En Colotlán, Vázquez es sinónimo de albañiles, buenos albañiles y el adjetivo no es para nada superfluo. Sus dotes de alarifes les vienen de antaño. Ser albañil es un viejo oficio en esta familia, que se remonta a las épocas en que casi toda la construcción en el poblado se realizaba con adobón, barro, cantera y cal. Estos primeros constructores dividían el año, trabajando de medieros en el campo durante las aguas y de albañiles en las secas. Es muy probable que cuando el padre Terán termino la iglesia de san Luis Obispo, algunos de los Vázquez ya anduvieran allí, pero lo que si es seguro es que cuando se construyo el bordo del río para prevenir las inundaciones y conocido como “El calicanto”, los Vázquez trabajaron en el proyecto, así como en la presidencia de don Agustín Rivera y ya más para acá en los drenajes, los pozos de agua, el adoquinado, la presidencia, los hoteles y muchas de las fincas del poblado. Es a partir de los años setenta, con el auge de los nuevos métodos de construcción, que involucraban cemento, ladrillo, cuñón y varilla que hicieron de la construcción una forma permanente de vida, sin embargo al igual que muchas otras familias colotlenses, tarde que temprano, también les llegó la llamada del “Norte”. El presente relato aborda algunas anécdotas relativas a esta familia.
Don Ubaldo Vazquez:
No sé por que me fui a trabajar con José y Vicente andaba con José, y salimos de pleito Vicente y yo, total que andábamos haciendo la mezcla halla con Víctor Frausto, estaba yo chico pero me acuerdo bien; estábamos batiendo la mezcla, y por algo salimos mal y Vicente me quiso dar una patada y le agarré el pie y con su mismo impulso lo avente y cayó de nalgas en la pura mezcla y a correr y me siguió ya me iba a alcanzar y de milagro que me le escapo, y ahí vengo encarrerado en chinga a la casa y de ratito llega José:
-Ándale vámonos a trabajar!
-No aquel me va a fregar.
-No, no, ya hable con él, no te friega
Y así me regrese, y Vicente ya no me dijo nada, pero si se enojo mucho, Vicente en ese tiempo era una de las personas muy enérgicas, aunque eso si ya enojado le valía con quien se peleaba. Una vez bien enojado, siguió a mi compadre Miguel como unas tres cuadras, gritándole que quería pelear con él y que quería pelear con él, y el otro nomás le decía:
- Quítese pa´ allá y Vicente atrás de él le gritaba que si, que si. Estaba bien loco.
Vicente trabajo poquito en la obra, porque él se fue chico para el norte (USA), pero todos sabíamos trabajar bien porque empezamos desde chicos, desde los doce o trece años ya andábamos en esos trotes. Miguel a la edad de 19 años ya era maistro. El único de nosotros que no trabajo igual fue Mario, porque Mario si fue a la escuela. Yo de por si estaba chaparrito, bien chiquillo de edad y bien trabajado, porque eso si la obra es dura y luego mal comidos y bien golosos. Miguel por ejemplo todo el tiempo fue bien goloso, le gustaban mucho las guzgueras y cuando yo estaba chiquillo él se iba a sembrar yo le acompañaba, porque era su sembrador, y siempre me mandaba a donde era la tienda de los Gueros. Pero en ese tiempo no era de Otilio era de un viejito, que no me acuerdo como se llamaba y con ese viejito me mandaba a pedirle fiado. Galletas ó pan, a mi compadre Miguel le gustaba mucho eso, y era a escondidas porque a mi apa no le gustaba que pidiéramos fiado.
Me acuerdo que una vez me mando mi compadre, córrele a la tienda y me traes unos bolillos. Y me fui y apenas venia con mi bolsita en la mano y en eso que me encuentro a mi apa:
-¿Qué traes allí?
-Pos pan
¿Y de donde?
-De aquí arriba
-¿Y con que lo pagaste?
-Lo pedí fiado
-¿Y quien te mando?
