Monday, November 9, 2009

Educacion: Disciplina, Constancia y Trabajo




En días pasados platicando con una profesora quien durante muchos años educo a generaciones y más generaciones de alumnos, en esta localidad, me comentaba que los estudiantes de hoy en día carecían de las habilidades básicas de lectura, escritura y comprensión, entre muchas otras cosas.

Otras muchas personas, preocupadas al mismo respecto, me decían que un tercero de primario de hace 20 o 30 años y más, era comparable a un tercero de secundaria actual.

Leyendo un pequeño artículo me encontré con la opinión de un autor, quien sostenía que los rudimentos básicos de la educación son las matemáticas, la comprensión de lectura y la escritura creativa, y que los alumnos en sus primeros años deberían aprender y fortalecer estas habilidades, y que antes de comenzar a tomar materias de física, química, biología, historia y otras, deberían manejar con suficiencia estas materias básicas.

No dejo de reconocer con mucha preocupación, que las inquietudes de todas estas gentes pudieran estar fuertemente justificadas. En el sistema escolar actual, nuestros alumnos pasan de un grado a otro, y de un sistema escolar a otro, sin la fortaleza necesaria en estas tres áreas básicas.

La referida maestra me señalaba los tres pilares fundamentales del proceso educativo, de acuerdo a su amplia experiencia: Disciplina, constancia y trabajo. Me decía es necesario que exista un principio de autoridad bien entendido, en el cuál el maestro es quien hace cumplir las reglas, y los alumnos se someten a las directrices y ordenamientos del mismo. Cada una de las partes debe ayudar al cometido del proceso de enseñanza-aprendizaje, y desde luego cumplir sus funciones con toda cabalidad. El maestro prepararse y transmitir todo su conocimiento de la mejor manera. El alumno, estudiar, hacer tareas y preguntar todo cuanto no quede claro. Respecto del tercer punto me señalaba que debía existir constancia, porque sin el rigor del trabajo diario y bien planificado, no podía haber progreso. En tercer lugar señala la necesidad de entender que el aprender es un arduo esfuerzo, que requiere de mucha energías y trabajo.

Todos aquellos a los que nos toco estudiar bajo las severas reglas de antaño, aún recordamos aquel prolijo dicho de “la letra con sangre entra”, que sin ser a todas luces cierta, por lo menos si permitía atemorizarnos un poco, y desde luego que facilitaba la tarea educativa de las maestras. Muchos recordamos el bien ganado prestigio, de las varas de membrillo de las Huertas de Chihuahua, que eran encargadas tan solícitamente a los alumnos más aplicados del salón, para castigar las travesuras de los más despiertos, burros y platicones. Las orejas de burro, los rincones del salón, e incluso torturas como permanecer de pie en el sol, o de rodillas, con las manos en cruz y sosteniendo sendas piedras en cada mano son cosas del pasado que nos toco ver o sufrir; los estirones de cabello, de orejas, los borradorazos, proyectiles certeros que impactaban violentamente en la boca o cabeza del parlanchín, son incidentes que me atrevo a pensar quedaron en el lejano ayer de los salones de clase. Pero también quedaron virtudes básicas como la honestidad, la responsabilidad, el amor por educar, la disciplina, la constancia y el trabajo.

Con la llegada de la Escuela Normal Experimental y los métodos científicos para educar, entre ellos la famosa pedagogía de que carecían las antiguas maestras rurales y las monjas, se acabaron los problemas de violencia en las aulas. Desafortunadamente tan bien se termino con la disciplina y la obediencia de los alumnos. Los alumnos de la actualidad, muestran una total falta de respeto por sus profesores y mayores. Además de que su interés por aprender es nulo.

La calidad de la infraestructura de las escuelas, de los libros de texto, de la tecnología, los sueldos de los profesores y el número de ellos, se han incrementado en forma descomunal, al igual que el número de alumnos. Sin embargo la calidad de la educación en el mejor de los casos ha permanecido igual, y en su gran mayoría ha desmerecido respecto de la educación de antes.

