Del plato a la boca…
Señor reaccionario es un gusto tenerlo de nueva cuenta por esta su casa, para que levante el raiting de esta página tan caída en el olvido y tan aburrida; en donde un servidor y los escasos y fervientes seguidores seguimos teniendo: conciencias igualitas, actitudes soberbias, sentirnos auto-herederos de la revolución ( sin entender a cabalidad lo que significa), y darnos baños de grandeza, con las mentes difuntas y desde luego se nos olvida la otra historia o de plano la desconocemos; intelectuales de pacotilla con ganas de ser tomados en cuenta, con textos excelentes pero vacíos y plenos de discursos grandilocuentes; políticos frustrados cuyo máximo sueño es llegar a hacer de México su botín político.
Lo felicito por un retrato tan agudo y certero, me refleja con la fidelidad de un espejo y ahora lo invito a dejarnos escuchar su voz, a brincar esa retahíla de adjetivos que se vienen repitiendo una y otra vez desde sus primeras participación en esta blog y comenzar a aportar sus ideas, teorías y opiniones a este espacio. Creo que puede dar más que descalificaciones y mostrarnos esa “otra historia” que se ufana de conocer tan bien. Para variar el tema de hoy es política, elecciones y candidatos. Ojala que se atreva a expresar su voz y enriquecer el debate.
En nuestro querido México formalmente vivimos en una democracia con ropajes republicanos y pese a esto la mayoría de los mexicanos nos preguntamos porque estamos tan mal gobernados, porque en lugar de mejorar cada gobernante que pasa, nos deja cada vez en peores condiciones, igual e incluso mas penosas que las de muchos gobiernos dictatoriales. Creo entender que aún más importante que la forma de nuestro gobierno, lo trascendental estriba en el principio político que nos guía. En un post anterior hable de estos principios y simplemente reitero que el principio político que guía a los gobernantes de nuestro país no es propiamente el democrático, no obstante las formas constitucionales, sino el oligárquico, atendiendo al contenido de las políticas que prohíjan.
La oligarquía se define y caracteriza como:
La oligarquía, en ciencia política, es una forma de gobierno en la que el poder supremo está en manos de unas pocas personas. Los escritores políticos de la antigua Grecia emplearon el término para designar la forma degenerada y negativa de aristocracia (literalmente, gobierno de los ricos). Los oligarcas dueños de propiedades, de tierras o de grandes acumulaciones de dinero, son poseedores de fuerza en la dirección política gracias a sus fuertes influencias económicas. Poseen estándares éticos posiblemente dudosos, con diversos medios de legitimación, que tienen como piso el poder acumulado y el símbolo histórico que haya significado la sucesión que les dio fuerza.
Panistas, priistas y perredistas nos desgobiernan por igual, con la misma ineficacia, cinismo y corrupción, por la simple y sencilla razón que el principio político que los guía es el oligárquico. Así que entre el gobierno de Calderón y el de Peña Nieto, no media la minima distinción. Sus amos no son los más de cien millones de mexicanos sumidos en la miseria, sino los cada vez más influyentes multimillonarios de México (los poderosos mexicanos que pululan las listas de Forbes). Por eso ni Peña Nieto ni Calderón se preocupan por las condiciones de vida de los menesterosos. ¿Por qué habría de saber Peña Nieto el costo de un kilo de tortillas o el salario mínimo en México? Imperdonable sería que no supiera los millones que han ganado sus socios con los negocios como gobernador o lo que van a ganar ahora que sea presidente. A Calderón no lo hicieron presidente los millones de mexicanos que votaron por él, sino un puñado de ricos que con su poder, dinero e influencia hicieron posible el fraude y que son los mismos que ahora están fraguando el triunfo de Peña Nieto.