-Pos Miguel.
Noooombre ese día nos dio una regañada. Fiuuuu.
Una vez andábamos trabajando con las García, esas que tienen la tienda en la esquina de 5 de Mayo con Marcos Escobedo, me acuerdo que un hijo del dueño de la finca tenia una novia que era hermana de Gonzáles y el muchacho llego a echarle malo a Miguel, que porque la novia por allí pasaba y seguramente la piropeaban y comenzaron a discutir, que si la novia así, que si la novia asa. No pos que tu esto y que tu lo otro y que se le sale a Miguel decirle que la vieja estaba re fea, no pues entonces si salieron de pleito y comenzaron a pelearse; el novio traía a un chaparrillo de unos veinte años, yo tenia unos trece catorce años y ándale que comienza a querer agarrar pleito conmigo y nos comenzamos a dar de empujones. El señor con el que se andaba peleando era mucho mas alto que Miguel, y Miguel le daba sus guantadas y ni le hacia nada, lo buenos que el otro nunca le atino a Miguel. En eso se dio cuenta Miguel que nos andábamos aventando y paro la pelea y le dijo:
No, noooo, que andas haciendo, él esta chiquillo para ti, total que así quedo el pleito.
Antes los papas eran muy duros, Miguel decía que mi papá lo arreglo a él muchas veces, a mi una pura vez y esa vez no era ni para mi esa friega, era para Mario. Estábamos chiquillos y nos mando mi papá a Mario y a mí a comprar chorizo, nos dijo:
-Vayan con Juan “El Choricero” a traer unas bolas de chorizo.
Y hay vamos los dos al encargo. En ese tiempo daban clases en el Colegio en la tarde y los salones que dan a la calle tenían las ventanas abiertas y nos quedamos los dos fisgando por una de ellas y donde a Mario no se le ocurre agarrar una piedra y la avienta para adentro y se echa a correr y yo detrás de él, hasta con Juan “El Choricero”. Cuando veníamos de regreso, ya le habían hablado a la policía y en cuanto la vio Mario se echo a correr.
Y como dicen “El que nada debe, nada teme”. Yo no corrí, yo no hice nada, pero que agarran y me suben en un bochito que tenían los de la policía.
-¿Dónde vives?
En ese tiempo, nos conocíamos casi todos en el pueblo y no mas les dije de quien era hijo y me llevaron a la casa. Para esto Mario ya estaba metido quien sabe donde y le dijeron a mí apá:
-Aquí le traemos a su muchacho, que anda haciendo maldades. Tiraron una piedra y ya mero le pegaban a un niño.
-No si yo ahorita lo arreglo, me acuerdo que dijo mi papá y me metió adentro de la casa y agarro una soga “Chavinda” y téngale y téngale y Mario viendo y no dijo nada. Yo tampoco dije nada y ya cuando me habían puesto mi friega, estaba yo allá en un rincón llorando y entonces llega Mario y me dice:
-Gracias hermanito, gracias.
Todavía estaba temblando de miedo.
-Gracias hermanito, gracias que no le dijiste que fui yo.
Miguel si se acordaba de muchas cosas y él decía:
-Yo no quiero que el día que mis hijos no estén conmigo, se acuerden como yo me acuerdo, de lo que yo batalle. Quiero que se acuerden ellos de mí con gusto.
Miguel si era muy vacilón con sus trabajadores, se la pasaba todo el tiempo bromeando y echando charras, así el rato se les pasaba más rápido; el siempre estaba contento y él nunca los regañaba. Solamente que de atiro de atiro lo cansaran, pero jamás se desquitaba con ellos.
Yo empecé a trabajar desde muy chiquillo, desde que estaba en la escuela y comencé lavando vasos con el Pepe Chuy, él tenia una tienda, aquí en la Ramón Corona y la Paseo, allí cerquita del mesón, donde hoy esta una tienda de ropa. Allí llegaban muchos cuates de los ranchos y yo iba y le lavaba los trastes, porque él en las tardes vendía vino. Llegaba la gente y le decían:
-Dame una copita.
