Sunday, September 27, 2009

Don Hilario







-Ya le digo. Mi padre trabajo 70 años en esas huertas, y yo trabaje 50 años y todavía esta allí mi hermano Rito como mediero. Esas Huertas eran de los señores Alejo. Ellos tenían propiedades al otro lado del río, donde es hoy de Rafael Sánchez, eran de ellos todas las mesas, los vallecitos hasta las barrancas; el baño de la primavera y la manzana allí donde ahora tiene don Luis Humberto Huerta su casa y deportivo, en este último lugar vivía el difunto Atanasio Aguilera, era una huerta muy grande, con muchas limas, aguacates, y a media huerta tenían una pista de baile emparrillada, debajo de los aguacates. Allí amenizaban un conjunto muy bueno llamado “los Chicharras”. Allí don Atanasio tenía más de quinientas gallinas, yo trabaje con el y recogía más de 400 huevos diarios, huevo bueno que Don Rafael de Haro vendía en México, junto con manteca y carnitas. El rastro de Colotlan si que trabajaba entonces, le cuento nomas que habìa tremendo cazo "El niño" era redondo grandote, cabían veinte puercos, se cocinaba con leña, entonces Colotlán olía a puro chicharrón. Los puercos eran engordados con puro maíz, sin químicos ni nada de herbicidas

El difunto Santiago les prestaba la huerta a los que querían hacer una fiesta. Otros de los medieros que trabajaron en esas tierras para los Alejo, fueron los señores: Pancho Gordiano, Jesús González, José Rivera y Francisco Cárdenas todos ellos muertos ya.

En la actualidad, las huertas donde trabajamos, pertenecen a la hermana de don Felipe Muro, ya hace muchos años que no veo a esa señora, y no ni donde viva ahora, antes si viva aquí.

-Yo también tengo mis añitos, así es que nosotros trabajamos como animales, en esas huertas, sobandonos el lomo bien bonito. Nosotros sembrábamos y plantábamos rábano, zanahoria, acelga, flores, lechuga, caña de castilla, naranjas. Muchos de esos terrenos yo los conocí limpios, y nosotros nos fregamos a sacar en chiquigüite las piedras a la ladera, para después sembrar naranjeras. -¡No pos, allí me crié yo!, ¡si no me daré cuenta yo!. Apenas podíamos caminar y ya lo traían a uno trabajando. - Vieras que no gruñía uno o le daban en el hocico. ¡Que esperanzas!, Nunca estaba uno presenciando las visitas cuando llegaban a la casa, nomás te hacían una seña de que te fueras, y si no hacías caso, con la mano te hacían vas a ver, y yéndose la gente, que chinga le daban a uno. No, no, de entonces ahora, hay mucha diferencia. Era duro, para todo, para todo era duro, para todos los pobres. Desde chiquito me trajeron chingándole! No!, a nosotros no nos tenían apapachados como ahora. Apenas podíamos trabajar y ya andábamos saloneando, sembrando y escardando a punta de azadón.

¡Ya todo eso se acabo, las huertas están ahora limpias! Ahorita lo único que siembran es maíz, esas huertas están arregladas con su riego, desde la época de don Agustín, quien fue el que arreglo en Guadalajara.

-Yo conocí y reconocí a Santiago grande y Santiago chico, pos allí me crié, ¡sino no los conocería! El grande todo el tiempo andaba alineado, con traje de casimir ingles y chalequito, era todo un señoron. El fue de los primeros que tuvieron carro en Colotlán, el tenía un foringuito, económico de gasolina. Antes de él tuvo un señor que le decían el cacahuate. De los ricos antiguos, de centavitos, también don José Jara, don Carmelo, tenían carritos antiguos, esos hombres.

Santiago chico nunca anduvo así de arreglado como su papá, el nunca se junto con los gargantudos, nunca hizo migas con los ricos. Se juntaba con pura gente pobre, medieros y gente humilde. Era muy buena gente. Santiago grande no era mal patrón, pero Santiago chico era más amable con lo pobres. Ya no me acuerdo en que año murieron los Santiagos, pero si me acuerdo que Santiago chico murió en Guadalajara, de un coraje que le dio un hermano llamado Wilibaldo. Quien le cobró una letra de $150, 000 pesos, de un terreno de una hacienda que tenían por allá por Guadalajara. A Wilibaldo nunca le gusto el trabajo, y por eso don Santiago grande no lo quería. Santiago chico nunca se caso, pero si tuvo un hijo adoptivo, Flavio, que fue quien vino acabando con el capital de los Alejo. Flavio Alejo se dio buena vida, tenía de novias a las artistas de la época. Ese hombre traía mucho dinero, tenía un carrito de carreras, roncando por las calles, y con un letrero en la defensa que decía:

“Humo en el mofle chupas”

-A mi un día me quiso cuerear, pero no me cuereo porque yo ya estaba grandecito y ya los tenía bien puestos. En aquel entonces no se andaba uno con tonterías. Allí donde esta el planeta rojo, allí vendían vinos y ese día llegue y pedí un vino y empecé a tomármelo, y saque mi cajita de cigarros Raleigh. Allí estaba Flavio, y al hombre le pareció mal. –Yo no le pedía nada, y nunca me dio un refresco, ni me invito nada. Y me dijo:

-¿De cuándo acá fumas Raleigh?

Yo le conteste: -Desde que murió tu papá a esta fecha. El traía una 22 fajada y quiso sacarla. Y allí se le pepenaron y le dijeron

–Que traes, que traes, el no te esta pidiendo nada, ni le estas dando nada, pos que traes.

Yo traía una 44-40. Ya para entonces cargábamos pistola todos. Lo aplacaron, yo me tome otro vino y me salí. Cuando iba saliendo le decían

–No le ande diciendo nada a la gente, ellos son su trabajadores y nunca les has disparado nada. Pos, estuvo mejor. Entonces había de chingazos de a de veras, ahorita no se ve casi nada. En aquel entonces había a cada rato muertitos, puñaleados y balaceados. Flavio Alejo se caso con Conchita Lozano y se fueron a vivir a los EU. Creo que tuvieron un hijo allá.

En aquellos años había mucha miseria, mucha hambre, mucha injodencia. Llegaba la gente y decía: –Ahora no tengo nada que comer. Había gente que se daba una sola comida al día.


La presa de la Toquilla la hizo don Alberto Macias y se la llevo la chingada, yo trabaje allí acarreando arena con Miguel Rodríguez. Un tiempecillo, poquillo. El problema fue haberla echo a lo buey, si llevaba cimientos. Esa presa la hicieron como una barda, no tenía fuerza suficiente para sostener el agua. Yo me bañe en esa presa. Se lleno en la época de aguas y se reventó. La hicieron a lo leño pa arriba. Cuando reventó yo no estaba aquí, me fui a Torreón a trabajar en una cuadrilla de celadores (los que reparaban la línea del telégrafo) trabajaba de montador, poniendo los postes, para montarles aisladores, crucetas, todo eso)

A Estados Unidos fui en las contrataciones pero me toco mal agüero, todavía cuando los encueraban y le daban una rociada como animales, su fumigada. Desde 1940, iba la gente en cantidad para allá, muchos se iban contratadas y muchos otros de ilegales. Yo no pude conseguir la carta. Fui a Obregón a granjearme la carta en la pizca del algodón, y uno hijo de su... vendió mi carta. En el valle del yaqui había mucho algodón, había que pizcar dos toneladas de algodón y yo las pizque, pero el que estaba allí le vendió mi carta a otra persona. En el año 49 me toco ver bailar a Tongolele, en Torreón. Yo vivía en Gómez Palacio. En el 50 estuve en Ciudad Juárez, y tampoco me toco carta, así que me pase de mojarra, por el cerro del Cristo. Estuve en Anthony en las Cruces, limpiando algodón del fino del Pillman. Allí andaban Fidel Cevallos y Felipe Sillas, el que fue peluquero. En 1951, fueron las contrataciones en Chihuahua y me toco mal agüero, tampoco conseguí carta.

Saturday, September 26, 2009

Don Chalòn y doña Tolita

Evelio Màrquez
Absalón Márquez, nacido en 1913. Era un hombre de costumbres muy sobrias, jamás gusto del cigarro, el baile, el vino, o el juego, su único gusto fue el trabajo, y a sus noventa años se mantenía aún muy activo trabajando con indomable tenacidad en el pequeño patio trasero de su casa:

-En todo lo que se puede.

Eran sus palabras textuales, a la pregunta indiscreta, ¿En que trabaja don Chalòn?

-En su corral, se pasa los días enteros dándole forma a la madera, lo deja solo para venir a comer, comenta su compañera de toda la vida, doña Tolita, cuyo amor y dedicación por su marido se desborda por su ojos claros. El recuerdo del primer encuentro en la feliz pareja se hace inevitable.


Ella comenta:

-La familia de él tenía una huerta grande cerca de nuestra casa, que sembraban ellos mismos. Él tenía que ir a trabajar continuamente y allí nos conocimos. Nos casamos en 1932, y ocho años después nos fuimos a vivir al Saucillo.

Los recuerdos de la pareja se desgranan con gran rapidez, dejando profundos notas de tristezas, penurias y alguna que otra gran felicidad.

Don Chalòn dice:

-Agustín Rivera fue un gran presidente. Lo conocí desde nuevo hasta que murió. El fue de los que más ayudo al ejido. A él lo vinieron matando porque el quiso hacer la presidencia con el trabajo de todos, y a cada quien en el pueblo le asigno cierta cantidad de días de trabajo, Había un señor muy rico, que se tanteaba ser más poderoso, y se le hizo que se iba a ver feo cargando adobe, y esa fue la razón por la que lo mataron. Cuando murió él estaban dos en la cárcel de sus mismos conocidos, fueron los que dieron santo y seña. Lo mataron cuando iba subiendo las escaleras de la presidencia, lo habían sacado a testificar, y estos que estaban viendo se dieron cuenta, de cómo estuvo y como murió. Salieron de la prisión y dejaron pasar unos días, y un día estando sentados el que era presidente y el que era promotor de que mataran a Don Agustín, juntos en una banca de la plaza y hasta allí llegaron los dos muchachos y le dijeron:

–Sr. Don Paco, así se llamaba.-¿Se acuerda usted de cuando mataron a don Agustín Rivera? Quiso que no se acordó, entonces que vio don Segundo Ortega, que los iban a perjudicar, él creyó que a él también, pero a él no pensaban hacerle nada, nomás que dio traza en sacar la pistola, y aún ni siquiera la tocaba cuando ya lo habían matado. A Paco Huízar le leyeron toda la sentencia, y allí quedaron los dos. Paco Huizar, era inspector de escuela. Nosotros vivíamos por la Paseo y el papá de él tenía una tienda en la pura esquina, entre Paseo y Zaragoza. Se llamaba don Ines Huizar y era un señor muy bueno, muy cariñoso.


Todos los del Carrizal y el Capulín participaron en la revolución, Nosotros como éramos creyentes de otra fe, no íbamos de acuerdo con el clero, todos los ranchos más para acá eran del clero. A mi tío Evelio Márquez lo respetaban y a todos por los beneficios que recibían. Pero el rancho tuvo un destanteo causa a eso, lo quemaron tres veces a causa de la creencia. Cuando ya la revolución andaba en buenas, hubo un día que el gobierno tuvo que reconcentrar a la gente en el rancho, porque se voltearon dos generales de los agrarios, y en un dos por tres acabaron con ellos. Mientras que concentraron a toda la gente en el rancho, nosotros tuvimos que irnos a la cueva del Meco a refugiarnos. Y como aquí estaban llegando los jefes revolucionarios iban que a sacarnos de allí, pero no nunca pudieron. Fueron varios jefes a intentarlo los huicholes y los cristeros, nos aventaban bombas y disparos, que se perdían en el fondo de la barranca. La cueva del Meco es una cueva muy grande que en la boca cabe un puño de hombres a caballo, pero a medida que se introduce en ella se va acobachando. Al fondo hay muchas cuevas. Hay un ojo de agua, un manantial muy bonito. Se encuentra en un peñasco muy alto y arriba tiene fareje, y abajo esta casi al nivel, y de allí penden dos arroyos y es un declive hacia abajo fuertecillo. Los que andaban arriba, si se arrimaban a los lados. Estuvimos allí unos poquitos días, allí nadie nos molestaba. En esos días mataron los revolucionarios a un hermano de mi papá, vivía en un ranchito enfrente del Capulín, y con él la mamá, una hermana y una chamaquita hermana mía. Un sirviente de ellos vivía también en una casita cercana. La víspera de que lo mataran fueron a investigarlo, y el les platico que pensaba ir a Colotlán a llevar una carga de maíz al día siguiente, y les dio santo y seña. Al siguiente día apenas llego a la puerta del potrero ya lo estaban esperando, entonces luego luego lo agarraron, lo recargaron a la piña de la puerta. Mi abuelita, se fue a abrazarlo, y le pegaron un balazo a mi tío en la sien, y se fue resbalando recargado en la puerta, a mi abuelita le dispararon en el ojo, y el impacto le salió por la nuca, casi en el mismo sitio que a mi tío. A mi tía también la golpearon mucho y la dejaron allí tirada. Mi hermana de nueve años, con la impresión nos duro muy poquitos días, prontito se murió. El pleito todo era la religión. En nombre de Cristo rey mataban y robaban. Fueron ingratos.