En México los gobiernos oligárquicos no han sido la excepción sino la regla, hace justo cien años, un soñador llegó al gobierno de México, unánimemente apoyado por el pueblo, y tras haber derrocado con una revolución a un dictador oaxaqueño y pese a todos sus buenos propósitos de hacer de México un país excepcionalmente democrático, no logró llegar a cumplir su propósito. La mayoría de los hombres que lo siguieron a la guerra con un puñal o una carabina en la mano, no entendían la belleza de los principios democráticos que inspiraron al prócer, y este a su vez no comprendió que fueron los estómagos vacíos y la esperanza de un pedazo de tierra, los que los llevaron a estos hombres a la lucha. Madero nunca prometió que repartiría la tierra y lo repitió incansable una y otra vez, hasta que uno tras otra los hombres fuertes del viejo régimen, se fueron levantando en armas, lo mismo que los revolucionarios, incluidos Zapata y Orozco, hasta que finalmente Huerta se encargó de darle la puntilla tanto a Madero como a su gobierno. La revolución cobro fuerza de nueva cuenta, para finalmente destruir una buena parte de la oligarquía porfiriana y levantar una completamente nueva. Allí se forjaron los gobiernos revolucionarios y nacionalistas, y se acepto tácitamente que el gobierno velaría por el interés del pueblo y la oligarquía gozaría de muchos privilegios, excepto del de ostentar directamente el gobierno de México, por muchos años esto fue medianamente cierto hasta que llegó Carlos Salinas de Gortari, con las novedades de maestrías y doctorados en el extranjero, que habrían de traer el bienestar y felicidad a los mexicanos, el nos trajo la primicia del neoliberalismo que nos liberaría del terrible subdesarrollo y de las pesadas y onerosas empresas gubernamentales que nos impedían alcanzar mejores gobiernos, así que de un plumazo se deshizo de ellas, obsequiándoselas a sus prestanombres y construyendo la más feroz oligarquía mexicana de los últimos tiempos, ellos son quienes mandan actualmente en México y los gobiernos y presidentes, están hechos a la medida de sus deseos y necesidades. Calderón es uno de sus frutos y Peña Nieto, construido bajo el embelezó de una historia de telenovela, promete ser el siguiente.
Hoy en día las preferencias electorales manifiestas de los mexicanos y en particular de los jaliscienses, no apuntan hacia un promisorio regreso del viejo y decadente PRI, con sus añejas cargas de escándalos y abusos gubernamentales, sino simplemente manifiestan su hartazgo y repudio de un PAN, que logró en apenas dos o tres sexenios equipararse con su archidefenestrado rival político. En realidad no piden que regrese el PRI, lo que quieren es que a como de lugar salga el PAN.
Pese a este escenario tan a modo para el regreso de “UN NUEVO PRI”, pareciera que los tricolores aún se ponen sus moños y quisieran endilgarnos con lo peorcito de sus cuadras; candidatos construidos bajo la luz tenue de las candilejas, pero que no aguantan el mínimo cuestionamiento o investigación sin hacer agua. Candidatos brutalmente ignorantes e insensibles a la problemática de los millones de mexicanos pobres. ¿Cómo van a paliar la miseria del pueblo, si ni siquiera conocen el grado extremo al que hemos llegado? Y en Jalisco se empeñan en uncir a un segundo Zamora, expuesto nacionalmente a la crítica publica por sus evidentes vínculos con el hampa organizada.
En el concierto surgen los nombres de López Obrador, ya una vez presidente legitimo de México y que pretende buscar la silla presidencial por segunda ocasión, ignorando olímpicamente el postulado de la no-reelección. Pero que con todo y esto pretende convertirse en el Lula de Silva de México. Y en Jalisco Enrique Alfaro Ramírez, brillante y aplaudido presidente de Tlajomulco de Zuñiga, que gano presencia estatal por el duelo de confrontaciones entablados con Raúl Padilla López, dueño y señor de la Universidad de Guadalajara, y acostumbrado a mangonear a discreción no solo en la universidad, sino también en el PRD. Alfaro se atrevió a disputar, con coraje las intromisiones de Raúl, en su municipio y ganó con ello el respeto de la población de Jalisco. Es por ello uno de los candidatos fuertes a la gubernatura de Jalisco, cortejado no solo por el PRD, sino incluso por el PAN, que ante la merma evidente de popularidad, busca desesperado la manera de conservar el estado, incluso favoreciendo la llegada de un candidato externo al partido. Ambos candidatos comparten credibilidad y decisión para enfrentar los escollos, los mexicanos es lo que pedimos, candidatos en los que realmente podamos confiar, capaces de levantar su voz para denunciar un abuso y actuar en consecuencia. En este escenario político tan deprimente de fin del mundo (de acuerdo con los interpretes de los Mayas) nuestras únicas esperanzas de arribar a un mejor país, parecen estar depositadas en unos pocos hombres, y entre ellos estos dos, Alfaro y López Obrador. Ambos tránsfugas del PRI y lideres morales del PRD.
