Sunday, January 3, 2010

Reemberto Valdez Ortega,


Mi papá fue diputado federal se llamaba Prisciliano Valdez y era de Totatiche, y el era Cardenista, apoyó la escuela socialista y por eso decían que era comunista. Nosotros nos avecindamos en Colotlán, que fue donde vivimos nuestra infancia. Mi hermano Antonio y yo estudiamos la primaria en el edificio que fue el curato, donde hoy esta el mercado, la escuela de niñas estaba donde fue el seminario y hoy es parte de la Universidad sobre la calle Hidalgo. Recuerdo que la primera vez que me llevaron a la escuela entre de la mano de mi hermano Antonio, tenía seis años y lloré. Mi padre tenía varia propiedades, un rancho en Cartagena, dos casas en Colotlán y una casa en Totatiche. En julio de 1937 mi papá salió de la casa de Colotlán muy temprano y a caballo se fue a Totatiche, asistió por la tarde a un rosario y cuando salió de allí, Vicente Valdez Castañeda lo mató a mansalva y nos dejo huérfanos. Cuando estuve grande regresé a Totatiche y toque a su casa, salió su señora y le dije quien era y que estaba buscando a su marido para preguntarle porque había matado a mi padre: -En cuanto el sujeto me vio, se asustó tanto que se tiro de rodillas llorando y me pidió perdón, eso fue más de lo que pude soportar, yo no iba a matarlo. Todavía me pregunto: -¿Qué pudo haberle hecho mi padre para que lo matará? Mi papá era un hombre muy entero, durante el periodo de Calles, el representó el gobierno y lo acusaban de comunista. Mi papá tenía fama de ser hombre acomodado y de tener muy buenos caballos, por eso durante la revolución un día llegó un oficial del ejército a la casa, y como mi papá andaba en las faenas del rancho le dijo a mi madre que venía a recoger una yegua zaina de muy buena alzada que tenía mi papá, que le avisara por favor que al día siguiente a las doce del día iba a pasar por ella, que se la tuvieran ensillada. En esa época los del ejército, como los rebeldes se apoderaban de lo que les gustaba, sin ningún miramiento. En cuanto llegó a casa mi papá le informaron de lo sucedido y no más dijo: -Esta bien.

Mi papá como mucha gente de rancho acostumbrada al manejo de las armas, era conocido por tener una puntería envidiable, a 400 o 500 metros no erraba tiro. La casa de mi padre estaba en el primer cuadro de la ciudad, en el mero centro de la plaza y desde el campanario de la iglesia se denominaba perfectamente parte de la casa y las salidas a la calle. Al día siguiente, como todas las mañanas se levantó mi padre antes de despuntar el día, ensillo la yegua, tal y como le habían indicado y después hizo sus actividades normales. A las doce del día que llegó el oficial y toco a la puerta de la casa, salió mi madre y le dio el siguiente mensaje:

-Mi marido recibió su mensaje y me dio el siguiente para usted. –La yegua se encuentra en el corral ensillada tal y como usted lo pidió y puede usted pasar por ella, en cuanto usted guste, pero me dijo también que le dijera que esta allá arriba trepado en la torre de la iglesia, ella cerró la puerta y el oficial pudo mirar a mi padre apuntándole con su rifle desde las alturas, y con su sombrero le mando un saludo. El oficial montó su caballo y a galope se retiró buscando protección entre las casas. Nunca más regreso por la yegua.

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