Decían en la casa, en ese entonces, que la revolución se había basado en un acuerdo que había tenido el gobierno con el clero, que el clero ponía la gente y el gobierno las armas. Entonces los mismos soldados tenían que llevar cierta cantidad de armas y parque a ciertos lugares. Decían que ese fue el principio y el motivo para que hubiera la revolución. Por lo mismo nosotros quedamos afuera. Nosotros ni a la revolución fuimos, y llevamos la misma pena.

Antes no se acababa una revolución, cuando ya comenzaba otra, la cristera fue la última. Todos los hombres que había en el rancho participaron en la revolución. De Morelos y del Carrizal participaron gentes como: Eliseo Navarro (gente rica, papá de Armando Navarro), Rafael Raygoza, Maximiano y Pedro Medina, ellos eran de los jefes, de los más crueles, ese era su oficio y don Agustín Rivera. El ejercito a toda hora que se les ponía trabajoso, reconcentraban a los ejidatarios, pa que les ayudaran. Y no podían decir que no porque pos de allí estaban viviendo.

Platica doña Tolita:

-Don Eliseo Navarro la hacía como de agrarista, ¿verdad?, porque mi papa tenía un caballo muy bueno, con una silla de montar café muy bien bordada y tenía una carabina. Entonces cuando él la tenía estaba pacifico no habían guerra ni nada. Y un día llegó don Eliseo Navarro con gente preguntando por mi papá. Mi mamá le dijo que no estaba que andaba trabajando, no esta en la casa y le dijo don Eliseo que para cierto día les tuviera el caballo ensillado y una carabina:

-Porque la necesitamos. Fue su explicación.

Mi mamá les contesto, que el caballo era muy bueno, porque a él costo, porque el no le fue a pedir a nadie, ni se lo fue a robar a nadie. Si esta muy bueno su caballo, pero a el costo dinero. El día que dijeron fueron por el, yo estaba chiquilla y me acuerdo que mi papá hasta le lloro a su caballo. La pobre gente era la que tocaba sufrir, llegaba un partido y lo fregaba, llegaba otro y también lo fregaba.

Continúa don Chalòn:

Recuerdo cuando comenzó la guerra cristera, había un poco de gente del gobierno aquí en Colotlán, y los cristeros que venían eran muchísimos, se veían por todos los caminos las tropas. A partir de la nueve se comenzaron a ver por todos lados los revolucionarios, y se veía más bulto porque traían animales para llevarse todo lo que encontraban. Los de la resistencia habían abierto zanja en las bocacalles de las entradas al pueblo. Pero la gente de aquí ya les tenía abiertos boquetes en sus casas, para que por allí pasaran a la siguiente. Llegaron y rodearon el pueblo, y al poco rato ya andaban revueltas todas las getes. Los del gobierno, estaban en el mesón enfrente de la Plaza de toros, allí tenían sus caballos, y en la plaza y otros edificios habían puesto sus fortines. Todo el día se oyó disparos y comenzaron a morirse gente de aquí. Se les acabo el parque pronto de 7 milímetros y luego sacaron el parque de 7.62, y pronto de los desbarataron eran unos rifles grandes. Por hay como a las siete u ocho de la noche, idearon en salir con una escolta a caballo, y les dotaron a la gente de la misma con rifle de 8, que era una detonación muy distinta. Entonces salió la gente a galope gritando viva el 75 y viva el 75, y como ese regimiento había acabado con los revolucionarios, le tenían mucho miedo y pos de esa forma vinieron retirándolos fácilmente. Los cristeros se retiraron, siendo que tenían rodeado el pueblo una y otra y otra vez, y no había por donde hubieran entrado los del 75. De rato se comenzaron a oír clarines y cuernos y por ahí a las dos horas se asilencio, se retiro toda la gente así como vino. A mi me toco estar aquí, porque por la calle Juárez vivía un pariente de mi mamá y le había facilitado la casa a mi mamá para que se viniera ella. A mi me trajeron porque se necesitaba hacer un trabajo en las azoteas y andábamos empezando cuando comenzamos a ver la gente, y los de aquí empezaron a decir que se metieran todos en sus casas porque iba a ver guerra. De allí de la parroquia hacían camino, se venían montones de a caballo y al pasar el río los estaban perjudicando con una ametralladora.


Dice doña Tolita:

-Las zanjas que cavaron los de la defensa, en la mañana cuando amaneció, aparecieron llenas de vacas muertas, panzonas con las patas para arriba. Mucha gente murió en esa guerra, entre ellos un tío mío, hermano de mi mamá. El quedo tendido en la plaza de toros, con un tiro en la frente. También su concuño de nombre Ezequiel Orozco, ellos eran agraristas. Decían que a los muertos los echaban a los pozos de lazo. Todos los del gobierno estaban concentrados en ciertos lugares, y toda la gente de aquí era más bien del clero que del gobierno, y les ayudaban a los revolucionarios, haciéndoles hoyos a las casas para que por allí pasaran. La gente que le ayudaba al ejército eran aquellos campesinos que ya habían recibido parcela, o que querían recibirla. Ya para entonces habían repartido muchas haciendas.

Evelio Márquez fue señor muy caritativo, cuando nos casamos nos quiso dar un lote para que fincáramos nuestra casa. Como yo conocía la cosa, y sabía que era de ellos el terreno sabía que nunca me iban a vender un pedazo de tierra, un agostaderito. Don Evelio durante la época de la guerra se iba para Colotlán, allí tenía una casa en el barrio alto, y no salía. Al rancho casi no iba. En la época de Villa, en el Capulín, mataron a su hermano Don Bernardino, le dieron un balazo en el cuello, se ponía la mano para taparse la herida, y se fue recargando en las paredes y dejando sus manos marcadas con sangre en ellas. En 1921, se fueron unos hermanos de mi papa a los Estados Unidos porque iba a comenzar
la guerra, ellos nunca regresaron. La guerra cristera empezó en 1928.


Don Chalòn agrega:

La hacienda de la Encarnación era de un Pancho Moncada, y el señor alardeaba de tener 99 haciendas, y que esa era la más pobre, no le daba ni para cigarros. Entonces allí se abrió un ejido “El ejido Morelos” y toda la gente recalo para allá. Mi tío Evelio Márquez ayudo a la creación del ejido, él con su opinión ayudaba a la gente, para todo le comentaban y le pedían consentimiento.

A mi papa le ofrecieron parcela, pero el nunca quiso. Mi papá tenía donde sembrar y donde vivir y mucho agostadero, y no quiso. Después comenzaron a ofrecernos a un hermano y a mí, pero mi papá no quiso. De por si que ya estaba uno enredado y era enredarse más con el gobierno.

El Capulín lo fundaron entre dos personas, el papa de mi tío y el papa de mi mamá. Se vinieron del Carrizal, compraron allí y fundaron el poblado. Celestino Márquez era el papá de don Evelio Márquez, y Genaro Navarro, el papa de mi mamá.

Cuando nosotros nos casamos, mi tío Evelio el era pastor, él siendo muy joven se fue a estudiar a un seminario y para antes de 1910 ya se había recibido. Venían muchos pastores americanos al Capulín desde mucho antes. El papá de mi papá y de mi mamá ya fueron creyentes. Mi tío Evelio que había estudiado. Cuando comenzaron el ejido, como el ya conocía mucho, el les dijo como hacerle.

Hasta allí llegan sus recuerdos, es domingo y la pareja debe alistarse para acudir al culto. Agradecemos las amables atenciones y prometemos regresar otro día y decimos adiós.

Friday, September 25, 2009

Colotlenses







Sr. Rivera Gordiano






Yo estudie hasta sexto de primaria, mi primer maestra se llamaba Guadalupe Salazar, después fue Hermelinda Huizar, esposa de don Evelio Márquez y Catalina Huizar, ella era protestante, sus hermanos fueron Pancho, Levi, Rubén, Primitivo. todas ellas eran buenas maestras. Yo fui de la generación de Ramón Ruiz, el era mi condiscípulo en la escuela. También era nuestro compañero Salvador Ortega, “El Rondon” Le decíamos así en alusión a un animalito verde que sale a principios de las aguas, éramos tremendos.

Yo me crié en el barrio de Chihuahua, en aquel entonces había muchas tradiciones muy bonitas, entre ellas, los papaques y las pastorelas, aquí en este barrio hacían una muy bonita, se componía de siete diablos y los pastores. Otro de los lugares más bonitos y visitados era el paseo de la alameda, que era muy famoso, estaba cubierta de arena muy fina, de la que dejaban las crecientes del río, los árboles estaban grandes y las huertas llenas de fruta. Se hacían paseos en una huerta de Santiago Alejo que la había acondicionado especialmente para eso, hizo un patio debajo de unos árboles grandes de aguacate, con asientos alrededor. En aquel entonces había varios grupos musicales, uno era el de las chicharras, porque así les decían a los dirigentes, eran muy buenos para tocar. Lo formaban tres hermanos y otros tres o cuatro músicos que se les juntaban, la guitarra, el violín, la trompeta, la tarola y no recuerdo que otros instrumentos. Después hicieron otro grupo que le nombraron el jazz. También había una banda municipal que tocaba los domingos y días de fiesta; recuerdo que la primera banda fue la de don Tules, Mariano y Liborio Sánchez y tocaba muy bonito (don Liborio era cartero) Las serenatas eran muy bonitas, las muchachas daban vuelta en sentido contrario de las manecillas del reloj, en la parte de adentro de la plaza y los hombres en sentido contrario por la parte de afuera. Unas señoras vendían ramitos de flores y los compraba uno para la muchacha que le gustaba. Era una costumbre bonita, allí conocía uno a las muchachas, era la única manera, en ese entonces eso era muy riguroso, los papas eran muy delicados y si iba uno a su casa, los hermanos lo encaminaban a pedradas.

La serenata de acababa a las once, en ese entonces no había luz, solo había una plantita de unos señores que vivían por la calle Hidalgo. Cuando esa gente se acabo, Antonio Maldonado puso una planta acá en el barrio de Chihuahua, pero su luz era muy débil. Por ese entonces comenzaron los primeros radios y no podía tocarlos, por que la luz no los aguantaba, y Antonio tenia prohibido que los prendieran, si encontraba a alguno le quitaba el suministro. Al poco tiempo aparecieron los radios de pilas, y se termino el problema. No se acostumbraban las cenadurías en aquel entonces, solo había la de la mama de Chilo Ramos a un lado de la presidencia municipal. De los años cincuenta para acá se incrementaron mucho.

Otro de las diversiones de la gente eran los rodeos, -A mi casi no me gustaron los rodeos, sería que no tenía caballo. Los hacían en la calle centenario y uno se arrimaba a puro comer tierra a “Dios dar”. Los ricos tenían sus buenos caballos, los pobres que caballos iban a tener. En aquella época había también mucha afición a los toros, hacían buenas corridas. Traían muy buen ganado para torear, y había muy buenos toreros, pero a partir de los cuarenta comenzó a decrecer la fiesta porque comenzaron a traer ganado mas corriente y se acabaron los toreros buenos. Don Alberto Macias era picador y dicen que era muy bueno. Toda la familia de don Alberto era muy aficionada a la fiesta, así como los Ruizes: don Rafael papá de Fabio, Ramón y Alicia.


Yo he sido toda mi vida talabartero, me dedique a bordar desde muy joven y por casi veinte años realice esa labor. A los quince años ya bordaba para el Sr. Obdulio Ortega, y después pase con don Amado Nuñez que había sido discípulo de Refugio Ortega, fue allí con él que aprendí a hacer monturas, chaparreras, cintos y todo lo concerniente a la talabartería. Por veinte años trabaje bordando, después me canse de bordar y comencé a realizar otras cosas de talabartería.

