Monday, November 9, 2009

Retratos de nuestra provincia







Un viajero de paso por Colotlán en 1826
George G. Lyon

21 de agosto.

En un tramo de tres leguas sobre las montañas, el camino descendió a un pequeño y fértil valle, rico en magueyes y maíz, cerca del hermoso y sombreado ranchito de Tenasco. De aquí entramos de nuevo a las montañas, y llegamos a la aldea de Colotlán cuando ya había caído la noche, habiéndonos tomado once horas y media el cabalgar catorce leguas. Habiendo estado el día muy bochornoso, mis animales se hallaban muy fatigados; sin embargo, no pudimos hallar ni alimento ni lugar de descanso para ellos, pues habiendo sucedido que un maromero había llegado recientemente de Guadalajara, todo habitante de Colotlán que podía juntar tres peniques (un medio) había ido en rebaño a ver su ejecución. Por consiguiente, hombres y ganado nos fuimos a la cama sin cenar y sin comodidades. Las montañas por las que atravesamos este día eran de porfido rojo, cubierto algunas veces con calcedonia; y por donde quiera, o con muy pocas excepciones, se observaba una peculiaridad en su forma estaba en su mayor parte coronadas por una abrupta y desnuda capa de rocas parecida a una pared, arriba de la cual había un espacio de terreno perfectamente nivelado donde raramente se veía algún árbol creciendo. La parte del terreno de abajo, por el contrario, estaba espesamente cubierta de robles achaparrados (entre los cuales observe una especie parecida al Quercus diversifolia), mimosas y nopales. Todo el campo esta cubierto con buen pasto, ofreciendo el más profundo contraste con los pardos y áridos desiertos que rodean a Zacatecas. Entre tanto verdor no pude menos que observar la devastación que han causado las grandes comunidades de hormigas, limpiando la tierra de toda sustancia vegetal en un perímetro de cinco a diez yardas alrededor de un montículo espesamente poblado, que se elevan usualmente como un pie sobre su circulo de desolación.

22 de agosto.

Viéndome imposibilitado de conseguir alimento para mi hambriento ganado hasta esta mañana, me vi obligado a renunciar a la idea de continuar mi viaje hasta que se refrescaran las mulas de carga. Por lo tanto, ocupe la montaña vagando por las riveras bañándome en el pequeño y turbio río que fluye a través del valle de Colotlán, y que ofrece con sus huertos y árboles frutales que lo acompañan una escena deliciosa. El maíz se cultiva en abundancia, y el maguey crece de modo considerable. Habiéndome hospedado en la habitación del Ayuntamiento, anexo a la cárcel común, mis ventanas estaban constantemente llenas de mirones de la multitud, que en los pueblos mexicanos se ven siempre reunidas alrededor de las barras de la prisión, donde se concentran todos los chismes y se discuten todos los problemas importantes del pueblo. Por la noche recibí la visita de un hombre muy importante, el jefe político, cuyas labores nunca pude entender con claridad pero trajo consigo un licenciado un secretario y un inmenso séquito de hombres bárbaros, con los cuales tuve una larga conversación acerca del código penal de Jalisco, el cual, así como el juicio por medio de un jurado, me informaron mis visitantes que había sido copiado del código de Inglaterra. Del código criminal de Zacatecas se hablo con gran desden, toda vez que no tenia una pena definida para el asesinato, mientras que se jactaron de que el de Jalisco era el modelo para la republica; la verdad es que ninguna ley se hace cumplir y que la impunidad del crimen en un lugar, iguala totalmente a la del otro. Mientras discutíamos estos importantes asuntos, la sensibilidad de las autoridades principales respecto a los asuntos criminales se puso aprueba por agudo grito de mis vecinos en “durance vile” que peleaban con cuchillos, y habían herido a uno de su grupo. Este fue un admirable fundamento para una muestra de justicia; pero ¡ay! La incisión y la mutilación no se hallan mencionadas en el código penal; y el carcelero muy jocosamente rindió su parte de la “cuchillada” del cual todas las autoridades se rieron, y continuaron luego su conversación. El mas inteligente de mis visitantes era un indio puro, propietario de un rancho, del grupo tlaxcalteco, el que vino con que algunos chichimecos de Soyatitlan y Tochopa del grupo de los tepehuanes que se han establecido en la vecindad de la población. El español es ahora la única lengua hablada generalmente por esas gentes, aunque muchos aun conservan en su circulo domestico el dialecto de sus antecesores. Hay en Colotlán y su vecindad (todos los cuales vienen a la misa del domingo) 7000 almas, gobernadas por un jefe político, un alcalde (Que es indio), un mediador y dos alcaldes de la prisión; de cuyo monopolio fui acosado repetidas veces por un sujeto ruidoso con I say, John English,¡ha ha! ¡my boy!, lo cual, desafortunadamente para continuar una conversación, era todo el repertorio de ingles de mi amigo.

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