Saturday, September 26, 2009

Don Chalòn y doña Tolita

Evelio Màrquez
Absalón Márquez, nacido en 1913. Era un hombre de costumbres muy sobrias, jamás gusto del cigarro, el baile, el vino, o el juego, su único gusto fue el trabajo, y a sus noventa años se mantenía aún muy activo trabajando con indomable tenacidad en el pequeño patio trasero de su casa:

-En todo lo que se puede.

Eran sus palabras textuales, a la pregunta indiscreta, ¿En que trabaja don Chalòn?

-En su corral, se pasa los días enteros dándole forma a la madera, lo deja solo para venir a comer, comenta su compañera de toda la vida, doña Tolita, cuyo amor y dedicación por su marido se desborda por su ojos claros. El recuerdo del primer encuentro en la feliz pareja se hace inevitable.


Ella comenta:

-La familia de él tenía una huerta grande cerca de nuestra casa, que sembraban ellos mismos. Él tenía que ir a trabajar continuamente y allí nos conocimos. Nos casamos en 1932, y ocho años después nos fuimos a vivir al Saucillo.

Los recuerdos de la pareja se desgranan con gran rapidez, dejando profundos notas de tristezas, penurias y alguna que otra gran felicidad.

Don Chalòn dice:

-Agustín Rivera fue un gran presidente. Lo conocí desde nuevo hasta que murió. El fue de los que más ayudo al ejido. A él lo vinieron matando porque el quiso hacer la presidencia con el trabajo de todos, y a cada quien en el pueblo le asigno cierta cantidad de días de trabajo, Había un señor muy rico, que se tanteaba ser más poderoso, y se le hizo que se iba a ver feo cargando adobe, y esa fue la razón por la que lo mataron. Cuando murió él estaban dos en la cárcel de sus mismos conocidos, fueron los que dieron santo y seña. Lo mataron cuando iba subiendo las escaleras de la presidencia, lo habían sacado a testificar, y estos que estaban viendo se dieron cuenta, de cómo estuvo y como murió. Salieron de la prisión y dejaron pasar unos días, y un día estando sentados el que era presidente y el que era promotor de que mataran a Don Agustín, juntos en una banca de la plaza y hasta allí llegaron los dos muchachos y le dijeron:

–Sr. Don Paco, así se llamaba.-¿Se acuerda usted de cuando mataron a don Agustín Rivera? Quiso que no se acordó, entonces que vio don Segundo Ortega, que los iban a perjudicar, él creyó que a él también, pero a él no pensaban hacerle nada, nomás que dio traza en sacar la pistola, y aún ni siquiera la tocaba cuando ya lo habían matado. A Paco Huízar le leyeron toda la sentencia, y allí quedaron los dos. Paco Huizar, era inspector de escuela. Nosotros vivíamos por la Paseo y el papá de él tenía una tienda en la pura esquina, entre Paseo y Zaragoza. Se llamaba don Ines Huizar y era un señor muy bueno, muy cariñoso.


Todos los del Carrizal y el Capulín participaron en la revolución, Nosotros como éramos creyentes de otra fe, no íbamos de acuerdo con el clero, todos los ranchos más para acá eran del clero. A mi tío Evelio Márquez lo respetaban y a todos por los beneficios que recibían. Pero el rancho tuvo un destanteo causa a eso, lo quemaron tres veces a causa de la creencia. Cuando ya la revolución andaba en buenas, hubo un día que el gobierno tuvo que reconcentrar a la gente en el rancho, porque se voltearon dos generales de los agrarios, y en un dos por tres acabaron con ellos. Mientras que concentraron a toda la gente en el rancho, nosotros tuvimos que irnos a la cueva del Meco a refugiarnos. Y como aquí estaban llegando los jefes revolucionarios iban que a sacarnos de allí, pero no nunca pudieron. Fueron varios jefes a intentarlo los huicholes y los cristeros, nos aventaban bombas y disparos, que se perdían en el fondo de la barranca. La cueva del Meco es una cueva muy grande que en la boca cabe un puño de hombres a caballo, pero a medida que se introduce en ella se va acobachando. Al fondo hay muchas cuevas. Hay un ojo de agua, un manantial muy bonito. Se encuentra en un peñasco muy alto y arriba tiene fareje, y abajo esta casi al nivel, y de allí penden dos arroyos y es un declive hacia abajo fuertecillo. Los que andaban arriba, si se arrimaban a los lados. Estuvimos allí unos poquitos días, allí nadie nos molestaba. En esos días mataron los revolucionarios a un hermano de mi papá, vivía en un ranchito enfrente del Capulín, y con él la mamá, una hermana y una chamaquita hermana mía. Un sirviente de ellos vivía también en una casita cercana. La víspera de que lo mataran fueron a investigarlo, y el les platico que pensaba ir a Colotlán a llevar una carga de maíz al día siguiente, y les dio santo y seña. Al siguiente día apenas llego a la puerta del potrero ya lo estaban esperando, entonces luego luego lo agarraron, lo recargaron a la piña de la puerta. Mi abuelita, se fue a abrazarlo, y le pegaron un balazo a mi tío en la sien, y se fue resbalando recargado en la puerta, a mi abuelita le dispararon en el ojo, y el impacto le salió por la nuca, casi en el mismo sitio que a mi tío. A mi tía también la golpearon mucho y la dejaron allí tirada. Mi hermana de nueve años, con la impresión nos duro muy poquitos días, prontito se murió. El pleito todo era la religión. En nombre de Cristo rey mataban y robaban. Fueron ingratos.