Entre los talabarteros mas antiguos que yo recuerdo, están don Cuculelo Ortega, Refugio Ortega, Don Nicolás Orozco y Don Cruz Fernández. Don Nicolás Orozco duro muchos años trabajando en la contraesquina de la presidencia, su especialidad eran los albardones. En aquella época se hacían muchas monturas, y se les bordaban los faldones de atrás y los de adelante. En ese tiempo todo mundo ocupaba caballo, y había mucha demanda de monturas, chaparreras y albardones. Los trabajos del Sr. Orozco eran muy cotizados en esa época, era muy especial ese señor para hacer sus trabajos. Cuando yo le conocí era ya una señor grande de edad, él murió por allí por los años cuarenta. Mucha gente que aprendió a trabajar aquí en Colotlán, se regaron por todo México. Llegue a ver talabarteros de Colotlán en Ciudad Juárez, Fresnillo, Calera, Guadalajara y México. Toda esa gente hacia trabajo de piteado, todos se enseñaron a trabajar el bordado.

En esa época en que yo aprendí a bordar, los talleres mas importantes eran los de Nicolás Orozco, Refugio Ortega, Cuculelo Ortega, Cruz Fernández y el de un señor de apellido Lamas. En esos talleres había solo tres o cuatro obreros y oficiales, por que en ese tiempo no había mucha demanda por esos productos, el mercado para el producto era solo regional. Se vendía muy bien en la temporada buena, que era desde septiembre hasta enero, en marzo ya bajaba la demanda. Cuando comenzaron las asociaciones de charros, se comenzó a mejorar la cosa, a mi me toco hacer muchos ajuares para pistola, la carrillera y la funda. Si eran escuadras, se le hacían las fundas para los cargadores. Cuando los Ortega formaron la Asociación de Charros, ellos si andaban bien ajuareados y se les hacían sus trabajos, además no había prohibición de armas, y entro mucho la bracereada, y todos los que iban al norte, se venían con sus pistolitas y llegaban a pedir los ajuares piteados.

En Guadalajara había también muchos talabarteros, yo conocí muchos talleres allá, yo trabaje a fines de los años cuarenta para Joaquín Maciel, el hacia muchos trabajos de bordado. La mayoría de los bordadores eran de Colotlán. Les fabricaba a los toreros los portaestoques y a los charros sus monturas y ajuares, cuando el murió sus hermanos retomaron el negocio y cambiaron el giro, se dedicaron a hacer maletas de piel. En Durango, conocí a Eduviges Rodríguez, su talabartería se llamaba “El Mateo”, tenia talabartería y establecimiento de venta de sus productos. El hacia bordado, montura, chaparrera. Yo conocí a todos esos señores porque me gusto andar de un sitio para otro, hasta que me regrese y me case. Entonces puse mi talabartería, en ella yo hacia de todo, y tenia muchos clientes sobre todo de fuera, de Zacatecas y Aguascalientes. Ellos venían aquí, o me escribían pidiéndome ciertos productos. En la actualidad sigo trabajando en mi taller, pero cada día es menos, porque ya me canso más fácilmente, todos mis hijos aprendieron el oficio, pero prefirieron estudiar y ninguno siguió mis pasos, así que no hay nadie que le de fuerzas a este pequeño taller.

Colotlenses




Manuel Quiñones Soriano

Mi papá, Rosendo Quiñónez González, era originario de Colotlán nació en el año de 1916. El comenzó a trabajar muy joven en el rastro, y después puso el negocio de la carnicería en el mercado viejo. El desarrollo su propia formula para la producción de su carne, y con tanto éxito que por allá por el año de 1968 ya le vendíamos chorizo y adobada a don Rafael Haro, el producto se lo entregábamos en botes de cuatro hojas, herméticamente cerrados con soldadura. La producción alcanzaba treinta o cuarenta puercos por semana. Nosotros le entregamos el producto aquí en su tienda y el lo transportaba a la ciudad de Zacatecas y México. Hace como veinte años que dejamos de venderle, se acabo ese mercado. La producción de cerdos también disminuyo de aquella época a la fecha. En la actualidad la cantidad de cerdos ha disminuido drásticamente, ya no se produce cerdos aquí, los traen de fuera para el consumo local. La calidad de los cerdos de ahora no se compara en nada con los cerdos de antes, alimentados con puro maíz. El cerdo de antes tenia mas sabor, y desde luego el chorizo y la carne adobada sabian mejor. Luis Humberto Huerta, Simón Navarro, el güero Navarro, eran carniceros de la época de mi papá. Don Vicente Meza es uno de los matanceros que aun viven.

Yo recuerdo el rastro de antes, yo iba a llevarle de almorzar a mi papa, en aquel entonces se sacrificaban muchísimos animales, recuerdo el cazo que le llamaban el niño, era enorme, de puro cobre; tenían tres prensas y no daban abasto. Don Jesús Torres soldaba las latas de manteca junto con un señor Salinas, papa de los Salinas Pérez, esposo de doña Tina. El chorizo se mandaba así, y la carne la mandamos soldada en botes de cuatro hojas. Si nos dejaba dinero, en aquel entonces había más movimiento que ahora. En el rastro había más trabajo. La actividad económica actualmente en lugar de aumentar va para abajo. Íbamos nosotros a los ranchos y había mucha producción de animales, ahora todos los ranchos están abandonados, toda la gente anda en el norte. Por otro lado salubridad, que ya no permite que halla animales en el pueblo, incluso en los mismos ranchos van a multar a los que tienen animales en sus corrales. Si los animales no los quieren en el pueblo y tampoco en el rancho, pues donde los pone la gente. Ya casi no hay animales en el municipio. Antes era redituable para la gente criar sus animalitos en los corrales de su casa, engordaban sus puerquitos y era como si tuvieran una alcancía, pero ahora ya no los dejan criarlos en los corrales de su casa y pues, ya ni puercos hay.

Colotlenses



Don Jesús Sánchez

Este distinguido personaje colotlense, de origen humilde nació en la Laguna, y como desde muy pequeño quedara huérfano de padre, su madre decidió venirse a vivir a Colotlán. Lugar en donde desde muy tierna infancia debió de trabajar para ganarse el sustento y ayudar a su madre en su manutención. La gente que lo recuerda dice que era un muchacho muy trabajador y de sentimientos muy nobles.

A la edad de 19 años contrajo nupcias con la señorita Elena Ávila, con quien procreo 10 hijos, los primeros años del matrimonio no fueron los más desahogados económicamente, sin embargo el tesón y la confianza en si mismo de don Jesús permitieron que sacara adelante a su familia.

Fue por los años cincuenta cuando algunos comerciantes españoles radicados en la ciudad de México, llegaron a Colotlán en busca de personas emprendedoras y responsables que quisieran trabajar. Don Jesús fue uno de los afortunados que fueron contratados por ellos para trabajar en una fábrica de chorizo, longaniza y jamón, de varios tipos. Don Jesús aprendió perfectamente el negocio y con el tiempo fue capaz de independizarse y emprender su propia empresa. Les compró a los españoles toda la maquinaria, moldes y herramientas para iniciar su propio empresa y se convirtió en su principal proveedor, ahorrándoles vueltas y molestias.

Este negocio lo convirtió en un hombre acaudalado y fue capaz de darles todo cuanto quisieron a sus hijos, con sus crecidos ingresos compró fincas, terrenos e inicio otros negocios. Tales como una fábrica de paletas y hielo y otra de mosaicos.

En los últimos días de su vida don Jesús Sánchez era un hombre tierno, fatigado por tantos años de trabajo, que se notaban en su forma de caminar. Los últimos ochos de su vida los paso en cama pero con pleno uso de sus facultades mentales, fue solo durante el último año de su vida, que fallo un poco su lucidez. Disfrutaba de sentarse en el patio y zaguán de su casa desde donde veía pasar a la gente con agrado. “Para no aburrirse tanto” como decía él.

Don Jesús Sánchez fue un hombre comprometido con su familia, sus amigos y su comunidad, todas las empresas que acometía las realizaba con todo su corazón. No le gustaba hacer las cosas mal hechas, fue un hombre entregado a la perfección.

Otros miembros de la familia Huerta


Luz María Huerta.

Nació en Mezquitic, Jalisco en el año de 1943 de cuna humilde; sus padres fueron: Francisca Huerta y Victorino Huerta, éste último murió cuando Luz María era aún muy niña, quedando en la orfandad ella y dos hermanos más. La difícil situación económica de su familia la orillo aún siendo muy niña a tratar de encontrar una solución, e inició con u pequeño negocio de venta de refrescos. La idea en un principio le pareció descabellada a su madre, pero ante su obstinación finalmente accedió a que en la puerta de su casa, ella vendiera una única caja de refrescos. Desde muy temprana edad Luz María se fijó metas muy claras, la cuales fue cumpliendo una a una con gran disciplina y tesón. La palabra imposible jamás figuro en su vocabulario y nunca se rindió ante ninguna dificultad, ante estas redoblaba esfuerzos hasta que conseguía sus objetivos.

La gente la conoció desde muy chica, en la puerta de su casa, vendiendo refrescos. Llevaba una férrea administración de sus finanzas; semana con semana, partía sus ganancias, la mitad para su madre y la otra la ahorraba. Cuando llegó a juntar una cantidad suficiente amplio su comercio, e incluyo dulces en su pequeño negocio. Doña Pancha, Su madre, se sentía orgullosa de la actitud de su hija.

Andando los años y cuando era ya una jovencita concibió la idea de poner una tienda en forma y para ello comenzó a ahorrar con mayor celo sus centavitos. Un día que se encontraba trabajando llegaron un par de señores bien vestidos que se identificaron como agraristas y que buscaban a su madre. Cuando su mamá salió a recibirlos se encontró con la terrible noticia que les querían afectar el rancho, el único bien aparte de la casa con que contaba la familia. Al preguntarles el porque de esa situación, le contestaron que llevaban la consigna de quitarle su rancho a un tal Nicolás Huerta, pero que en vista de que ese individuo, ya no tenía rancho, les había indicado que podían afectar en todo caso el de su hermana Francisca.

Doña Pancha al escuchar esto se echo a llorar y durante días busco la manera de evitar que les quitaran su rancho, situación que no sucedió porque unos días después irremediablemente les fue arrebatado. Ese cruel golpe provocó consternación y muchas lagrimas en todos los miembros de la familia e hizo nacer en María el deseo de juntar mucho dinero para algún día recobrar ese rancho en el que habían encontrado tanta felicidad. Fue entonces que se resolvió a poner rápidamente su primer tienda, ahorro con mayor celo sus ganancias y comenzó a buscar un local donde iniciar con su negocio. Una año después de que les visitaron los agraristas ella estaba ya en su propio negocio. Comenzó con poquita mercancía pero poco a poco lo fue haciendo crecer hasta que tuvo la tienda mejor surtida de Mezquitic. En la tienda le ayudaban su madre y sus hermanos, los que una vez que tuvieron la edad buscaron casarse y a sus sobrinos lo quiso como propios. Ella jamás llegó a casarse, sin embargo esto nunca la amargo, ni la detuvo de continuar haciendo negocios. Ella era una persona sencilla, muy alegre y carismática con la gente.

La perseverancia y dedicación de Luz María la llevaron en algunos años a hacerse dueña del local donde instaló su negocio, después compró una camioneta de tres toneladas y surtió también de fruta su tienda. Uno de sus sobrinos de nombre Luis Huerta, se convirtió en su brazo derecho en la dirección de su negocio. Al poco tiempo se compró una Suburban y apenas decidió que iría a la ciudad de México a recuperar su rancho, ya lo estaba poniendo en práctica. En poco tiempo le regresaron su rancho y decidió incursionar en política, convirtiendo esta en una de sus grandes pasiones. Su inteligencia, resolución, carisma, buen trato e interés genuino por ayudar a la gente, rápidamente le abrieron las puertas de esta difícil actividad. Al principio le costo trabajo adaptarse al lenguaje y las mentiras y estratagemas de los políticos, pero al final les encontró el modo y decidió convertirse en presidenta de Mezquitic. El mayor escollo en el logró de su objetivo lo constituyo el señor José Robles, persona de peso político en la comunidad y bien acomodado económicamente. Pero las gentes del pueblo le dieron su confianza y se alzo con el triunfo.