Y yo iba y le lavaba los trastes, en la tarde y por la mañana; en la mañana iba tempranito antes de irme a la escuela iba y le lavaba la loza y saliendo de la escuela de nuevo y me quedaba hasta que cerraba. Es más hasta le más le lavaba sus calcetines. Jajajaja. No, no es verdad porque él era solo. Me acuerdo que ahí llegaba el papá de los Pinedo, el mero grande, papá de Víctor y Nacho Pinedo. También era cliente el Sr. García, el que lo mato, eran bien amigos ellos dos, tomaban juntos y bien tranquilos. Creo que todo fue por un mal entendido y lo mataron por acá por el rumbo del panteón. Yo me acuerdo que los dos traían su pistola escuadra y el Sr. García traía un caballo negro y el otro Señor traía un caballo alazán. Llegaban, amarraban sus caballo se ponían a tomar y cunado se iban, se iban los dos. García lo mato a traición por un mal entendido, lo venadeo, no me acuerdo porque pero el que sabia bien fue Pepe Chuy. Total que este García tenia muchas tierras, eran ricos ellos, y después del asesinato el se desapareció de Colotlán. Yo estaba chiquillo en ese tiempo, oía las pláticas y yo no entendía cual era la situación. Tenía dieciséis años y era más la curiosidad. Me acercaba a mirarles las pistolas y luego me salía a verles los caballos.
Pepe Chuy también les daba botana y les decía:
-¿Qué, una botana?
Y ahí estoy yo picando cebolla, jitomate y que un abalón y que los atunes, camarón y ahí me daba yo uno también.
Era costumbre que el sueldo de todos se los dábamos a mi papá, él lo juntaba y ya se compraba lo que se necesitaba en la casa: mandado, leña, maíz y todo. Ya si sobrara algo nos daban para gastar. Yo todavía me acuerdo que no me daban mi raya, me daban mi domingo. Había veces que me daban 20 pesos. Yo ganaba alrededor de unos 120 a 180 pesos a la semana. Y no decía uno nada, los agarraba uno los veinte pesos del domingo de muy buen grado, así era la costumbre.
Y te voy a decir una cosa, ya de grandes cuando necesitábamos algo nos decía mi papá:
-Vayan con Manuel Herrera que se los de a mi nombre.
-Vayan con Jaime Haro que se los de a nombre de Jesús y no daba vergüenza pedir fiado, era algo común, porque ya sabían los comerciantes que mi papá pasaba a pagar.
Nos decía: -vayan por una camisa o un pantalón unos zapatos y del mismo sueldo él pagaba. Yo no tuve unos zapatos ya hasta de muy grande. Una vez me compraron unos zapatos choclos y yo quería una botas y ni modo iba yo triste con mis zapatos y hasta la fecha no puedo ver los choclos. Esto fue ya casi para salir de la escuela, para un desfile.
Le dije a mi papá que yo quería unos botines, no unos zapatos, y se fue mi papá a la plaza y me trajo unos choclos. Nomás los miraba y los miraba y decía:
-Hijo….
Me acuerdo que esa vez nada más salí del desfile y me fui derechito a la casa, bote los choclos y me puse mis huaraches.
Manuel y José se acordaban mucho de cuando los mandaba a vender tunas y Miguel de cuando los mandaba a cuidar montones de pastura, y cuando vendía paletas y que no vendían nada, pero que pasaba por la casa y entre todos se las comían. Contaba que al final del día apenas salía tablas.
Miguel contaba:
“…de bien chiquillo me mandaban con las cargas de tazole: y pues se me caían y me sentaba a llorar y por allá pasaba uno y me decía:
¿Porque llora guerito?
y les decía:
-No, es que se me cayó la carga y no la puedo levantar. Me la cargaban y al ratito caminaba y se me volvía a caer. Bien que batallaba,
Y entonces me decían:
¿Y luego tu papá?