RD
Lo felicito por un retrato tan agudo y certero, me refleja con la fidelidad de un espejo y ahora lo invito a dejarnos escuchar su voz, a brincar esa retahíla de adjetivos que se vienen repitiendo una y otra vez desde sus primeras participación en esta blog y comenzar a aportar sus ideas, teorías y opiniones a este espacio. Creo que puede dar más que descalificaciones y mostrarnos esa “otra historia” que se ufana de conocer tan bien. Para variar el tema de hoy es política, elecciones y candidatos. Ojala que se atreva a expresar su voz y enriquecer el debate.
En nuestro querido México formalmente vivimos en una democracia con ropajes republicanos y pese a esto la mayoría de los mexicanos nos preguntamos porque estamos tan mal gobernados, porque en lugar de mejorar cada gobernante que pasa, nos deja cada vez en peores condiciones, igual e incluso mas penosas que las de muchos gobiernos dictatoriales. Creo entender que aún más importante que la forma de nuestro gobierno, lo trascendental estriba en el principio político que nos guía. En un post anterior hable de estos principios y simplemente reitero que el principio político que guía a los gobernantes de nuestro país no es propiamente el democrático, no obstante las formas constitucionales, sino el oligárquico, atendiendo al contenido de las políticas que prohíjan.
La oligarquía se define y caracteriza como:
La oligarquía, en ciencia política, es una forma de gobierno en la que el poder supremo está en manos de unas pocas personas. Los escritores políticos de la antigua Grecia emplearon el término para designar la forma degenerada y negativa de aristocracia (literalmente, gobierno de los ricos). Los oligarcas dueños de propiedades, de tierras o de grandes acumulaciones de dinero, son poseedores de fuerza en la dirección política gracias a sus fuertes influencias económicas. Poseen estándares éticos posiblemente dudosos, con diversos medios de legitimación, que tienen como piso el poder acumulado y el símbolo histórico que haya significado la sucesión que les dio fuerza.
Panistas, priistas y perredistas nos desgobiernan por igual, con la misma ineficacia, cinismo y corrupción, por la simple y sencilla razón que el principio político que los guía es el oligárquico. Así que entre el gobierno de Calderón y el de Peña Nieto, no media la minima distinción. Sus amos no son los más de cien millones de mexicanos sumidos en la miseria, sino los cada vez más influyentes multimillonarios de México (los poderosos mexicanos que pululan las listas de Forbes). Por eso ni Peña Nieto ni Calderón se preocupan por las condiciones de vida de los menesterosos. ¿Por qué habría de saber Peña Nieto el costo de un kilo de tortillas o el salario mínimo en México? Imperdonable sería que no supiera los millones que han ganado sus socios con los negocios como gobernador o lo que van a ganar ahora que sea presidente. A Calderón no lo hicieron presidente los millones de mexicanos que votaron por él, sino un puñado de ricos que con su poder, dinero e influencia hicieron posible el fraude y que son los mismos que ahora están fraguando el triunfo de Peña Nieto.