Como presidente fue muy enérgica, pero ayudo mucho a su pueblo y con total imparcialidad se cuenta que en una ocasión que uno de sus hermanos traía el tamborazo a deshoras de la noche, molestando a los vecinos, Luz María lo mando a dormir a la cárcel y al día siguiente hizo que pagara su multa. Luz María era una mujer de armas tomar, jamás salía sin su pistola al cinto, y era tan diestra en el uso de ella como el que más. En las noches se tomaba la molestia de realizar una ronda por su propia cuenta, nada más para asegurarse que todo estuviera en orden. Durante el tiempo que duro su encargo como presidente nunca descuido su negocio, y en su camioneta continuaba acudiendo a la ciudad de Zacatecas o Jerez a aprovisionarse.

Luz María se lanzó una segunda ocasión para presidente de Mezquitic, y con el apoyo del pueblo volvió a ganar, haciendo una gran cantidad de beneficios para el pueblo, introdujo las escuelas secundarias técnicas en su municipio, construyo un puente y pavimento calles.

Luz María murió de la misma forma que paso toda su vida, trabajando, cuentan que un día en que las ventas no habían estado muy buenas, le solicitó a su sobrino que le cargara la camioneta para ir a surtir a los pequeños comerciantes de las localidades cercanas a Mezquitic. Era tiempo de lluvias, así que una vez que Luis terminó de cargar le pidió que le pusiera también una lona para que no se le mojara la mercancía, si en el camino llegaba a llover.
Su sobrino le comento que no había necesidad, que no había una sola nube en el cielo, y le preguntó que para que quería la lona, si no había la mas remota posibilidad de que lloviera, a lo que ella le contesto:
Que quería la lona para tapar la mercancía en caso de que lloviera, y si no para taparse ella.
Su sobrino no pudo menos que soltar una carcajada y le pregunto que a que horas salían para Huejuquilla, ella se limitó a decirle que esta vez iría sola, que mejor se quedara al pendiente de la tienda, a ver si se vendía más.

Ella partió para Huejuquilla, y apenas una hora después llegó la terrible noticia de su muerte. Su vehículo se había volcado y ella había recibido un duro golpe contra una piedra que le había arrebatado la vida instantáneamente. Poco tiempo después llegó su cuerpo envuelto en aquella pesada lona.

Actualmente Luis Huerta se encarga de la tienda que fuese de Luz María y de esta forma se termina la historia de una persona cuya voluntad y determinación le permitieron alcanzar todas sus metas en esta vida.

Los Huerta de Colotlàn



Mauro Huerta Don Mauro Huerta fue un hombre muy trabajador, quien desde muy temprana edad salió de Colotlán a buscar la vida, y trabajó en otros pueblos, entre ellos Juchipila y Jalpa, en donde había varios ingenios de azúcar. En estos lugares trabajo varios años hasta que un día en un desafortunado accidente perdió un brazo en un molino. Al principio fue una situación muy difícil para don Mauro, sin embargo lentamente salió adelante y decidió que no podía darse por vencido, a partir de allí tomo su vida con gran determinación y entrega y a pesar de la perdida de su brazo decidió volver a Colotlán y afrontar la vida como viniese. En Colotlán conoció a la mujer con la cuál se casaría, la señorita Altagracia Alejo y contrajo nupcias procreando seis hijos: Isauro, Miguel, Guadalupe, Domitila, José Y Luis Humberto. Don Mauro Huerta era dueño de un rancho en Colotlán, y lo puso a trabajar sembrando maíz y fríjol y criando ganado. Puso una carnicería en la que vendía sus animales y con el tiempo llegó a ser el mejor en el rubro. La falta de su mano no le arredraba para hacer cualquier actividad, en cierta manera se convirtió en un orgullo para toda su familia, que veía que a pesar de su limitación física nada se le atoraba, y de esa manera se convirtió en un digno ejemplo a seguir para todos sus hijos. En su carnicería aprendieron el oficio y el carácter, sus hijos: Isauro, Miguel, Luis Humberto y algunos parientes como don Simón Navarro. Cuando la guerra de la cristeada decidió salir a Aguascalientes para no arriesgar a su familia, sitio del que se regreso después de tres años, e inicio un negocio de ropa que después lo amplio con abarrotes. Su hijo mayor inicio una carnicería en el mercado viejo situación que lo hizo sentirse muy orgulloso. Un desafortunado accidente que vivió la familia al poco tiempo de haber regresado de Aguascalientes fue la dolorosa perdida de su hijo José de escasos 10 años, a quien al intentar prender una lámpara de gasolina esta le exploto y lo baño de combustible provocando que ardiera en vida. Lamentable accidente del que le fue muy difícil a la familia recuperarse. Don Mauro a partir de esa fecha se refugio cada vez con mayor frecuencia en el rancho, criando el ganado y el único sitio en donde encontraba tranquilidad suficiente para paliar su pena. Tiempo después se convirtió en introductor de ganado que vendía a los carniceros establecidos en Colotlán. Cuando la edad no le permitió seguir trabajando con el ganado, se dedicó de lleno a su tienda, la que nunca había descuidado. Don Mauro Huerta nunca dejo de trabajar y atendió su negocio hasta que ya no pudo moverse. Don Mauro Huerta era un aficionado a la Charreria, y fue un excelente jinete, experto en lazar y arriar, aún sin la falta de su brazo.


H.

Los Huerta de Colotlàn



Luis Humberto Huerta Alejo, hijo de don Mauro Huerta y doña Altagracia Alejo, nació en Colotlán en el año de 1921 y fue el penúltimo de cinco hijos que tuvo éste matrimonio. Sus primeros años de vida los paso al lado de su madre y fueron muy apacibles, hasta que tuvo la edad suficiente para acompañar a su padre al rancho y allí le nació el amor por la vida del campo y el manejo de animales. Aprendió desde muy chico a montar a caballo y muy pronto ayudo a los vaqueros a herrar el ganado. Situación que fue muy del agrado de don Mauro Huerta, quien contento predijo que con suerte don Luis llegaría a ser un excelente charro, situación que se cumplió cabalmente. A la edad de diez años era ya un consumado jinete y un enamorado de la vida campirana, sin embargo las complicaciones de la guerra cristera provocaron que toda la familia tuviera que mudarse a la ciudad de Aguascalientes, situación que no fue muy del agrado del pequeño Luis. En su nuevo lugar de residencia rápidamente hizo amigos y pudo jugar con mayor libertad en las calles. Su padre inicio un negocio de venta de ropa para poder mantener a su familia y el pequeño Luis auxiliaba a su padre en la misma. Durante tres años vivieron en esta ciudad y finalmente decidieron regresar a Colotlán. Se mudaron con parte del mobiliario de la tienda y toda la mercancía del negocio, para reiniciar el negocio ahora en Colotlán. Poco después don Mauro puso una carnicería y el joven Luis se dedico de lleno a atender a los animales en el rancho. Don Mauro con el tiempo se convirtió en introductor en el rastro y la carnicería que estaba ubicada en el antiguo mercado, quedo en manos de Isauro Huerta, uno de sus hijos mayores. Don Luis Humberto Huerta, ya con la edad suficiente para trabajar, decidió separarse del abrigo de la familia y se fue al municipio de Monte Escobedo y de Mezquitic a trabajar de forma independiente. En estos lugares se dedico a acarrear madera, ganado y puercos, que llego a llevarlos hasta la ciudad de México. Siempre se mantuvo en estrecho contacto con su familia a pesar de no estar en Colotlán. Durante temporadas dio por ayudar en la carnicería a su hermano Isauro quien se ausentaba por temporadas para ir a trabajar a los Estados Unidos, en donde había puesto también un negocio. De esta forma aprendió don Luis el oficio de tablajero, actividad que no le desagradaba del todo, y que aprendió rápidamente. En el año de 1957 se independizo y puso su propia carnicería en el mercado viejo, en un local de madera, este año fue uno de gran tristeza para toda la familia, porque fue el año en que falleció don Mauro Huerta, por enfermedades propias de su edad. Su hermano Miguel pronto emulo sus pasos y puso también su carnicería en el mismo mercado de Colotlán, en tanto que su hermano Isauro decidió mudarse a la vecina comunidad de Momax, en donde se encargo de una tienda de su cuñado Felipe Macías, y sitio donde le sorprendió muchos años después la muerte. Don Luis Humberto Huerta se convirtió en el hombre de la casa y principal sostén de la familia, fue él quien acompaño a sus hermanas hasta el altar, quedando al final el y su madre solos en el hogar paterno. Fue en esta época cuando su inquietud por la Charreria le llevo a ingresar a la recién formada Asociación de Charros de Colotlán. El era muy bueno coleando y con la soga, y destaco en los diferentes eventos que se realizaban en la calle centenario, que era donde se instalaba el lienzo charro, por no haber un sitio a propósito para esta actividad. Don Luis Humberto en su carnicería para ofrecer una más amplia diversidad de productos a sus clientes, le compraba chorizo y carnes frías a don Jesús Sánchez, prospero e industrioso comerciante de esta ciudad, y en casa de este señor conoció a Concepción Sánchez, de la cuál se enamoro y contrajo nupcias después de un año de noviazgo. Don Luis Humberto Huerta gracias a su laboriosidad y constancia para esas fechas ya se había convertido en un sólido hombre de negocios, con dos ranchos, varias propiedades en el pueblo, camioneta y su negocio. La carnicería pasaba por su mejor momento en los años cuando las autoridades municipales decidieron derrumbar el viejo mercado y construir uno nuevo. Don Luis Humberto se reinstaló en un local propio ubicado a unos pasos de donde estaba su antiguo local del mercado y desde allí continuo con su negocio, ya con el apoyo de sus hijos mayores. Don Luis Humberto Huerta no ha perdido el entusiasmo por el campo, y en la actualidad no obstante su avanzada edad, se da el gusto de ir a su rancho y asistir a la charreadas. Continua siendo un hombre fuerte y con una excelente salud, quien disfruta enormemente de la vida y se entusiasma por los nietos y biznietos que aún están por venir.


H.

Artesanos y piteado. Manuel Vazquez Avila


Manuel Vázquez Ávila comenzó a bordar a los trece o catorce años de edad en el taller de Nemesio Torres y después estuvo trabajando con Guadalupe Lares Grano, con quien perfecciono la técnica y aprendió el oficio de talabartero, es capaz de hacer cualquier artículo de talabartería, con gran destreza y perfección: desde fundas, cinturones, hasta monturas. Actualmente reside en Californio, en un negocio completamente desligado a lo que es el trabajo del piteado, sin embargo aún continua haciendo trabajos bordados para el mismo, tiene en como próximo proyecto bordar una montura para adornar su casa. Todos los trabajos realizados por el son completamente a mano, de principio a fin. El escoge el diseño, e incluso realiza adaptaciones de dibujos y los reduce y modifica a las dimensiones del cinto. Los abre, los borda y les da el acabado final, todos ello sin la utilización de maquinaria, tal y como los antiguos talabarteros colotlenses realizaban su trabajo.


El Sr. Vázquez participó con el bordado de un basto de una montura que se realizo en el taller del Sr. Guadalupe Lares Grano, para el entonces presidente de la República Lic. Gustavo Díaz Ordaz, otros de los bordadores fueron Chalo López y José del Real. Dicha montura llevaba un trabajo exquisito de bordado, con una águila en la cabeza de la silla, y todos los herrajes plateados.


Entre los talabarteros más antiguos que el recuerda de Colotlán, cita los nombres de don Cruz Fernández y un señor de nombre amado, del cual no recordó su apellido, pero que señala como uno de los grandes y más antiguos maestros en este arte, que sin embargo no tiene actualmente reconocimiento alguno.

Desde hace por lo menos 30 años que reside en los EU. sin embargo no se ha desligado totalmente del piteado, no obstante, que ya no es su actividad económica principal, podría decirse que su pasión por el buen trabajo de piteado, lo ha convertido en un fanático del mismo. En sus tiempos libres le gusta rescatar o diseñar alguna greca especial, que en ocasiones el mismo trasporta a un cinturón piteado, o lo deja en manos expertas, los excelentes bordadores colotlenses, quienes convierten dicho diseño en una obra de gran valor artístico. La mayoría de estos trabajos tiene como destino final, artistas o personajes importantes del negocio de los espectáculos, a través del Sr. Manuel Escobedo, quien es el único cliente que ha conservado a través de los años, y quien exige no solo calidad en el piteado, sino también originalidad, características que muy difícilmente pueden ser proporcionadas por ninguna talabartería cuyo objetivo primordial sea el de generar ingresos, y que requieren de sensibilidad, compromiso, conocimiento y la voluntad para destinar una buena cantidad de horas, en la selección y diseño del grabado que llevará cada cinturón. Don Manuel lo ha dicho con mucha claridad, su compromiso es para con la calidad y originalidad, no con la cantidad, ni con las copias. El mismo ha señalado, que le gustan los cintos buenos y que por ello, prefiere no vender uno solo que no cumpla con sus estrictas regulaciones. Más cuanto que se ha encontrado con la dificultad de encontrar los artesanos que satisfagan con sus requerimientos.

