Doña Hermila Carlos
El Sr. Cura Candelario Ayala, fue el que mando pedir mi acta de nacimiento del Teúl. Mi madre me saco de mi tierra, en 1910, tenía yo 5 años; me trajo aquí a Colotlán a que me confirmara una señora llamada Altagracia Martínez, y entonces aquí me estuve con ella más de un año y me regrese de nuevo con mi mamá, después regresamos y aquí estuve, usted sabe como es la vida, ¿verdad? Hasta que me fui andar la misión, andar por allí, mi mamá se quedo aquí y desafortunadamente no supe cuando murió mi mamá, cuando regrese ya no la halle. Quiero recordar que me fui por allá el 19,por que para el 23 ya estaba aquí. Que fue cuando a mi marido le entregaron la capilla de San Lorenzo. Don José de Jesús Moreno tenía una tiendita y yo era clienta de el. Yo conocí el primer molino que hubo aquí en Colotlán, ese molino estaba por la calle Morelos, bajando de la Centenario a las dos o tres puertas y se manejaba con Mulas. Fue cuando la revolución (guerra) del Toro. Después de que paso esa guerra pusieron unos vados, en el día ponían una tabla grande para que pasaran las gentes, pero no los animales y en la noche las quitaban. Por las banquetas ponían las tablas para pasar. El segundo molino, fue por la calle Niños Héroes, donde esta la tienda de Luis. Entonces estaba yo chiquilla
La gente de antes la tenía a uno de chiquillo aquí, no la dejaban salir para nada: Yo no me doy cuenta de nada, haciendo puro quehacer, todo el tiempo encerrada, mi madrina hacía tortillas para la plaza. Se aluzaba uno con el aparato de petróleo o vela, por las calles había unas lamparitas de petróleo de cuatro vidrios, por la tarde, andaban con escalera de tijera echándoles petróleo y encendiéndolos. Mi madrina les lavaba a los papases del Sr. Don Jesús Moreno, pero yo no los conocí. No me dejaban salir para nada. Yo no me rozaba mucho con la gente, así que no puedo darle razón de los ricos o los pobres. Yo comencé a conocer gente por aquí poquita, a don Isabel Camero fue a quien conocí bien a don Pancho Núñez, que era médico, el papá de Mildred, Lupita y Catarino.
De los presidentes yo no le doy razón, yo nunca me roce con ellos, y luego tengo mucha muy mala memoria, estuvo de presidente el difunto Juan Sánchez, que fue cuando andaban poniendo el adoquinado de la primer calle, en San Lorenzo, la calle Centenario, anteriormente allí se hacían los rodeos. Después lo quitaron de allí y lo echaron para Canoas, para empedrar, y después lo adoquinaron. Cuando estaba el adoquín, estaba ese señor Juan de presidente. De entonces ya comencé a acordarme más de los presidentes.
Recuerdo la Alameda cuando ya no había jardines, recuerdo cuando había una fuente de agua y muchísimos Álamos, nomás es de lo que me acuerdo. Me decían que anteriormente había jardín, allá muy allá, en aquellos años antepasadísimos, pero yo ya no lo conocí. Después don José de Jesús Moreno también fue presidente y Cuco Raygoza, por tres veces.
Cuando mataron a Agustinillo si estaba yo aquí, por hay las personas dicen que por que le habían puesto de apodo el gavilán pollero, y que estaba en una cantina por allá abajo, en donde el señor que lo mato mando tocar el gavilán pollero y de allí fue que agarraron la pendencia y de allí fue que lo mataron.
Yo conocí a los Haro y también a don León Márquez, papa de doña Emilia Márquez, que se caso con don Juan Haro, papá de don Rafael Haro, ellos vivían en San Francisco, en el Refugio. A Rafael Haro yo lo conozco desde que estaba chiquillo, desde entonces, pero el no hace cuenta de mi, porque nunca se comunicó uno. Yo estuve en la casa del señor León Márquez ayudando hacer quehacer. Desde entonces eran ricos, pero ahora son muchísimo más. León Márquez era riquillo tenia en el patio más de veinte cochinos, juntaban muchísima calabaza en las aguas, tenían una troje para el maíz, que casi se les llenaba. En las secas se ordeñaban solamente diez vacas, en las aguas muchísimas más. Cuando murieron los abuelitos de don Rafael y yo me salí de allí, mi madre me llevo de aquí, nos fuimos del rancho del Saucillo en el año 16, cuando fue aquí la necesidad. Nos fuimos para el Teúl, allá no hubo necesidad, surtió ese pueblo de gente, lo mantuvo hasta donde ya no. Mucha gente se fue para allá, y otra se paso mas para abajo. En 1917 fue la enfermedad, yo creo que tifo, murió muchísima gente, ya para entonces estaba yo aquí en el Saucillo.