Los alumnos de hoy que gozan del beneficio de la televisión, el radio, de las computadoras, del Internet, de cientos de periódicos y revistas, de los juegos de video, de las enciclopedias en CD-Room, de miles de diferentes fuentes informativas, son los alumnos más ignorantes y desinformados de toda la historia del municipio.

Vivimos en un mundo globalizado, donde los productos y componentes generados en un sitio viajan con gran celeridad a otro donde son consumidos o utilizados en la confección de otro producto, con un destino final distinto. De igual manera sucede con la fuerza de trabajo, que se desplaza con gran facilidad de un país a otro. Los mexicanos sabemos de esa habilidad migratoria, constituyéndose toda la unión americana, en destino de nuestras capacidades físicas y prácticas y en ocasiones también teóricas. Para nadie es nuevo que la mayoría de mexicanos que migramos a los EE.UU. no requerimos de ninguna capacitación especial, para encontrar trabajo de meseros, lavaplatos, agricultores, lavacoches, “pushers” etc.

Cada producto que es elaborado en cualquier lugar del mundo pasa por un control de calidad interno y posteriormente es el mercado quien verifica si es bueno o malo, al comprarlo o mantenerlo en los estantes. Desafortunadamente, en lo que se refiere a los productos de la educación, no existen esos controles de verificación de la calidad del producto. Después de que el alumno paso seis años en la primaria, tres en la secundaria y otros tres en la preparatoria, nadie es capaz de verificar si han aprendido lo que debieran haber aprendido, de acuerdo al Plan General de su Educación. Creo que existen pocos productos que tengan un proceso tan largo y costoso de confección, y con tan pocos niveles de verificación de calidad. Si se tratará de una empresa quien realizara este trabajo, habría quebrado en los primeros tres años de operación. Afortunadamente, esta inversión la hace el único empresario capaz, de afrontar tantas perdidas, el pueblo mexicano a través de su gobierno siempre ineficiente.
Para ingresar al mercado de trabajo de los latinos en los EE.UU., es necesario solamente tener la edad mínima, no ser completamente retrasado mental y no estar totalmente impedido físicamente. No es necesario que sepan hablar, sumar, leer, o escribir. Que tampoco les serviría de gran cosa a menos que fuera en ingles. Materia que a pesar de los tres años constantes de secundaria, no le ayuda a nadie ni para decir con toda propiedad “Good morning por la mañana”
Es en este mercado donde se prueban las habilidades educativas de los colotlenses, situación por la cuál a muy pocos les ha interesado preguntar por las habilidades académicas de los estudiantes.

En la vida del municipio nunca había habido tanto profesor, con tanta educación y grados universitarios, sin embargo tampoco había habido también tanta pobreza intelectual, moral y cultural. Los maestros no se han convertido en la prístina luz, que debiera guiar con solidez moral y rectitud los destinos del municipio. La fuerza capaz de convertir a Colotlán en un pueblo progresista y culto. La erosión cultural nos ha atacado como a la mayoría de los pueblos pequeños de México y los encargados de defender el baluarte del conocimiento y la cultura han sido incapaces de presentar un frente común, sólido y permanente. No es casualidad que no exista ni un solo periódico cultural o por lo menos magisterial, en una comunidad donde más de 1000 personas nos ostentamos como profesores y profesionistas. No es gratuito que cuando los profesores celebran sus juegos magisteriales, el deporte y la borrachera sean los grandes ganadores de los festejos. Y las magras obras culturales se puedan contar con los dedos de las manos.

Afortunadamente para todos nosotros el sistema en que nos sustentamos los maestros, esta hecho para durar muchos años, muchos más que el mismo PRI. El edificio burocrático magisterial esta solidamente pegada, cada uno de los elementos que lo conformamos, nos pegamos a sus pilares con todas nuestras fuerzas, y nos adherimos a sus reglas, con mayor énfasis que a aquellas del antiguo testamento.

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