Wednesday, December 16, 2009

Doña Mary Ávila


Yo nací en el Plateado, mi papá se llamaba Lucas Ávila y mi mamá Quirina Gallegos fuimos doce de familia. Desde la edad de siete años fue de puro trabajar. Mi abuelo era dueño de Pacheco con mi tío Pedro que se mato en un rodeo, en el primer toro allí quedo. Ellos eran de allí de Pacheco, le vendieron primero la mitad del rancho a don Jesús Aldana, mi mamá todavía no se casaba cuando lo vendieron. Yo trabaje sesenta años con la señorita Lidia Martínez. Estaba chiquilla cuando la guerra cristera. Me acuerdo de cuando quemaron la tienda de don Agustín de Ávila, y otras muchas. Llego mi mamá con la mamá de don Herminio Sánchez, que anduvo de cristero y le dijo:

-Espérese que ya halla comercio. Había una niña de ella casi de mi edad, y nos fuimos con una bolsita a la esquina. Afuera de las tiendas quemadas estaban los alteros de dulces de galletas, azúcar y muchas cosas más. Nos llenaron nuestro rebozo de puros dulces y galletas y llegamos a la casa, y mi mamá nos dijo que traen allí

–Unos dulces y galletas que nos dio un señor allí en la tienda de don Agustín. Dijo mi mamá –No, no no, díganle que se cansaron y no pueden llegar con ellas. Las regresamos y nos dijo el señor échenlas allí y nos dieron un quinto a cada una.

Don Herminio Sánchez era compadre de mi papá, anduvo de vaquero con el en el rancho de las Tarjeas, allí duro mucho, un hermano mío nació allí. Me acuerdo yo como un sueño que llego don Herminio:

-Lucas, Lucas y Quirina me despachó Hermelinda con ustedes dos.

-Vamos a almorzar, le dijo mi mamá. Don Herminio contestó.

–No, gracias, yo ya desayune. -Vengo a que si tienen voluntad, para que nosotros bauticemos a su hijo, para que seamos sus compadres, porque quiere mi mujer que le pongan el nombre de su padre.

Se lo pusieron: Margarito y allá murió la criatura y allá se enterró, al poco tiempo.

Mi papa no se metió en la bola, el trabajaba con los animales, la gente decía que el se había metido de cristero, pero no era cierto, el nunca anduvo en eso.

Un día venimos con un tío, que vivía aquí, todavía era el dueño de todo aquí, y por la parte de atrás nos aventaban los muertos que habían matado en la tarde, los aventaban del mesón.


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