Bolaños, Bibanco y los colotlecos
Situado en la sierra del norte de Jalisco y aproximadamente equidistante entre Zacatecas y Guadalajara, Bolaños era un lugar remoto porque la provincia de Nayarit apenas poco antes había sido sometida por los españoles. La fuente de mano de obra más cercana era la antigua colonia tlaxcalteca de Colotlán. Descubierto en 1736 por un indígena, Bolaños atrajo pronto a mineros más experimentados, pero la verdadera bonanza minera no comenzó sino hasta 1747. Entonces, en los años subsiguientes, hasta 1761, Bolaños produjo casi dos millones de peso al año, cantidad que durante aquel periodo ascendió al 15% del total de toda la producción de plata en México. Esta es una estimación mínima, porque según Francisco Javier de Gamboa, Bolaños, en su primer época producía entre tres y cuatro millones de pesos, o sea casi la tercera parte de toda la plata acuñada. La importancia de este campo fue señalada por el hecho de que el virrey, primer conde de Revillagigedo, estableció en Bolaños en 1752 una caja real. Dos años más tarde también se designo a un corregidor independiente para el pueblo, para que se encargara de imponer un cierto grado de orden público. Para entonces Bolaños contaba con 12 000 personas, que después aumento a 16 000, lo cual es prueba clara de la movilidad de la mano de obra minera en el norte.
Después de 1760, sin embargo la minería de aquel lugar tuvo que enfrentarse a una crisis. Sus minas principales, La conquista, La castellana, La perla, La montañesa y Zapopan, estaban situadas a lo largo de la misma veta, por lo que requerían las mismas obras para su desagüe; sin embargo, cada mina era propiedad de un grupo distinto de personas, muchas de las cuales vivían en México o en Guadalajara, y la participación de uno de los mineros más importantes, Juan de Echazaureta había sido dividida entre sus hijos y era administrada por un tutor. En 1775 comenzó una serie de disputas sobre los límites de cada una de las minas, y en ese momento, después de catorce años de producción continua, las minas de Bolaños sufrieron grandes inundaciones que requerían una fuerte inversión para perforar un nuevo tiro central de suficiente profundidad que permitiera el desagüe efectivo. Ya las cuatro minas principales estaban perdiendo 500 pesos a la semana porque habían duplicado el número de malacates en operación. Ante esta situación, los propietarios de Bolaños acordaron colectivamente abandonar sus propiedades; ya que habían hecho una cierta fortuna que prefirieron no arriesgar en un intento, quizá inútil de desaguar las minas.
En los dos años que siguieron la producción declinó tanto que para 1762, ascendía a la mitad de la cifra anterior, y en el curso de la siguiente década, hacia 1775, se redujo hasta un nivel que apenas alcanzaba la cuarta parte de lo que producía poco después de 1750. La población del lugar, que tan rápidamente había crecido, huyó con la misma rapidez, y en poco tiempo no ascendía más que a la cuarta parte del total anterior, lo cual significaba que para reactivar las minas en el futuro sería necesario resolver el problema de una grave escasez de mano de obra. Igualmente alarmante para el futuro era el descenso de la calidad del mineral extraído en Bolaños, que resulto cada vez más impropio para el proceso de amalagamación porque consumía más mercurio del que era corriente. El superintendente del monopolio del mercurio reconoció oficialmente en 1772 el empeoramiento de la calidad, ya que en la mayoría de los campos mineros la real hacienda exigía 100 marcos de plata por quintal de mercurio, mientras que en Bolaños se conformaba con 75.
Antonio de Bibanco fue quien devolvió la prosperidad a Bolaños. Era natural de Villalasara, distrito de Montija, en castilla, y probablemente de familia de origen vasco. No sabemos porqué Bibanco se dedicó a la minería, ni cuando llegó a Bolaños, ni cual fue su anterior ocupación, pero el hecho es que ya en 1771 estaba registrado como propietario de dos pequeñas minas, la Cocina y el Espíritu Santo. Evidentemente era hábil minero, y pronto llamó la atención al emprender la perforación de su tiro principal hasta un nivel suficientemente profundo para permitir el desagüe de toda la veta. Fue entonces en 1773, cuando obtuvo el apoyo financiero de Juan de la Sierra Uruñuela, comerciante de México que tenía tiendas en Bolaños. Sierra le prestó 25000 pesos a Bibanco, el cual entro entonces en posesión de la Conquista, La perla, La Castellana y la Montañesa, que eran minas inundadas e inexploradas Además recibió un fuerte apoyo de los oficiales de Real Hacienda de la localidad, que con anterioridad habían sugerido al virrey que buscara un comerciante rico en la capital que quisiera rehabilitar las minas de aquel lugar, de cuya producción dependía toda la provincia circundante. Se concedió a Bibanco un precio del mercurio reducido en una tercera parte, en relación al que era oficial en 1775. Además se prohibió al corregidor de Bolaños que se inmiscuyera en asuntos mineros, de manera que Bibanco quedó sujeto únicamente a la caja real del lugar, en su calidad de representante del virrey.