-No, mi papá en la casa.
Me acuerdo que éramos todos muy vergonzosos, nos mandaba mi apá a vender leña y no nos gustaba nadita. Yo era el más chico, y los otros me cargaban la leña y me mandaban con el burro por delante y ellos se venían por otro lado. Llegaba yo con el burro lleno de leña y ellos ni que esperanzas.
Cuando salíamos a llevar la Virgen siempre nos la amargaba mi apá, en cuanto llegábamos al lienzo charro, enfrente de la prepa, siempre de allí nos regresaba.
Un tiempo me dio por la charrería, junto con Víctor y Juan Lares. Coleábamos allá por la carretera en la mañana y en la tarde terminábamos las otras suertes charras en la plaza de toros, que era en lo que hoy es el Centro Social. Así se realizaban las competencias de charros. Jineteábamos y hacíamos de todo. Hubo una vez una competencia regional aquí, vino Jerez, Tepetongo, Tepechitlan, Huejucar, eran como siete equipos. Estuvo la Banda del Recodo y esa vez nosotros nos ganamos la mejor “Jineteada de yegua”. Yo me la saque y también ganamos en el paso de la muerte y en manganas, Manuel Gonzáles gano en manganas y un muchacho que le decían “la Guayaba”, ese gano en el paso de la muerte, y es que ese jineteaba al revés y nos dieron de premio, nuestro trofeo.
Otro deporte que me gusto mucho fue el béisbol, el padre Timoteo, al que le decían el padre pelotas, lo impulso mucho cuando estuvo sirviendo aquí en Colotlán. A él le gustaba mucho el béisbol, tenia su equipo y se llamaban: “Rojos de Colotlan”. Antonio Lares destacó mucho en el béisbol, lo contrataban ya equipos profesionales, él fue uno de los mejores lanzadores de por aquí, se lo llevaron a probar equipos profesionales, pero el nunca se quiso ir definitivamente. Fue el quién enseño a Artemio Lares, un hermano de mi esposa, a lanzar la bola, era muy bueno también; tenia muy buenas curvas y él le enseño a mi hijo Ubaldo y él también anda jugando béisbol en el equipo de la escuela. Ahorita anda enseñando a su hijo Tony a lanzar.
Hace como unos quince años formamos un equipo de béisbol allá en el otro lado y en ese tiempo salimos como tres veces campeones, tenemos los trofeos y todo. Artemio Lares era nuestro pitcher y jugaban también los Iturriaga, los primos todos ellos; los Mayorga primos de mi esposa, también Miguel García y “El Mozo”, yo era el Manager. Hay ligas como aquí, con primera, segunda y tercera división. Empezamos jugando callejeramente, nos juntábamos los domingos y nos íbamos todos al parque, allí había otros equipos y que pos que un partidito y pos órale y que de a cervezas. A veces andaban jugando Roberto y Jaime Huizar con botas y corre y corre. Jugábamos, digamos, de unos 20 o 30 dólares, y ya de ahí nos íbamos a una casa, de cualquiera a comernos una carne asada y eso y ya después dijimos:
-¿Por que no entramos a la liga?
-¡Vamos metiéndonos a la liga!
Entramos a la liga y nos dieron nuestras credenciales, le entramos a la primera división y salimos campeones, de ahí nos subieron a segunda división pero cuando sales campeón de primera división primero tienes que competir con el campeón de segunda división y luego con el campeón de tercera división, para eliminarse. Cuando eres campeón en primera división automáticamente te suben a la segunda, pero también puedes quedar campeón de campeones.
Así fuimos subiendo hasta tercera división, allí ya eran unos peladones, unos negros grandotes, para ese tiempo ya andaban cuatro refuerzos por parte de mi esposa, sus hermanos Gustavo, Artemio y Víctor, menos Roberto.