Don Manuel Vázquez señala que no existe ningún registro de autoría de las innovaciones de diseño en grecas y estilos de piteado, situación por la cuál las aportaciones que diferentes talabarteros han hecho, no les son reconocidas, y que por lo menos debería de existir ese tributo a todos aquellos artesanos que con su dedicación y talento han hecho más rica la artesanía del piteado. Dice que muchos de sus diseños han sido copiados y han pasado a formar parte del patrimonio de todos los talabarteros de Colotlán, situación de la cual no existe constancia alguna. De Igual forma otros talabarteros se quejan de que sus diseños originales, son rápidamente copiados por los otros talabarteros, y esa es una de las razones por la cuál no les gusta exponer sus trabajos originales en la Feria Nacional del Piteado.

Don Manuel Vázquez Ávila nos platico de la forma en que le toco vivir la quebradita en los Estados Unidos, es decir el fenómeno musical de banda que transformo a los EU. hace unos pocos años.


Don Manuel nos dijo:

“ Para mi la quebradita fue una moda suave, porque fue bonito ver como toda la gente, incluso negros y americanos adoptaron nuestras prendas bordadas en pita, el cinturón, la cuarta y la funda de la navaja, que se complementaba con el pantalón y la camisa vaquera, el sombrero y las botas. Era bonito ver a los mexicanos con sus nombres bordados en los cintos o la cuarta, en la que también estampaban el estado o pueblo del que provenían. Desde luego que hubo también quienes chotearon el vestido, al ponerse piezas que no correspondían, o al desfigurar el sombrero, como frecuentemente hacían los cholos, ahora vestidos de vaqueros. Fue halagador ver como la gente se vio involucrada en este movimiento, y comenzaron a surgir bailes de banda en todos los barrios, y todo el mundo se entusiasmo en aprender y competir, de tal grado que incluso las bandas (gangs) durante un tiempo dejaron de pelear y causar problemas. Podría decirse que todos los latinos, y más los mexicanos por un tiempo nos unimos y disfrutamos de nuestra cultura, olvidando nuestras diferencias y pleitos”

Don Manuel agrego también:

“ Con la quebradita el trabajo fino casi materialmente se borró del mapa en el mercado norteamericano, debido a que cualquier cinto de pita, hilaza, o de cualquier calidad, con que pareciera piteado se vendía como pan caliente, así que con la demanda de cinto barato muy pocas personas, que no conocen de piteado, habrían de comprar un cinturón de 600 o 1000 dólares habiendo de 60 u 80 dólares que parecían lo mismo. “

Manifestò que incluso Colotlán que se ha distinguido desde siempre por los buenos cintos piteados, pero que en ese periodo de auge del los artículos piteados: cinturón, la cuarta, y la funda de navaja, bajaron totalmente el nivel del bordado en pita y vendieron trabajo de escasa calidad, pero que sin embargo una vez pasado el fenómeno, las cosas comienzan de nuevo a tomar su nivel, y la calidad de los cinturones de nueva cuenta se comienza a elevar, y a producirse “cinto bueno”, como el le llama.

Don Manuel Vázquez nos aclara que el trabajo de bordado sobre piel con hilo de oro y plata, no es reciente que su antecedente hay que buscarlo muy atrás, nos dijo que a el hacia finales de los sesenta le habían encargado un trabajo de bordado en hilo de oro, pero que sin saber a ciencia cierta la época de su origen, bien puede remontarse al origen del mismo piteado, o ser este trabajo en oro y plata un antecedente de nuestro piteado.

Con toda sinceridad nos dijo que había visitado la X Ferian Nacional del Piteado, sin encontrar un solo trabajo a su gusto, es decir como para comprarlo para el mismo, que los trabajos allí expuestos eran trabajos no de la calidad de nuestros mejores bordadores, tal como debería ser dicha exposición, pero si a la altura de los visitantes inexpertos que no saben del verdadero trabajo de piteado. Dejo entrever la necesidad de buscar la excelencia en dicha exposición en futuros eventos, para atraer a propios y extraños a ella. El mismo nos prometió que si en sus tiempos libres el era posible, en este próximo año bordar una montura, la traería para la exposición de la próximo feria.

Nos mostró un par de cinturones realizados por el mismo, y que se distinguían por la excelencia de su trabajo, la finura de los hilos, el perfecto acomodo de los mismos, y la apariencia del bordado de estar acolchonado, resaltado suavemente sobre la piel, además que el diseño era original, un diseño único no conocido aun en colotlán, y que nos confeso el mismo que lo había rescatado del bordado de una servilleta, y adaptado al piteado en cinturón.




Sunday, September 20, 2009

La hermana Aurora Soriano Medrano











La hermana Aurora nació en la ciudad de Colotlán en el año de 1935, fue hija de don Rafael Soriano y doña Nicolasa Medrano Ortiz, dos importantes y muy activas personalidades de nuestra comunidad en aquella época. Su padre era el responsable de la notaría parroquial, tenía un pequeño negocio en donde vendía libros religiosos tales como Biblias, catecismos, las vidas de niños santos y sobre todo los libros sobre la vida de don Juan Bosco de quien era un fervoroso seguidor. Era también el cantor de la parroquia y por si fuera poco montó una pequeña compañía de teatro con jóvenes y adultos de la comunidad, con los cuales represento una gran cantidad de obras de carácter sacramental e incluso algunas zarzuelas. Entre algunas de las obras que representó se encuentran: el hijo pródigo y Juana de Arco, esta última estuvo escenificada por Clementina de León, madre. El también realizó un importante trabajo con los diferentes coros que se formaron en esa época, entre ellos el de Colegio Jalisco y el de la Adoración Nocturna. Su trabajo para las juventudes católicas fue realmente relevante. Las obras de teatro se representaban en el salón de San Nicolás y en el teatro de Colotlán, que se encontraba donde fue Banrural y el Bar Río Plaza, este lugar estaba acondicionado muy bonito para servir de teatro, con su escenario, telones y su escenografía que los mismos miembros del grupo de teatro confeccionaban para sus representaciones. Fue en esas actividades que se conocieron don Rafael y doña Nicolasa Medrano Soriano, quien junto con algunas de sus hermanas y primas se integraron a participar en el grupo de teatro y en los coros y de allí surgió una hermosa relación que culminó en el altar ante Dios y que dio lugar a una hermosa y unidad familia. La madre Aurora es la tercer hija de este matrimonio sus hermanos mas grandes son: Rafael y Miguel y después de ella le siguen María Elisa, María Luisa, Ramón, Juanita y Lupillo que es el más chico. Los tres últimos ya no nacieron en Colotlán. La madre Aurora inició sus estudios en el Colegio, Jalisco en aquel entonces en la Iglesia de San Nicolás y bajo la dirección de la señorita Lala de la Isla, cuenta que en esa época muchas de las escuelas eran clandestinas, porque era la época de la educación socialista durante el periodo de Lázaro Cárdenas y que las escuelas y profesores católicos eran perseguidos.


Algunos recuerdos de la hermana Aurora de aquella época, cuando Colotlán era un lugar hermoso y pacifico en donde había más cultura y respeto para las personas:

“Mi abuela paterna era de origen caxcana, ella era de estatura baja, delgada, su pelo muy negro, quebrado, brillante, ella siempre usaba dos trenzas largas, no le conocí nunca canas. Vestía de enaguas largas y era de carácter muy fuerte. Mi abuelo murió antes de cumplir 40 años, cuando yo apenas tendría cuatro años, entonces ella tuvo que hacerse cargo del rancho y la educación de sus hijos. Yo me acuerdo que nos llevaban al final de la cosecha y se hacía una fiesta muy grande, que ya se perdió y donde acudía mucha gente. Para festejar, se hacia una rueda grande y la gente bailaba. Mi abuela no sabía leer ni escribir, pero sabía muchas cosas que la hacían diferente al común de las gentes, ella fue uno de los pilares fundamentales de nuestra familia, su fuerza, su tesón, su valor y entereza marcaron nuestras vidas”

“Yo nací en 1935 y nomás me acuerdo que en ese tiempo, la gente platicaba que llegaban a las escuelas de los ranchos gente de a caballo y cogían a los maestros que no querían seguir las enseñanzas socialistas. Que sacaban a los niños a marchar y les hacían repetir:

-Uno, dos, no hay Dios.
-Uno, dos no hay Dios.

En ese tiempo estaba muy en auge el sinarquismo, mi madre era sinarquista ella escribía letras para las canciones de moda, las parodiaba. Ella me llevaba a sus reuniones y recuerdo que yo iba a jugar y sólo me gustaba cuando cantaban sus canciones. Mi madre se llamaba Nicolasa Medrano Ortiz, era originaria de Colotlán. Mis abuelos maternos murieron cuando el cólera, ella tenía 12 años, había nacido en agosto de 1905, y mi padre en octubre del mismo año. Mi mamá platicaba que su madre murió entre sus brazos, en aquel tiempo había mucha hambre en Colotlán y que ella le estaba dando agua de arroz cocido, cuando se lo empezó a tirar y que ella le decía:

-Fabiana comételo, no lo estés tirando Fabiana. Le echaba la cuchara y se le tiraba. En eso llegó su padre y le dijo:

-Papa Fabiana no se quiere comer su comida.

Mi abuelo le dijo: -Mija vete con tu tía a jugar con tu prima.

Mi abuela murió un sábado primero y al viernes siguiente murió mi abuelo, contaba mi mamá que andaban los carretones por las calles, porque era tanta la gente que moría que se daban a la tarea de recogerlos para llevarlos al camposanto. Al atole de maicena le llamábamos nosotros “Atolito camposanto”. Porque muchos de los enfermos tenían hambre y pedían: -

un atolito, un atolito.

Y les contestaba que atolito ni que ocho cuartos, Vámonos para el camposanto. Mi mamá se quedo con mi tía Nacha, ella acogió y crió a todas mis tías, mi tía María, mi mamá y mi tía Maura Ortiz. Ellas tres siempre andaban juntos y ellas entraron al grupo que formó mi papá para sus obras y coros y allí fue donde se conocieron.”

“Mi padre trabajó con las juventudes católicas, por medio del teatro, los actos sacramentales y las zarzuelas. El ensayaba Zarzuelas, de los folletos de la librería San Bosco, el abordaba siempre aspectos religiosos. El también participaba como actor, los actores eran todos personas adultas, no niños. En 1945 él presento la última obra y en la que participó fue “El hijo pródigo”. El era el cantor de la parroquia y también ensayaba los coros, el tocaba el órgano de la iglesia del coro y cantaba, en aquel entonces era en latín. El ensayaba nuestro coro, del Colegio, Jalisco y era nuestra directora la señorita Lala de la Isla. Aún conservo la partitura de uno de los coros, cantábamos a capela varias voces. El también participaba con los de la Adoración Nocturna también trabajo mucho. El llevaba los libros en la notaria, y tenía una pequeña librería parroquial en donde se vendían catecismos, la vida de niños santos, libros de primera comunión y otros libros. Mi papa era devoto de San Juan Bosco y mi mamá de Santa Teresa del Niño Jesús. Mucha gente en Colotlán tenía su propia colección de libros religiosos y no faltaban las obras de Don Juan Bosco en sus bibliotecas. El compraba los libros en Querétaro, en la librería de la Isla.” Mi papá era muy apreciado en Colotlán, uno de sus grandes amigos fue el Prof. Diego Huízar Martínez, recuerdo que él lo visitó una vez que estaba enfermo: se llamaban hermanos. En dos ocasiones mi papá me llevó a saludarlo; mi papá se enorgullecía de que fuera religiosa y siempre me llevaba con sus amigos, fue muy querido de los Ortega, de los de León, los Ruiz, los Huízar.