Con la ayuda de esta conbinación de apoyo financiero y benevolencia oficial, Bibanco hizo más profundo su tiro principal hasta llegar a las 250 varas que eran necesarias para el desagüe efectivo. Más tarde afirmó haber invertido en ese trabajo la suma de 300 000 pesos, cantidad que reunió principalmente mediante la reinversión de las utilidades, ya que a partir de 1775 sus minas empezaron a producir grandes cantidades de plata. A pesar de esto declaró en su testamento que todavía en febrero de 1780, fecha en que murió su esposa, únicamente poseí un capital de 40,000 pesos y que tenía deudas con Sierra, su socio, y con la caja real por la cantidad de 160 000 pesos aproximadamente. Además en julio de 1781 sufrió un gran perjuicio al desbordarse el río, inundándole el tiro central hasta una profundidad de 150 varas. Cierto es que Bibanco solicitó y obtuvo una exención total del diezmo para reparar los daños, pero Gálvez le retiró esa concesión, de manera que tuvo que restituir a la Real Hacienda unos 25 000 pesos.
Para resolver el problema causado por el anegamiento, Bibanco excavó un nuevo tiro de 257 varas de profundidad, en el que invirtió más de 400 000 pesos. Sin embargo, es indudable que este segundo tiro fue parte esencial de la rehabilitación general de las minas. Por otra parte, es seguro que la inundación de 1781 no hizo disminuir mucho la producción, la cual se conservo a un alto nivel desde 1776 hasta 1783, cuando decayó abruptamente. Posiblemente la gran hambre de 1785-86, que afectó todos los campos mineros, privó a Bolaños de mano de obra. De cualquier forma Bibanco que estaba en ese momento envuelto en una serie de diputas con la diputación local y con la Audiencia de Guadalajara, decidió abandonar sus minas. Cedió la propiedad a su aviador o socio capitalista Sierra Uruñuela en la exigua suma de 73 000 pesos, por lo que es claro que estaba seguro de que una mayor inversión no era costeable.
Bibanco, aunque menos conocido que José de la Borda y que el conde de regla, debe figurar entre el selecto grupo de hombres de empresa a cuyos méritos debe atribuirse directamente el gran florecimiento de la minería en el decenio de 17760 a 1780. También el aprendió la lección de que el éxito minero, sin tomar en cuenta la suerte en el descubrimiento inicial, dependía de una fuerte y continua inversión de capital. Los cimientos de su éxito fueron la perforación de los tiros profundos de desagüe. Su talento fue reconocido por los oficiales de Hacienda del lugar, que desde 1772 habían escrito al virrey que “Don Antonio de Bibanco puede decirse sin agravio de los demás, que es el único y principal minero que hoy puebla el Real por su infatigable actividad, pericia en el arte”. El mismo Bibanco escribió que el costo del desagüe de las minas anegadas había ahuyentado a sus competidores anteriores. “Entonces(1773) fue cuando movido a impulso de mi espíritu y confiado en mi pericia, denuncié las expresadas minas, sin lograr el menor auxilio aún exigiéndolos las grandes obras que era preciso construir a costa de un caudal inmenso, cuya consideración pudiera acobardar al más animoso”
La rehabilitación de Bolaños provocó una cierta escasez de mano de obra porque la población residente no podía suministrar suficiente fuerza de trabajo. Bibanco recurrió a la colonia tlaxcalteca de Colotlán y aumento los salarios a sus trabajadores indígenas de cuatro a cinco y hasta seis reales diarios. Apelo al alcalde para que se encargara de despachar contingentes de trabajadores, pero parece que los de aquella fuente le causaron dificultades, ya que se trataba de indígenas indisciplinados y con tendencia al motín. Para afrontar este problema Bibanco sugirió el reclutamiento de una numerosa milicia que él, por supuesto, debía encabezar con el grado de coronel, cargo que prácticamente le habría dado el control de Colotlán. En 1781 el virrey otorgó su conformidad, y Bibanco procedió a reunir a unas catorce compañías de dragones y diez de infantería, reclutadas en una extensa región que incluía Bolaños, Colotlán y las alcaldías mayores de fresnillo, Aguascalientes y Jerez. Inmediatamente comenzaron las dificultades, porque todas las autoridades locales los alcaldes mayores, los ayuntamientos y la audiencia de Guadalajara se opusieron al establecimiento de dicha milicia. Bibanco mismo provocó una fuerte reacción cuando sofocó enérgicamente un motín en Colotlán, capturando a los cinco jefes del alborotó enviándolos a México para que se les juzgara. En la diligencia que tuvo lugar subsecuentemente, el abogado de Bibanco tuvo dificultades para refutar la acusación que estaba en boca de todos: “Dícese que mi parte solicitó y obtuvo el corenelato a fuerza de pesos para tener el arbitrario de sujetar los indios colotecos al trabajo de sus minas” También señaló que desde 1783 Bibanco pagaba hasta seis reales diarios a los trabajadores no calificados, en comparación con el salario normal de cuatro reales que prevalecía en los demás campos. Además había financiado la construcción tanto de una escuela como de una iglesia, pagando los sueldos de dos sacerdotes y un maestro. Cualquiera que haya sido la verdad en las acusaciones y refutaciones, el hecho es de que perdieron su interés la retirarse Bibanco de la región.
Francisco Martínez Cabezón, agente de la compañía minera en 1792 se lamentaba que los indígenas de Colotlán no estaban dispuestos a trabajar en las minas. Solicitando al presidente de la Audiencia de Guadalajara que se obligará a todos los pueblos indígenas situados dentro de un radio de 40 leguas, a que enviarán contingentes de trabajadores a Bolaños. Pero la corona ratificó la ordenanza establecida que disponía que la mano de obra indígena solo podía forzarse a una distancia de diez leguas, y que no debía ascender a más del 4% de los tributarios varones de cada pueblo.
D. A. Brading.
Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810)
Fondo de Cultura Económica.
P. 256-265