En México los gobiernos oligárquicos no han sido la excepción sino la regla, hace justo cien años, un soñador llegó al gobierno de México, unánimemente apoyado por el pueblo, y tras haber derrocado con una revolución a un dictador oaxaqueño y pese a todos sus buenos propósitos de hacer de México un país excepcionalmente democrático, no logró llegar a cumplir su propósito. La mayoría de los hombres que lo siguieron a la guerra con un puñal o una carabina en la mano, no entendían la belleza de los principios democráticos que inspiraron al prócer, y este a su vez no comprendió que fueron los estómagos vacíos y la esperanza de un pedazo de tierra, los que los llevaron a estos hombres a la lucha. Madero nunca prometió que repartiría la tierra y lo repitió incansable una y otra vez, hasta que uno tras otra los hombres fuertes del viejo régimen, se fueron levantando en armas, lo mismo que los revolucionarios, incluidos Zapata y Orozco, hasta que finalmente Huerta se encargó de darle la puntilla tanto a Madero como a su gobierno. La revolución cobro fuerza de nueva cuenta, para finalmente destruir una buena parte de la oligarquía porfiriana y levantar una completamente nueva. Allí se forjaron los gobiernos revolucionarios y nacionalistas, y se acepto tácitamente que el gobierno velaría por el interés del pueblo y la oligarquía gozaría de muchos privilegios, excepto del de ostentar directamente el gobierno de México, por muchos años esto fue medianamente cierto hasta que llegó Carlos Salinas de Gortari, con las novedades de maestrías y doctorados en el extranjero, que habrían de traer el bienestar y felicidad a los mexicanos, el nos trajo la primicia del neoliberalismo que nos liberaría del terrible subdesarrollo y de las pesadas y onerosas empresas gubernamentales que nos impedían alcanzar mejores gobiernos, así que de un plumazo se deshizo de ellas, obsequiándoselas a sus prestanombres y construyendo la más feroz oligarquía mexicana de los últimos tiempos, ellos son quienes mandan actualmente en México y los gobiernos y presidentes, están hechos a la medida de sus deseos y necesidades. Calderón es uno de sus frutos y Peña Nieto, construido bajo el embelezó de una historia de telenovela, promete ser el siguiente.
Hoy en día las preferencias electorales manifiestas de los mexicanos y en particular de los jaliscienses, no apuntan hacia un promisorio regreso del viejo y decadente PRI, con sus añejas cargas de escándalos y abusos gubernamentales, sino simplemente manifiestan su hartazgo y repudio de un PAN, que logró en apenas dos o tres sexenios equipararse con su archidefenestrado rival político. En realidad no piden que regrese el PRI, lo que quieren es que a como de lugar salga el PAN.
Pese a este escenario tan a modo para el regreso de “UN NUEVO PRI”, pareciera que los tricolores aún se ponen sus moños y quisieran endilgarnos con lo peorcito de sus cuadras; candidatos construidos bajo la luz tenue de las candilejas, pero que no aguantan el mínimo cuestionamiento o investigación sin hacer agua. Candidatos brutalmente ignorantes e insensibles a la problemática de los millones de mexicanos pobres. ¿Cómo van a paliar la miseria del pueblo, si ni siquiera conocen el grado extremo al que hemos llegado? Y en Jalisco se empeñan en uncir a un segundo Zamora, expuesto nacionalmente a la crítica publica por sus evidentes vínculos con el hampa organizada.
En el concierto surgen los nombres de López Obrador, ya una vez presidente legitimo de México y que pretende buscar la silla presidencial por segunda ocasión, ignorando olímpicamente el postulado de la no-reelección. Pero que con todo y esto pretende convertirse en el Lula de Silva de México. Y en Jalisco Enrique Alfaro Ramírez, brillante y aplaudido presidente de Tlajomulco de Zuñiga, que gano presencia estatal por el duelo de confrontaciones entablados con Raúl Padilla López, dueño y señor de la Universidad de Guadalajara, y acostumbrado a mangonear a discreción no solo en la universidad, sino también en el PRD. Alfaro se atrevió a disputar, con coraje las intromisiones de Raúl, en su municipio y ganó con ello el respeto de la población de Jalisco. Es por ello uno de los candidatos fuertes a la gubernatura de Jalisco, cortejado no solo por el PRD, sino incluso por el PAN, que ante la merma evidente de popularidad, busca desesperado la manera de conservar el estado, incluso favoreciendo la llegada de un candidato externo al partido. Ambos candidatos comparten credibilidad y decisión para enfrentar los escollos, los mexicanos es lo que pedimos, candidatos en los que realmente podamos confiar, capaces de levantar su voz para denunciar un abuso y actuar en consecuencia. En este escenario político tan deprimente de fin del mundo (de acuerdo con los interpretes de los Mayas) nuestras únicas esperanzas de arribar a un mejor país, parecen estar depositadas en unos pocos hombres, y entre ellos estos dos, Alfaro y López Obrador. Ambos tránsfugas del PRI y lideres morales del PRD.
RD