Tras las huella de Cuauhtémoc Cárdenas.
De entre los hijos de los revolucionarios mexicanos Cuauhtémoc Cárdenas, es
probablemente uno de los más distinguidos, por no decir el que simboliza la
crema y nata de la realeza revolucionaria mexicana. A 102 años de la justa
revolucionaria, Lázaro Cárdenas, junto con Madero, son de los pocos
revolucionarios que ejercieron el poder y que siguen teniendo una aureola de
limpieza, honestidad y entrega con el pueblo mexicano.  Y Cuauhtémoc Cárdenas es quizás el único
vástago revolucionario que ha intentado hacer su vida pública y política
respetando y sin mancillar el prestigio y la reputación de su padre.
La sonrisa agria, el gesto adusto, el porte aristocrático y la palabra
mesurada, son atributos que nos permiten poner en pie de comparación a
Cuauhtémoc con cualquier noble heredero europeo, digamos por caso el príncipe
Carlos de Inglaterra, esa es la impresión de nobleza que proyecta nuestro
príncipe tarasco.
Hasta antes de agosto o septiembre de 1986, el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas
Solórzano, no figuraba sino como uno más de los hijos de presidentes,
beneficiados por el PRI. El prestigio de su padre lo había llevado a ocupar
diferentes posiciones políticas, incluida la gubernatura de Michoacán. Pero a
partir de esas fechas, cercanas a las elecciones presidenciales de 1988, en que
comenzó a figurar la Corriente 
 Democratizadorala Secretaria 
de Programación y Presupuesto y el horizonte económico que nos deparaba la
suerte de ganar la presidencia. El despojo y botín que se había hecho de muchas
de los centenares de empresas públicas del estado que habían florecido con los
gobiernos revolucionarios, ya estaban entonces a la vista, y la propuesta de
Carlos Salinas de Gortari, era darle continuidad, en beneficio de los empresarios
amigos y de su propio peculio. Tal y como a la postre sucedió. 
Motivados en un principio más por la posibilidad del cambio democrático que
por las sesudas explicaciones económicas y aun menos por los poco emotivos
discursos políticos del ingeniero, los estudiantes salimos a las barriadas a
conseguir votos para el Frente Democrático Nacional, que era el nombre que había
adoptado la alianza de grupos y partidos que apoyaban a Cárdenas. Los chicos
banda de los alrededores del Museo del Chopo, se convirtieron en nuestros
victimas propiciatorias, sin embargo, eran tan reacios a todo convencimiento
político que difícilmente entusiasmamos a alguno a votar y antes que
persuadirlos a votar por Cárdenas, su renuencia provoco una fractura entre la
cuadrilla de estudiantes promotores del voto. Así que cada quien jalo mejor por
su lado.
La candidatura del Ingeniero despertó ámpula entre los sectores
progresistas de México y mayormente en la ciudad de México, en donde tenia su
principal fuerza. Recuerdo las concentraciones multitudinarias para el primer
mitin en el zócalo, el 18 de marzo, no cabía una alma mas, la gente del
distrito se volcó en apoyo del candidato del frente, lo mismo paso en ciudad
universitaria en el mes de mayo y en junio para el cierre de campaña y todavía
una vez mas, después del fraude y la caída del sistema el 19 de noviembre de
1988, cuando Cuauhtémoc Cárdenas convoco una vez mas y todos creímos que ese
día comenzaba la revolución. Pero ni él, ni nadie dijo nada y todos regresamos
vencidos y  desesperanzados a nuestras
casas. Desde ese día le perdí la fe y la huella al ingeniero y cualquier
referencia al susodicho terminaba con la idea de la claudicación. Sus
posteriores postulaciones y repetidos fracasos se constituyeron en pruebas
evidentes de que su momento había pasado y le “habían faltado” en el momento
preciso.
No fue sino hasta que en la biblioteca municipal vine a encontrarme con una
autobiografía del ingeniero: “Sobre mis pasos” de editorial Aguilar, y que la
tome del estante nomás con la intención de sacarme la duda de cual era su
explicación a la no acción después del fraude del 88 y de pasada saber donde
había estado durante el 68. Esto último no queda muy claro en el libro, pero la
obra mencionada con todo y tener un lenguaje poco emotivo y tan frugal, como el
ingeniero, termina a uno por convencerlo de la pertinencia de sus juicios y
acciones. Creo que después de la lectura de este libro vine a quedar en buenos
términos con el ingeniero después de más de 20 años de reproches y acusaciones.
Es una lastima la total falta de democracia en este país, que nos han privado
del gobierno de un hombre que pudo haber traído sino grandes logros económicos,
por lo menos las perspectivas de mayor civilidad, tranquilidad y respeto por
las leyes.
Sobre mis pasos, es una obra que vale la pena de ser leída, para entender
los derroteros de la izquierda mexicana en los últimos treinta años, y los
jalonazos que la derecha ha tenido que instrumentar para evitar que aquellos se
instalen en el poder.
    

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