Nos daba risa cuando nos tocaba pichar, se paraban los negrotes a batear, y no mas abanicaban, hacían el swing pero no le pegaban a la pelota, este Artemio era bueno en ese tiempo. Artemio estaba soltero y ahí fue donde conoció a Yolanda su esposa, ellos no se conocieron aquí en Colotlán, se conocieron en el béisbol. Como se juntaban todas las familias para ir a verlos jugar y para convivir después del juego. Ella fue con Manuel mi hermano y pues así fue donde se conocieron.
Ahorita Artemio trae a su niño jugando en la liga infantil, Tony empezó a jugar de seis años, al igual que Ubaldo, mi hijo también lo metí desde chiquillo. Desde los dos años comencé a jugar pelota con mi hijo. A esa edad le compré su primera manilla. A los seis años los inscribe uno a la liga infantil y son puros errores, puro reír. Les están apenas enseñando como se paren, como peguen con el bat a la pelota. Para esa edad Ubaldo ya cachaba. le fallaba al pegarle a la pelota, pero ya se paraba bien, porque a veces los niños los paran y los papá van a moverles el piecito y Ubaldo ya se paraba, ya cachaba y ya bateaba ponle no todas pero ya lo hacia; él ya sabia lo que andaba haciendo por que los niños, el primer año es pura risión y cometen muchos errores y los maestro nos decían que si el niño ya había jugado. Por que él ya sabia y nosotros pusimos en la forma que era su primera vez y ya Adriana mi hija les dijo:
-Es que mi papá juega con él.
- ¡A con razón!
Pos puro Ingles por eso fue ella, la que les dijo.
Ubaldo ahorita te juega todos los deportes, cuando ve televisión le gusta ver puro deporte. Él te sabe de los jugadores más importantes, lo que hicieron, su vida, como murieron porque es lo que ve. Él ahorita juega en el equipo de su escuela, él esta en la Junior High, lo que es aquí la Prepa. Él juega como Short-stop y es Pitcher; lo ponen a veces como taponero, cuando tiene ya bases llenas, porque él es muy seguro y muy certero. No tiene un brazo fuerte, pero él es muy seguro pero si sabe mover la bola, donde le dicen que ponga la bola, allí la pone. Esa es su habilidad como lanzador. Ahorita están jugando nomás siete entradas en esa liga escolar. El entra al relevo del pitcher cuando tienen casa llena; el otro dí lo metieron las últimas tres entradas y tenían casa llena, y en esos tres innigs, hizo 7 ponches. Le gusta mucho el deporte, si tú le dices vamos a ir a un parque de diversión, digamos Disneylandia y va a tener juego, él mejor se va a jugar.
A él siempre lo llaman al final del año a formar parte del MVT, que son a las personas que escogen para el equipo de jugadores seleccionados, es como el de las estrellas y él siempre ha estado allí. De cada uno de los equipos que jugaron en el torneo, escogen a uno o dos jugadores, los mejores y hacen un equipo para jugar con todos los demás. Este año fue duro porque con todo y que sea buen jugador, a veces de nada les sirve, porque también tiene que tener buenas calificaciones y disciplina, porque es parte de la escuela. O sea que si es buen jugador, pero no tiene buenas calificaciones no lo llevan. Esta vez el quería venir, pero no pudo porque tenía que jugar y cuando entran les dicen:
-No hay vacaciones, no hay día libre no hay nada. Aun cuando estés enfermo siempre tiene que presentarte a los juegos, aunque no juegues.
El usa lentes de contacto y un día en un juego me habla con señas que me acerque.
Me aproximo y le digo:
-Que paso mijo,
-Fíjate a ver si se ve mi lente por aquí.-Apunta a su ojo.
Le digo: -No hijo no se ve ni maíz,
-Hay ya se me tiro.
Ni modo ese día se quedo en la banca, y al final le dijo su Couch.
-Para que la próxima te traigas unos lentes de repuesto o por lo menos los de armazón.