Decían en la casa, en ese entonces, que la revolución se había basado en un acuerdo que había tenido el gobierno con el clero, que el clero ponía la gente y el gobierno las armas. Entonces los mismos soldados tenían que llevar cierta cantidad de armas y parque a ciertos lugares. Decían que ese fue el principio y el motivo para que hubiera la revolución. Por lo mismo nosotros quedamos afuera. Nosotros ni a la revolución fuimos, y llevamos la misma pena.

Antes no se acababa una revolución, cuando ya comenzaba otra, la cristera fue la última. Todos los hombres que había en el rancho participaron en la revolución. De Morelos y del Carrizal participaron gentes como: Eliseo Navarro (gente rica, papá de Armando Navarro), Rafael Raygoza, Maximiano y Pedro Medina, ellos eran de los jefes, de los más crueles, ese era su oficio y don Agustín Rivera. El ejercito a toda hora que se les ponía trabajoso, reconcentraban a los ejidatarios, pa que les ayudaran. Y no podían decir que no porque pos de allí estaban viviendo.

Platica doña Tolita:

-Don Eliseo Navarro la hacía como de agrarista, ¿verdad?, porque mi papa tenía un caballo muy bueno, con una silla de montar café muy bien bordada y tenía una carabina. Entonces cuando él la tenía estaba pacifico no habían guerra ni nada. Y un día llegó don Eliseo Navarro con gente preguntando por mi papá. Mi mamá le dijo que no estaba que andaba trabajando, no esta en la casa y le dijo don Eliseo que para cierto día les tuviera el caballo ensillado y una carabina:

-Porque la necesitamos. Fue su explicación.

Mi mamá les contesto, que el caballo era muy bueno, porque a él costo, porque el no le fue a pedir a nadie, ni se lo fue a robar a nadie. Si esta muy bueno su caballo, pero a el costo dinero. El día que dijeron fueron por el, yo estaba chiquilla y me acuerdo que mi papá hasta le lloro a su caballo. La pobre gente era la que tocaba sufrir, llegaba un partido y lo fregaba, llegaba otro y también lo fregaba.

Continúa don Chalòn:

Recuerdo cuando comenzó la guerra cristera, había un poco de gente del gobierno aquí en Colotlán, y los cristeros que venían eran muchísimos, se veían por todos los caminos las tropas. A partir de la nueve se comenzaron a ver por todos lados los revolucionarios, y se veía más bulto porque traían animales para llevarse todo lo que encontraban. Los de la resistencia habían abierto zanja en las bocacalles de las entradas al pueblo. Pero la gente de aquí ya les tenía abiertos boquetes en sus casas, para que por allí pasaran a la siguiente. Llegaron y rodearon el pueblo, y al poco rato ya andaban revueltas todas las getes. Los del gobierno, estaban en el mesón enfrente de la Plaza de toros, allí tenían sus caballos, y en la plaza y otros edificios habían puesto sus fortines. Todo el día se oyó disparos y comenzaron a morirse gente de aquí. Se les acabo el parque pronto de 7 milímetros y luego sacaron el parque de 7.62, y pronto de los desbarataron eran unos rifles grandes. Por hay como a las siete u ocho de la noche, idearon en salir con una escolta a caballo, y les dotaron a la gente de la misma con rifle de 8, que era una detonación muy distinta. Entonces salió la gente a galope gritando viva el 75 y viva el 75, y como ese regimiento había acabado con los revolucionarios, le tenían mucho miedo y pos de esa forma vinieron retirándolos fácilmente. Los cristeros se retiraron, siendo que tenían rodeado el pueblo una y otra y otra vez, y no había por donde hubieran entrado los del 75. De rato se comenzaron a oír clarines y cuernos y por ahí a las dos horas se asilencio, se retiro toda la gente así como vino. A mi me toco estar aquí, porque por la calle Juárez vivía un pariente de mi mamá y le había facilitado la casa a mi mamá para que se viniera ella. A mi me trajeron porque se necesitaba hacer un trabajo en las azoteas y andábamos empezando cuando comenzamos a ver la gente, y los de aquí empezaron a decir que se metieran todos en sus casas porque iba a ver guerra. De allí de la parroquia hacían camino, se venían montones de a caballo y al pasar el río los estaban perjudicando con una ametralladora.


