Paco Huízar, cuando andaba yo persiguiendo a Aurelio Huízar, que le decían “el Rábano” y nos llevó a los dos a la inspección y nos preguntó que pasaba, y le dio su cachetadas a Aurelio y le dijo váyase, y yo me pregunte ¿A mi cuantas me tocan? Y me dijo –Usted váyase.
Yo tuve mucha amistad con Agustín y don Lupe Rivera y don Paco Huízar, ellos tres se juntaban mucho. Cuando fue presidente don Lupe, el vino a ofrecerse aquí conmigo. Esa familia siempre ha vivido en el Carrizal, yo creo que solo vivió aquí cuando fue presidente. Venía don Lupe a la tienda y hacía algunas compras, no nos visitábamos en nuestras casas, pero si teníamos amistad. Cuando llegamos aquí tuvimos que conseguir tierras para sembrar, lo que es ahora de Cuco Raygoza, en aquel entonces eran de Cuco Campos. Como termine yo aquí la labor, se viene más pronto para despuntarse, mi hermano y yo, y mi tío don Apolonio sembró en la Purísima, y me dijo: -No quieres ir ayudarle a Lencho a despuntar (un hijo de el) Nos llevábamos un caballo de la casa, y lo vieron los ejidatarios del Carrizal, que eran gobierno, en aquel entonces si veían un caballo que les sirviera, se lo llevaban. Andamos despuntando cuando llegó don Lupe y otra persona por el caballo, y nos preguntó que de quien éramos, ya le dijimos de quienes éramos y nos dijo el: -Ya no saquen el caballo, nosotros venimos por el, pero se los vamos a dejar. Y así le hicimos, ya después nos íbamos a pie. En aquel entonces los peones ganaban cuarenta centavos, mi tío nos dio a nosotros cincuenta centavos. Íbamos a pie, regresábamos, andábamos todo el día despuntando. En aquel entonces había muchas diferencias entre las gentes, pero también el precio de los productos era mucho más barato. El fríjol lo ofrecían a centavo el kilo, el maíz lo pagaban a tres centavos el kilo. En Mezquitic compre un torete en nueve pesos. Entonces los precios de los productos estaba peor que ahora.
Mi éxito se debe primeramente a Dios que me ha favorecido, yo me establecí en una tiendita donde ahora esta Elvira Frausto, es un local muy pequeño, me paraba en el centro y de allí alcanzaba todos los productos y hasta daba el cambio sin moverme. Como al año estaba haciendo balance y don Rubén Velasco, un curtidor que llegaba hacernos la visita, me viendo haciendo balance, y me pregunto ¿Cuánto quieres por el negocio? Yo le pedí setecientos pesos. Pero no me agarro se animo. Cuándo termine el balance me salieron mil cuatrocientos pesos. Si hubiera agarrado la palabra, allí habría terminado con el negocio, habría perdido el capital y la amistad. Los zapatos que se doblaban los vendía yo a aquí a seis pesos, que le decía “cosidos”, y los compraba a cuatro cincuenta, era zapato muy bueno de piel fina, alemana. Por cierto que tría nomás los que me encargaban fulanito, zutanito. El zapato especial para el campo así de tacón de hule, de buena baqueta y suela, los vendía yo en dos cincuenta.
En aquel entonces había muchos curtidores y zapateros. Del piteado me acuerdo, de un José que estaba aquí por el club de leones, y que fue presidente municipal, por allá por el 29. Me acuerdo que era talabartero y que me dio cuarenta centavos por un chiquigüite a la mitad de limones grandes. El piteado era en forma hilada, no como ahorita. Don Francisco del Real, también lo hacía, el tenía empleados. En aquel entonces era el caballo y el burro, el medio de transporte,.
Don Primitivo Huízar vivía por la calle Paseo, entre independencia y Juárez. Su papa, don Pilar Huízar vivía por la Guerrero. Rubén, un hermano de el era cartero y después se fue a Huejúcar como administrador de correos. María Levy era una de las hermanas. Pancho era profesor, se fue del aquel lado de Guadalajara, a Zacoalco de Torres, ellos eran protestantes. Había también otro profesor, ya no me acuerdo de su nombre, el se caso con una hija del papá Antonio Sánchez.
La Purísima la compre en 1947, don Aureliano Huízar era dueño de la Toquilla, don Alberto Huízar construyó allí una presa, que se reventó por que no le puso cimientos. Se desprendió el piso de piedra y se llevó la presa. Ya había como treinta familias que aprovechaban el agua, aún antes de terminarse. Pudo haber beneficiado a unas 300 familias una vez terminada. Me la ofreció don Pancho Aldana y se la compré.
Conocí a casi todos los Aldana a don Salvador, a don Eliseo, que fue mi compadre, le bautice un hijo, a don Tereso y a Jesús María. Como todas las familias se acabaron poco a poco. Parece que donde tuvieron mal rato fue que murió el papá de ellos, don Jesús y que no se repartieron pronto porque no querían darle a una hermana y se entretuvieron años peleando y mientras les llegó el reparto. Si se hubieran dividido pronto, no les habrían afectado. Así es el comentario de la gente. A don Agustín de Ávila si le afectaron en el rancho, “La Estancia” y el potrero de Lomas de la Cruz.
Rafael Haro Márquez, nació en el Refugio en 1912.