“Donde ahora se encuentra el Río Plaza era donde se representaban las obras, era el teatro de Colotlán, había un escenario muy bonito, tenía unas columnas de cantera y mi papá con toda su gente se encargaba de la escenografía, los telones y los fondos. Muchos de los actores de las obras eran solteros, principalmente muchachas, algunas de las cuales aún después de casadas siguieron participando en el grupo de teatro. Mi mamá también actuaba, así como yo de niña. Clementina de León, madre, representó a Juana de Arco. Flavita Márquez también participó en una zarzuela en donde llovía, había una tormenta y le cantaban a una santa que les librara de una centella. Recuerdo muy claramente a mi papá cuando salió del hijo pródigo, fue muy emotivo”

“Mi papá ayudo mucho en el Colegio, Jalisco, con los cantos, los coros, ensayos de poesía, él los enseñaba. En San Nicolás se hacían muchas obras de teatro y mi mamá las ensayaba, porque mi papá ya andaba fuera, esto ya por parte de la acción católica, porque ella siempre estuvo muy activa en todo eso. Me acuerdo de los altares que hacían para el jueves de Corpus, ellas hacían alegorías sagradas; montaban los carros alegóricos, que se presentaban en camiones grandes y presentaban pasajes de la historia sagrada, me acuerdo una vez que presentaron Holofernes, un trabajo increíble . Hacían también kermeses y muchas otras actividades para recabar fondos para San Nicolás, San Luis y San Lorenzo. Para hacer la casa de las madres, las primeras aportaciones fueron de los mismos alumnos. También organizaban corridas de toros y ellos toreaban. La gente traía arena del río, para ayudar a la construcción.”

“Mi padre trabajó mucho en la educación, en 1940, el Sr. Cura Uriel de la Torre, le pidió que se hiciera cargo de un internado de niños en Laguna Grande y después en Mezquitic. Allí el daba clases, se encargaba de la notaría y del coro. A tal grado que nos fuimos a vivir allá y yo me salí de la escuela que estaba entonces en San Nicolás. Los demás grupos estaban en casa particulares, la de la señora Lala de la Isla, estaba donde hoy es la oficina de Rafael Haro Lamas y pertenecía a Toña Macias, esas escuelas eran clandestinas, allí estudio mi hermano Rafael. Fue por eso que yo me salí de estudiar y como a mi mamá no le gustaba que fuera a escuelas publicas, no me dejo estudiar, porque a ella no le gustaban las escuelas oficiales, por la educación socialista que entonces estaba. Fue la época de Lázaro Cárdenas. Mi papá le decía que me dejara ir, pero ella decía que como iba a estar entre puros hombres. Yo no estudiaba, estuvimos varios años allá.”

“Mi padre también trabajó en San José, en Zacatecas estuvo en la catedral, con los jesuitas en Torreón, Coahuila. En Guadalajara trabajó en oficialía de partes, su último empleo fue con el gobernador Guillermo Cosío Vidaurri. Fue en los años setenta, que mi padre se fue de aquí de Colotlán.”

“En aquella época venia el cine Olimpia y se daba la función en la Plaza de Toros. Rentaba uno su silla. Había de no te pongas ese vestido, porque es para ir a misa, cada quien tenía su ropa especial para salir el domingo. El jueves y el domingo se ponía la banda en la plaza y tocaban música muy hermosa. A mi me gustaba sacar a mis hermanitos, los arreglaba y los llevaba a la plaza, me sentaba en una banca y me ponía a escuchar la música de la banda de don Mariano y don Liborio Sánchez, que tocaban casi pura música clásica”

“Las misas eran todas en la mañana, la misa mayor era a las nueve, y era la más solemne donde se cantaba. En la misa de niños a las siete de la mañana, cantábamos los niños. En la tarde era el rosario. El piso de la iglesia era de madera, y la iglesia estaba limpisima. El sacristán limpiaba los santos, con otates. Casi todo se conserva igual como entonces, los mismos vidrios, canceles, puertas, sagrario, confesionarios. Cambiaron las ventanas, se quito el pulpito, del presbiterio quitaron unos vidrios esmerilados, alrededor del purgatorio, las columnas del atrio. El salón al costado era para las juntas de los diferentes grupos de la iglesia: acción católica. La sacristía olía a incienso. El fervor de la gente era más que ahora.”

“En Colotlán había más cultura en aquella época, había muchas cosas bonitas, se sentía la influencia europea y la gente aquí era más educada. Se respetaba a las personas, no se les tenía coraje como ahora. Los patrones eran los patrones y los respetaban cada quien aceptaba su lugar. Era un honor trabajar con los señores, incluso muchos hasta arriesgaron su vida por ellos, por ejemplo mi abuela materna que trabajaba para don Agustín de Ávila y le salvó la vida en la revolución, ó como mi tía Ignacia Ortiz, que era la encargada del mesón que estaba enfrente de la Plaza de toros, sobre Obregón. Hay muchísimas historias de ella durante la revolución, ella escondió a muchos sacerdotes y nunca le paso nada. Allí llegaban los revolucionarios y ella se ponía al tú por tú con los generales y la soldadesca. Tenía un carácter muy bonito, ella nos platicaba sobre aquella época y parte de esos relatos forman parte de las memorias de mi madre “

“En Colotlán vivíamos muy tranquilos, muy en paz .“

Memorias de Nicolasa Medrano




Colotlán en el año de 1912 era un lugar lucido, por aquel entonces en la sociedad se distinguían las siguientes familias: los Zulueta, los Barragán, los Aparicio, las señoritas Escobedo, que fueron las dueñas de la Casa de Romualdo Ortega. Toda esta gente refinada le daba importancia al pueblo, y no salían a la calle sin sombrero y guantes. La familia Ruiz que era poseedora de uno de los capitales más importantes de aquella época, usaban este tipo de ropa, que es muy distinta a la utilizada ahora.

En aquel entonces había grandes y lujosas casas tales como la de los Aparicio, donde es la terminal, la de los Zulueta, que fue después de Toña Macías. La de las del Muro, que después fue de Eliseo Navarro, así como también grandes comercios tales como “el Banco” que fue la tienda de don Pascual Rodríguez, enfrente del jardín. Por aquel entonces había fuentes de trabajo, aun cuando en pequeño: se tejía bastante la palma y muchas familias vivían de esta actividad, incluso hasta los niños la tejían y fabrican bonitos sombreros. Entre los sombreros más destacados se encontraban: Don Jacinto Vázquez, Don Isabel Orozco y Don Anselmo Orozco. Entre las costureras más reconocidas se hallaban las hermanas Lupe y Juanita Covarrubias, en la esquina de independencia y centenario y don Gumersindo Briones. La mejor sastrería era la de Don Silvestre Pinedo, quien era también integrante de la Banda Municipal. El pan de Santa María lo hacían señoras profesionales como Francisca Alejo, Félix Márquez, Victoriana Andrade que también hacía muy buen pulque en Soyatitlán; Don Bartolo Huerta también tenía fama por su pulque. En aquellos tiempos también había muchas zapaterías y la tenería de don Petronilo Frausto tenía mucho movimiento curtiendo las pieles necesarias para diferentes actividades productivas. También se sembraban muchas hortalizas en las huertas y los planos de las Canoas y de Santiago se cultivaban con trigo, que era molido en el molino de Santa Isabel, que era propiedad de don José Zulueta y don Juan Martínez. En ese mismo lugar estaba también la planta de luz, que era privilegio de los ricos, no de los humildes. El agua se vendía por las calles en cántaros cargados por burros, que la traían de los manantiales de la Tierra Blanca, los Salazares y el callejón del camino viejo a Santiago, de donde brotaba una agua azul o blanca, menos gruesa que la de la Tierra Blanca. Las canoas se distinguían por su buena repostería, Don Adolfo Huízar hacía deliciosos polvorones, gaznates y mueganos que en nada se les comparan los de hoy. Pero todo eso se terminó. Las personas aquellas por ningún motivo existen más, las famosas guerras destruyeron todo; mucha de esa gente salió del pueblo y jamás volvieron. La primera guerra fue la que empezó en 1910, antes de ella apreció un cometa, se vio al norte del pueblo, que salía al meterse el sol; esto fue antes de que estallara la revolución. Creo que el primero que entró al pueblo fue Madero, porque yo oí un soldado que decía:


-¡GRITEN QUE VIVA MADERO!


Y una señora gritaba: -¡VIVA PANCHO VILLA Y TAMBIÉN ESE SIÑOR!

Enseguida fue Pascual Orozco, los maderistas estaban en el pueblo. En ese pueblo el triunfo es de los que están fuera, entran los orozquistas, quedan en la torre algunos, no alcanzaron a bajarse, entonces los de Orozco pensaron en quemar el templo, pero no lograron nada ni se bajan, ni se quema, la puerta y la tarima sólo quedó manchada por mucho tiempo, llega el padre capellán de san Nicolás y les habla:

-Miren, si me permiten los bajo, pero ¿me prometen no perjudicarlos?
-Lo prometemos.

Sube el padre Ortiz a la torre, los baja y se los lleva a su casa, la que fue de las señoritas Basurto. Claro que algo necesitaban a cambio, tuvieron que entrar a las tiendas. Creo que la guerra de los orozquistas fue más fuerte que la de Madero. Entonces salieron don J. José Zulueta, don Emilio Bermúdez y don Juan Martínez con bandera blanca en forma de paz; y así, paso algún tiempo, ni se quedaba nadie nomás daban el mal rato, hasta que Zapata entró a dar una reconocida, al fin no supe como estuvo la llegada de Natera y la de Félix Bañuelos, pero si disfrutaron algo: quemaron la presidencia municipal, quemaron los portales, igual se llevaron lo que necesitaban. Cuando estaban los revolucionarios en el pueblo las familias se escondían de una casa a otra; unos esposos que vivían por la calle Guerrero, frente a la casa del Dr. Saucedo (o sea, don Agustín de Ávila) se fueron a refugiar a la vuelta por la calle Juárez, con una familia humilde, estaban en una pieza y había varias familias cuando llegaron unos soldados a pedir tortillas y comida, la señora les dio la que había preparado para todas las familias que estaban allí refugiadas, pero cuando se asomo a la calle, se dio cuenta que en los corrales otros soldados se llevaban su vaca, ella les suplicó con buenas palabras que era viuda y que la vaca era el principal sostén de su familia, hasta que consiguió el indulto, pero tuvo que darles toda la leche de ese día y toda la comida. Los revolucionarios y los del gobierno hacían lo que querían, así lo hacían todos.

Cuando quemaron el portal, salió de entre las llamas don Merce Santoyo con su esposa, tenían ocho días de casados y su casa estaba arriba, eran también dueños de la tienda que tenía una puerta para el portal y otra para el mercado. Los revolucionarios se metían a las casas y sacaban maíz, pastura y buscaban los caballos para llevárselos. Unos de ellos tocaron a la casa de Don Agustín de Ávila, y estaba entonces una señora de mucha confianza para esa casa, doña Fabiana Ortiz, el caso es que Don Agustín no tuvo tiempo de salir y esconderse en otro lugar, y a doña Fabiana se le ocurrió esconderlo en el caño de desagüe, que pasaba por el corredor y que en esa casa era de gran tamaño y con una gruesa tarima de madera como tapa; ahí se metió de lado don Agustín que era muy delgado, y después de abrir la puerta a los soldados la señora Ortiz se colocó encima de la tarima. Se metieron varios viejos y le exigían les dijera que en donde estaban los dueños de la casa. A lo que doña Fabiana les contestó:

-No, señor, sólo me pidieron de favor que me quedara aquí que iban a los baños de Santa María.

Le dijeron que se moviera para enseñarles la casa. Y ella les dijo sacándose las llaves de entre sus ropas:

-Miren, no me quiebren nada, aquí están las llaves, llévense lo que quieran, está la pieza del maíz abierta, ahí hacen lo que les guste para que vean que yo no escondo nada, entren a donde quieran, yo no me muevo de aquí, son libres de hacer lo que quieran.

Pero uno de ellos insistiendo que le dijera del dueño le dio cintarazos, y otros entrando en el corral vieron el caballo y trataron de agarrarlo, el caballo les tira de patadas no dejándose agarrar, entonces doña Fabiana se retira de la tarima y va y les dice que ella lo aplaca. Los soldados lo quieren matar, pero con esto desisten momentáneamente de sus intenciones, mientras que ella entre súplicas se los ensilla, en eso estaban cuando llegó un oficial, y le dice a doña Fabiana:

-¿Qué pasa señora?
-Pos que van a matar el caballo, porque no lo pueden agarrar.

Y que saca el oficial el cinturón y no los dejo que agarraran nada. Y les dice:
-¿Pos cómo quieren que una gata sepa de la gente?