Dice doña Tolita:

-Las zanjas que cavaron los de la defensa, en la mañana cuando amaneció, aparecieron llenas de vacas muertas, panzonas con las patas para arriba. Mucha gente murió en esa guerra, entre ellos un tío mío, hermano de mi mamá. El quedo tendido en la plaza de toros, con un tiro en la frente. También su concuño de nombre Ezequiel Orozco, ellos eran agraristas. Decían que a los muertos los echaban a los pozos de lazo. Todos los del gobierno estaban concentrados en ciertos lugares, y toda la gente de aquí era más bien del clero que del gobierno, y les ayudaban a los revolucionarios, haciéndoles hoyos a las casas para que por allí pasaran. La gente que le ayudaba al ejército eran aquellos campesinos que ya habían recibido parcela, o que querían recibirla. Ya para entonces habían repartido muchas haciendas.

Evelio Márquez fue señor muy caritativo, cuando nos casamos nos quiso dar un lote para que fincáramos nuestra casa. Como yo conocía la cosa, y sabía que era de ellos el terreno sabía que nunca me iban a vender un pedazo de tierra, un agostaderito. Don Evelio durante la época de la guerra se iba para Colotlán, allí tenía una casa en el barrio alto, y no salía. Al rancho casi no iba. En la época de Villa, en el Capulín, mataron a su hermano Don Bernardino, le dieron un balazo en el cuello, se ponía la mano para taparse la herida, y se fue recargando en las paredes y dejando sus manos marcadas con sangre en ellas. En 1921, se fueron unos hermanos de mi papa a los Estados Unidos porque iba a comenzar
la guerra, ellos nunca regresaron. La guerra cristera empezó en 1928.


Don Chalòn agrega:

La hacienda de la Encarnación era de un Pancho Moncada, y el señor alardeaba de tener 99 haciendas, y que esa era la más pobre, no le daba ni para cigarros. Entonces allí se abrió un ejido “El ejido Morelos” y toda la gente recalo para allá. Mi tío Evelio Márquez ayudo a la creación del ejido, él con su opinión ayudaba a la gente, para todo le comentaban y le pedían consentimiento.

A mi papa le ofrecieron parcela, pero el nunca quiso. Mi papá tenía donde sembrar y donde vivir y mucho agostadero, y no quiso. Después comenzaron a ofrecernos a un hermano y a mí, pero mi papá no quiso. De por si que ya estaba uno enredado y era enredarse más con el gobierno.

El Capulín lo fundaron entre dos personas, el papa de mi tío y el papa de mi mamá. Se vinieron del Carrizal, compraron allí y fundaron el poblado. Celestino Márquez era el papá de don Evelio Márquez, y Genaro Navarro, el papa de mi mamá.

Cuando nosotros nos casamos, mi tío Evelio el era pastor, él siendo muy joven se fue a estudiar a un seminario y para antes de 1910 ya se había recibido. Venían muchos pastores americanos al Capulín desde mucho antes. El papá de mi papá y de mi mamá ya fueron creyentes. Mi tío Evelio que había estudiado. Cuando comenzaron el ejido, como el ya conocía mucho, el les dijo como hacerle.

Hasta allí llegan sus recuerdos, es domingo y la pareja debe alistarse para acudir al culto. Agradecemos las amables atenciones y prometemos regresar otro día y decimos adiós.

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