Y se salvaron el dueño y el caballo. A la esposa del señor la tenían escondida en su casa del Barrio Alto, creo que la guerra era contra el capital.

Después se vino otra, y entonces si había federales en el pueblo, y el que los encabezaba se llamaba Natividad del Toro. El tiroteo comenzó un lunes santo al amanecer, y así se pasaron el día. En el potero de Don Bartolo Gaeta había un campamento, los agarraron dormidos, ahí estaban sus familias, cuando comenzaron los balazos, las mujeres aquellas con sus hijos se metieron a las casas vecinas, dejaron todo lo que tenían de provisiones, de esa gente no quedó vivo más que el Clarín, se bajó como a las cuatro de la tarde, pudo escaparse de entre los magueyes pero lo mataron llegando a la esquina de Centenario con la calle Morelos; sólo les dejaron salida por el Cerro de la Cruz, cuando fueron las once de la noche dijeron las personas que estaban en la casa (yo oí todo lo que decían y casi nada se me olvido). Quemaron lo que quedó de los portales y toda la cuadra que es ahora de Don Alberto Macías, ahí estaba el banco, quemaron la cuadra donde era la tienda de Carlos de León, parece que allí era de doña Leopoldina Felguerez, pero primero sacaron lo más que pudieron. Llegó uno a la esquina de las señoritas Covarrubias y trata de llevarse a Lupe, la levanta y la sube al caballo y ella se baja por el otro lado y así estuvieron forcejeando cuando paso por allí un joven de nombre Nicolás Medrano y se atrevió a defenderla y el viejo se va a golpear al muchacho y él corre y se mete a una casa y el viejo con la distracción no supo por donde se fue, ni tampoco donde quedó la muchacha.

Un soldado se mete a una casa a exigir unas gallinas cocidas en manteca y tortillas calientes, mientras le hacían lo que pedía, se sale a la calle, divisa una mujer en una casa y va y se mete en ella, en la casa no estaba más que ella y su papá, un hombre de bastante edad; ahí fue más decente, se mete a una pieza donde ella trataba de librarse, y se sienta en una silla. Ella le dice que tiene esposo y le ofrece dinero porque se vaya. Entretanto Salvador Medrano que se enteró de la situación va junto con francisca Huízar prima hermana de la muchacha en peligro a buscar a don Salvador Montoya. Cuando lo encuentran le dicen la situación y el los acompaña con Romana Huízar, que es el nombre de la muchacha, y se lleva al fulano y deja el dinero. Como a las tres o cuatro de la tarde, se ve que va por la calle Morelos, una gran cantidad de gente, y entre estos los sacerdotes y religiosas que había en el templo de san Nicolás. La gente se salía de sus casas por que andaban los soldados gritando que iban a quemar el pueblo. Para esto, ya Francisco Ávila había sacado de una casa al Lic. Baeza que era muy conocido y había ordenado:

-Se lo lleva hasta el frente del portal y lo mata.

Luego manda pedir a su casa una cantidad de dinero y doce cobijas nuevas. No las tienen y de con las señoritas Ruiz le ayudan a completarlas. El cuerpo del licenciado quedó frente a los portales en donde toda la gente que andaba en la calle lo veía, y no sabían que hacer con él, por fin van a la casa del licenciado, donde ya había llegado la noticia. Los señores Daniel Ortiz y Antonio Medrano le ayudan a su esposa, Doña Damianita a levantar el cadáver de su esposo y lo llevan a sepultar. Ese mismo día se llevaron a las religiosas y a los padres a Aguascalientes a lomo de burro, con esto el pueblo quedó más destrozado.

Después se posesionaron del pueblo los carrancistas, entre 1913 y 1914 y con ellos un general que apellidaba de Santiago, entonces si que murió mucha gente. A uno que le decían “la Gaviota”, que era de los Hernández, que por acusación de la suegra se lo llevaron. Don Antonio Medrano que se lo encontró cuando lo llevaba la escolta a pasar junto a él le dijo:

-Adiós hermano. Nos vemos en el cielo.

Lo fusilaron en la esquina del panteón del Barrio Alto, y así fusilaron y colgaron a muchos, nada más por venganzas, de tal suerte que no quedó un solo árbol de los alrededores del pueblo, por Acaponeta o los Salazares, que no tuviera dos o tres colgados. Los soldados se apoderaron del hospital y ahí pusieron el cuartel, el altar lo convirtieron en el banco de armas y de un clavo del que colgaba un santo, colgaron la carne. El templo ese quedó violado y muchos soldados murieron de epidemia. Cuando quedo sólo tiempo después, allí vivió don Josecito, su esposa Juana Ortiz y don Paulino Miramontes.

A un coronel carrancista que se acuartelaba en la casa de los Aparicio, se le vino la buena idea de crear un mercado de gran lujo y aprovechó las canteras de la lápidas del panteón del Barrio Alto y de los que había en el atrio de San Lorenzo para hacer los arcos de lo que fue el mercado. Ya después que no hubo muertos a cuales despojar de sus lápidas se detuvo el trabajo. Se le ocurrió también cuando fue tiempo de llevar a la virgen al pueblo de Santiago, que la llevasen en cajón y a los comerciantes y danzantes les dijo que no repicaran las campanas, y que no hubiera música, ni luces. Un grupo de mujeres armadas de piedras y palos y encabezadas por Pepa Ruíz de Ortega fue a verlo y Lola le pide que les permita realizar la fiesta como es costumbre en el pueblo a lo que el le dice:
-No, porque ahí hay muertos y borrachera.

Lola airada le contesta:
-Pues más muertos habrá y la llevaremos como es costumbre.

Pues, no. Responde él molesto.

El asistente del militar le murmura:
-Mi coronel la gente es mucha...

A lo cuál más molestó por la intromisión de su lugarteniente agrega:

-Ya dije que no.

Lola le dice:
-Bueno, pues no pocas serán las piedras para usted, y la llevaremos. Volteando para con sus seguidoras les dice: -¡Vamonos, mujeres! Cuando salieron de la entrevista ya estaba Salvador Montoya con su gente esperando la resolución. Cuando iba la multitud de gente llevando la virgen por dentro de los potreros, de un lado había carrancista y del otro villistas; por fin en Santiago se juntaron y comieron como hermanos.

Antes de que estallara la guerra de la persecución religiosa, ya se hablaba de unos guerrilleros Huerta. Pero fue el dos de agosto que estalló la guerra.

Un buen día por la mañana llegaron tres sujetos, armados nada más de pistola al cinto al mesón de san Luis, que en ese tiempo lo atendía ya la Sra. Atanacia Ortiz, y le preguntaron a ella:
-¿Quién se entiende con este local?
Ella contesta:
-Yo, ¿qué se le ofrece?
-¿Sabe usted donde vive Don Herminio Sánchez?
-No se el número de su casa.
-¿Con quién podríamos informarnos?

Enfrente vivía Don Cesáreo Pérez. A el le preguntaron y les dijo la calle pero no el número. Después le pidieron a un miembro de la orquesta de Don Cesáreo que le llevará un recado. Fue enseguida y al poco rato llegó Don Herminio. La Sra. Atanacia Ortiz ni una silla les ofreció. No les conoció. Ellos le dijeron su asunto, y sin más palabras, don Herminio les contestó:

-Mientras yo sea árabe ustedes no venden aquí su mercancía.

Da la vuelta para la calle y los deja plantados. La señora Atanacia escucho que de Aguascalientes un General Huerta pedía la plaza para el día siguiente. Pero no paso nada.

En el mes de diciembre, desde el día doce comenzó la lluvia, no fueron tormentas estragosas, pero no dejo de llover un solo día, y el río comenzó a crecer incontenible, hasta que arrastro con el calicanto y después subió hasta la calle de la Alameda y llegó hasta el edificio de Santa Isabel donde estaba la planta de luz. La huerta que había enfrente del callejón de Quiteria (conocido así por que allí el esposo dicen que mato a su mujer), esa huerta que estaba donde termina la Alameda, era de Pepa Ruiz, esposa de Don Julián Ortega. De la casa de Don Pablo Márquez, el dueño del volantín, y de Chilo Ramos solo quedo un montón de escombro. Lo cierto es que la lluvia no ceso hasta principios de enero, y que la gente encabezada por el Sr. Cura José Martínez y su capellán Don Mateo Correa hicieron muchos sacrificios espirituales, entre ellos sacamos a nuestro señor Jesucristo en andas por todo el pueblo y al llegar a la calle del Centenario dijo el Sr. Cura:

-Las personas que tienen algunos disgustos es hora de reconciliarse. Antes había pedido tres niñitos, lo más recientes. Los puso enfrente del sagrario todo el día para que ayunaran, pues dizque pagan justos por pecadores.

Unas señoritas de la clase más que media, pidieron limosna. Otras descalzas al estar en la calle alta, se empieza a ver donde el sol se mete, el cielo rojo da un pequeño vislumbre y la gente grita:

-¡VIVA CRISTO REY!

Ya fue menos la lluvia, pero seguía la noche oscura. La gente de la calle de la Concordia se refugiaron en el Portal, en la Capilla de San Lorenzo y en el mesón. La señora del mesón les cobró pero les ayudaba con lo que podía: alimentos y algo más. Las casas no se cayeron con el agua pero si se llenaron de goteras parejas. El templo de San Nicolás sirvió como dique de contención de las aguas, por la calle del frente no se podía pasar. Como a las dos de la mañana entró el agua al templo. La creciente subía por la calle de Nicolás Bravo, por la Primavera, por Guillermo Prieto, la huerta de las Brujas se llenó hasta la calle Sánchez Román, con la intención de entrar a las casas. Estábamos en misa cuando el agua ya estaba subiendo al portal.

El día dos de agosto, día en que la iglesia celebra el jubileo de Porciúncula, ese día se le ocurre al Sr. Placido P. Vázquez cerrar los templos. Tal vez fue mandato superior, pero pudo hacerlo con modos más decentes. Don Plácido va primero al templo de San Lorenzo, ya con el arma en la mano le pide la llave del templo al encargado del aseo del templo a lo que éste le dice:

-Pos el barrio es el que se entiende, hable con alguien de ellos, yo sólo barro y doy las llamadas. Algunos de los vecinos al darse cuenta de que algo pasaba se acercaron y en eso don Plácido se fue. Lo vieron que llegó a la Alameda y después con su hijo por la calle que va para Santiago bordeando el cerro. La noticia cundió entre la gente del pueblo y se formó una comisión de mujeres que encabezaban la señorita Lala de la Isla, Cuca del Real y una señora que fue esposa de don Pedro Díaz y las señoritas Ortiz. Alguien les dijo que no estaba el presidente, el Sr. Jorge E. Preciado, y se dirigieron con el interino, el Dr. Pascual Cumplido, persona de atenciones y muy sociable. La comisión le trato el asunto en su casa, con mucho respeto y sin desordenes y su contestación fue:

-Yo no tengo nada que ver en este asunto, yo estoy para ayudar al pueblo conforme con la comisión que ejerzo, hablen con los munícipes, ellos decidirán todo.

Sale la comisión y en el Portal se encuentran con Domingo Ruvalcaba y él dijo:
-Yo soy católico
-Pues si así es, grite ¡VIVA CRISTO REY!
-No puedo hacer otra cosa.
A don Francisco Ortega que tiene su tienda en la esquina del Portal no lo encuentran y se pasa la gente de la comisión a la calle Morelos y hablan con Chito Rosales, el dijo:
-Yo fui de la iglesia cuando tenía novia, yo desconozco esto.
Se pasan de allí con el Sr. Enrique Basurto Aviña, que les dice:
-A las cuatro de la tarde nos vemos en la oficina, yo estoy con el pueblo.
Finalmente la comisión se dirige a la casa del Sr. Plácido, y algunas de las señoritas educadas preguntan por el Sr. de la casa a lo que les contestan:
-No esta el Sr. pero están las hijas y con palabras más corrientes les dicen que ellas resuelven el asunto. Pero otra de las hijas les tira con una maceta a las de la comisión y enseguida va con los pájaros, y se arma un zafarrancho que termina con el destrozo de la casa, al que se suma mucha gente del pueblo, sobre todo la gente que vive en la calle Zaragoza. La bola se mete a los corrales y las piezas a buscar a don Plácido. Luego llega un pretendiente de una de ellas, vestido de traje y una carabina en la mano para imponer autoridad, pero más le valiera no haberse metido, porque la gente arremetió contra él y le quitaron el arma, lo pisotearon y lo aventaron a la calle, con los pantalones, cuellos del traje y la camisa rotos, asimismo como la carabina que se la quebraron. Excúseme decirles como las dejaron a ellas.

En el curato, enfrente de la sacristía, se encontraba en aquellos días un sacerdote de nombre Alfredo Espinoza, quien mandó a dos seminaristas a que se retiren los de la comisión y cuando todo terminó las hijas de don Placido se fueron a quejar con el presidente interino.

Se quejaban de que les habían destrozado su casa, sus plantas finas y la loza importada.
El presidente les contesta:
-Escoja de las plantas de mi casa una que igualen a las suyas. Puede llevárselas. Aquí entraron bastantes gentes y como ve, ni una hoja cayó. Pásese al juzgado.
No arreglaron nada.

En la esquina de Don Manuel de León estaba el comandante de la policía y alguien le dijo:
-¿Qué pasa con la policía?
-No, quien se mete, que gocen.
Entretanto en la parroquia, había mucha gente entrando hasta el Baptisterio, corría la noticia de que iban a cerrar y toda la gente estaba atemorizada. A un lado de, la puerta donde esta el cepo de las limosnas, estaban las señoras Margarita, Cuca y su hija Auxilio rezando, cuando ven a un hombre de sombrero grande que le cubre hasta los hombros, que con un cuchillo amenaza al sacerdote, y se van encima de él las tres. Logran hacerlo huir, y corren detrás de él, en el camino se les junta otra señora con una llave en la mano. El hombre se esconde en un puesto, y allí lo alcanzan y la que lleva la llave le da con ella en la frente, las demás encuentran unos palos en el puesto y con ellos lo sacan a piquetes y lo llevan a la cárcel. Le piden a don Pilar Huízar, que es el alcalde las llaves, y como se niega se las quitan de la bolsa y los meten a los dos a la celda. Así fue como empezó más o menos esta guerra, después siguió el temor y el templo se cerró. Los primeros que llegaron fueron los ejidatarios. Apresaron a Don Pedro Díaz y a Don Jesús María Navarro, porque querían los fondos de la Adoración Nocturna. Eso paso en el mesón. Casi todas esas cosas pasaron ahí.

Tiempo después llegó la federación y a la cabeza el general Crisanto Quintero, quien no se hospedo en el mesón, sino en la casa anexa al mismo, la puerta de la calle estaba abierta y entró como a la propia, habló para que saliera alguien y la Señora Atanacia Ortiz, la dueña de la casa sale a ver quien habla y le dice Quintero:

-Una pieza que necesito.
Con toda energía le dijo ella.
-Mire señor, enseguida esta el Mesón.
-Necesito una pieza, he dicho.

Pues en esos tiempo, esas gentes, donde a ellos les gustaba o donde les parecía y nada más.
-Esta es de mi familia.
-Estaré más seguro. Y agrega -Supongo que son cristeritas, ¿No?...
En esta casa permaneció hasta que se calmó la guerra, cuando ya no hubo balazos. Después llevó a su familia, que vivieron en la casa que después fue de don Isabel Cameros. El General Quintero era buen hombre, no perjudicó al pueblo. Aprehendió a algunas personas, sobre todo delincuentes, y a uno porque le encontraron correspondencia de los cristeros. Los castigaba y los dejaba libres, que no volvieran al pueblo. Uno de ellos fue Daniel Huízar y una señora Petra Villalobos.

Un primero de mayo, en donde fue el teatro, los soldados celebraron una hora de silencio por aquellos del ejército que habían muerto en combate; pusieron dos banderas, una la nacional, en el foro y la rojo negra en la parte de abajo. Al evento fueron puros soldados, pero no podía faltar la señora Atanacia, que llegó hasta la puerta del teatro y les dice a los dos centinelas:
-¿Qué hay aquí?
-No hable fuerte, Nachita.
-¿Porqué? ¿Qué hay muerto o enfermo?
-Aquí nomás es para los soldados. (Ella hace a un lado las carabinas y se pasa)
-No, aquí esta muy feo, ni música, ni hablan. (Se sale)

Al poco rato llegan los oficiales a comer y con ellos Don Agustín Rivera que era el presidente municipal, todos comentan y él le dice.
-Nachita, ¿por qué no fue a la fiesta?
-¿Pos cuando me invitó? Y hubiera querido ser de las preferidas. Bueno me atreví y ahí pase y me metí, pero pos estaba tan silencio y ¿la música? Pero lo que deveras se vio simpático fue su bandera negra. Yo he oído que dicen que“las de arriba... tiran a las de abajo” ¿La va a seguir poniendo?

-Si, de aquí en adelante esa será la nacional.
-Pos será en su rancho.
-Pos yo no respondo, hay algunas mujeres avisadas.

La familia de las señoritas Ortiz y varias amigas, entre ellas Cuca de León estaban en contacto con un grupo de Guadalajara y ellas celebraban las fiestas de devoción entre los católicos, la fiesta del sagrado corazón, las fiestas mayores, las posaditas y el nacimiento. El día 12 de diciembre lo celebran con rosarios, sin temor alguno, cantos a voz en cuello frente al Mesón de San Luis que era cuartel, a un lado de la Plaza de Toros, que era también cuartel y en la casa de Don Manuel Valdez, donde era el cuartel general. En donde eran las procesiones y en una pieza el Oratorio. En un día doce al mediodía estaban ellas y la señorita Clotilde García rezando, cuando se dieron cuenta que en la puerta estaban unos soldados y un policía llamado Enrique, cantaron varios cantos que a ellos los ofendía y por último el himno nacional y la señorita que dirigía les dice:

-Señores su asunto, ¿Puede decirme como entraron aquí?
Contesta el policía.-Es que venimos a buscar a don Cesáreo.
-Pero si usted sabe que él se fue del pueblo. ¿No vive usted aquí en la esquina?
¿Cómo pudieron entrar?
-Abrimos.
-Qué bien se conoce la clase de gente. Si esta la puerta cerrada se entiende que es para llamar, que no se repita porque los voy a acusar y a darles el título merecido.
Esto se hizo durante los tres años de privación de nuestros templos

Uno de los días del novenario, antes del nacimiento del Niño Dios, llegan los de la defensa de la V., entre ellos algunos del ejército, cuando pasaban frente a la casa donde se celebraban dichas fiestas, le dicen algunos a la señorita que estaba en la puerta:
-Ya volvimos (dizque habían ido al combate).
-¿No falto ni uno?
-No señorita, bueno, vamos a cumplir un compromiso con el chiquitín que esta acostadito, -¡Lo cumplimos muchachos!. –Lleven los caballos al corral y vénganse todos.
Todos entraron de rodillas, depositaron un donativo al Niño Jesús, llevaron velas. Con lo del donativo se les hizo una cena el día 24.

La familia del Mesón de San Luis tuvo mucha suerte, en aquel entonces tener una imagen religiosa era el mayor crimen, algunas personas hicieron subterráneos para esconder sus santos. Nadie podía traer un crucifijo al cuello y en esa casa ni los santos se quitaron de sus lugares. En un hotel que había por la calle Morelos, esquina con Guerrero les quemaron todos lo santos y les destrozaron bastante la casa; tal vez quisieron hacer lo mismo que hacía la Señora Atanacia y les falto táctica para defender su causa y contestar a las palabras ofensivas con que les provocaban, principalmente los campesinos.

En una ocasión un ejidatario del rumbo del Sauz de los Márquez quiso acusar a la señora Atanacia enfrente del general Montalvo diciéndole:

-Ahora si vas a vender, no como cuando vinieron los robabueyes que no te pagaron.
Ella le contestó: -Pues mira José, como dueña de lo mío lo que regalo a ti no te hace falta. A ti también te he regalado cuando no traes dinero. Ustedes lo que hacen es llegar provocando cuando no con lo que doy de mi comida, con que el cura o la monja, cosa que a ustedes no les importa. ¿No eres tú uno de los que cuando salen dizque a campaña te vas al templo y cuando llegas vas a llevar las velas? Tú lo que tratas es de ganarte el pedazo de tierra que no es tuyo, si cuando vinieron los cristeros, destruyeron el jardín porque iban a misa, ¿Pues no supiste que tu mujer vino a bautizar?
-Yo voy y los desbautizo.
-Pues ya recibiste el ascenso con el poder para desbautizar.

Interviene el Sr. Montalvo. –Mire señor, usted no tiene derecho a molestar tanto a la señora, ella sabrá qué es lo que hace con lo que es de ella.
Doña Atanacia agrega- Y en los mismos plato, porque no tengo otros.
Le pregunta el general Montalvo a doña Atanacia: -¿Así que es usted cristera?
-¿Porqué niego lo que soy? Ni trató de ganarme a unos ni a otros.

Después del combate del 22 de abril ocurrió lo siguiente:

Una noche se oyeron unos gritos por la calle Morelos: ¡VIVA CRISTO REY! Pasaron frente al portal y luego frente al cuartel vuelven a repetir lo mismo, hasta llegar a la calle Obregón y como todavía estaba tapada la esquina Ramón Corona se regresan y se detienen frente al Mesón y no hubo quien hiciera un disparo, hasta que unas mujeres de los soldados les gritan:
-¿Qué esperan que se los lleven entre las patas?
Luego de la casa que esta enseguida del Mesón sale Uriel Rosales con la carabina colgada, el de a caballo se detiene y lo que él hace es darle una palmada en la enanca al caballo, éste corre y luego los que están arriba de la casa de frente, hacen un disparo le pegan en una pata y gritan: -Ya cayó.

Se van unos tras de él y encontrando el rastro de sangre lo siguen hasta donde comienza el empedrado y allí se les pierde. Este era Pablo González que mucha lata les dio, que más de una vez lo llevaron preso los federales, amarrado, el general Quintero lo conocía perfectamente, en una ocasión lo llevaron al Mesón de san Luis pero como se lo entregaron al general le dice éste a la señora Atanacia:
-Ahí esta uno de tus hermanos.
-También suyo, ¿no?
-No, yo no.
-¡Ah! ¿Usted no viene de Adán? –Viene del chango. ¿Y ahora que le va a hacer?
-Lo voy a fusilar
-Pero primero dele de comer, mire nomás pobre hombre, todos a caballo y él a pie y amarrado. Tiene sed.
-No, “ay” que se muera.
-Y si usted fuera como él y yo le diera agua ¿No se sentiría bien?
-Pues dale pues, pero le pones veneno.
-¡Ah! Pues ya sé lo que haré con usted.
-Dele
-Si, le doy. (le da agua)
-Oiga, suéltele una mano pa darle una tortilla y así se lo llevo, hasta que lo soltó y le dice:
-Si él se va, a ti te voy a fusilar.
Luego nadie se dio cuenta cuando se fue, y así pasaba con los que le entregaban, le entregaron prisionero al señor cura de Bolaños, Juan García y a las religiosas que estaban con él.

En las fiestas del general, primero se repartían unos tacos a los que pedían por las puertas y después a los invitados, en Colotlán, no mató a nadie. Zapata, uno de los capitanes, colgó a Pablo Valdovinos al pie de la Sierra de San Nicolás, pero cuando llegó el general y que le rindieron el parte, hirió al capitán a golpes de espadín y lo despidió de su ejército. Se cree que por todo lo que vieron que hacía, lo acusaron con bastantes firmas de los municipios de Colotlán. Pero todo era una mentira, llegó un general de división de México, según eso con la orden de colgar al general Quintero, precisamente el día de su santo, en que se le hacía una gran fiesta. Este señor llegó por la mañana y lo recibieron con grandes atenciones, le ofrecieron desayuno y no lo aceptó, con nadie hablaba, no obstante que estaban las mejores invitaciones, destacaban las señoritas Márquez Medina, Argüelles Aldana y las Flores., pero a este señor no se le oía una palabra de conversación. Llegaron los generales Félix Bañuelos y Pánfilo Natera y se los presentaron, después empezaron a llegar los grandes regalos de todos los municipios: de Tlaltenango, un becerro con un collar de tarjetas y monedas, de Huejuquilla, un caballo, y así de todos los alrededores del pueblo, regalos como ningún año. Al mediodía el general Márquez Medina, les saluda y el que venia a colgar al general Quintero se dio cuenta de que todo era una mentira, una falsa acusación, dio lectura al escrito que llevaba y dijo los nombres de los acusadores, pidió todas las disculpas y salió de aquel rincón, entonces solicitó un brindis: “a salud de mi general Quintero”.