En 1913 y 1914 quemaron Colotlán, fueron tres guerras casi seguidas y quemaron en dos de ellas. La primera vez que quemaron yo estaba aquí, la segunda estaba en el Saucillo, cuando la guerra de Carranza. Me di cuenta porque una noche que dizque perdió Carranza, y que habían rompido el sitio y pasaron por el Saucillo las tropas de Carranza y pasaron gritando que vivieran las tropas de Carranza. La segunda vez que quemaron yo estaba en el rancho, ya nomás subía la gente a un cerro alto que hay a devisar las humaredas. Se veía hasta allá.
La primera guerra, yo me vine en 1905, la guerra fue en 1911. En ese tiempo me trajo mi mama y fue cuando quemaron aquí. Quemaron en la semana santa el jueves o viernes santo, ya para el domingo que me bajaron a misa, me trajo el esposo de mi madrina y ya me dijo: -Vente vamos a ver la quemazón, y enfrente de la iglesia, en las tiendas a espaldas del portal. Estaban los alambres por el suelo, las pilas de ropa carbonizadas, por el suelo todavía estaba corriendo el dulce con el azúcar, junto con el petróleo todavía hirviendo, de eso si me acuerdo. Todas las tiendas bien quemadas, porque a donde anduvo mi padrino, toda la cuadra, bien quemada, mas para allá ya no fue a ver. Eran unas tiendas de muchísima ropa, fina. Los domingos me traían a misa, y vamonos de regreso. Yo nunca me di razón, cuando estuve con mi madrina, nunca me di razón, nunca supe lo que era la plaza de armas, nunca supe lo que eran calles unas y otras, nunca supe de fiestas, esa señora nunca salía para nada. Asistíamos a misa de siete de la mañana, no se usaba la de ocho de la noche, solo las de siete. Cada quien iba arreglada como podía, entonces no había bancas, era pura tarima, nos sentábamos hincadas o sentadas en el suelo, en la tarima. Todo el mundo, ricas y pobre, no había ni una banca, nada, nada. Hasta últimamente que quitaron el piso de madera, y pusieron e otro piso, entonces hubo bancas. Estaba el pulpito entrando al lado izquierdo. La Purísima desde entonces ya estaba, solamente la pintura detrás del ciprés era distinta. La de ahora esta mas bonita mas bien pintada. Fue el tiempo en que estuvo el Sr. Cura Gallegos en 1940. El dijo que entre toda la comunidad de Colotlán íbamos a hacer esa pintura. El nos anoto, usted se imagina con diez centavo cada quien cada ocho días. Si alguien tenía más, si Dios la socorría un centavo más, sino solo diez. Iban a recoger la cuota a nuestra casa, y nos daban nuestros recibos.
La gente pobre usaba su ropa interior de manta, y su ropa de andar con telitas corrientes, de a diez centavos la vara, una vara es casi igual al metro. Todo el mundo calzaba según sus posibilidades. Los pobres con huaraches, los ricos con zapatos finos. Los ricos si andaban muy arreglados, en la iglesia todos parejos. Los sacerdotes no permitían estar de pie, solo hincados o sentados. Antes la misa era solo en latín, y los padres de espaldas, nada mas giraban y decían “Omnimunus Obispum” y se volteaban.
El órgano estaba preciosismo, en la misa mayor, lo tocaba un señor que se llamaba don Marcos Valdivia, y a veces tocaba abajo, en el piano. También el difunto Mariano Sánchez, pero el solo tocaba abajo. Yo estuve trabajando con don Liborio Sánchez, papá de las mamis.
Entre mas van pasando los años mas se le van olvidando los nombres. En la plaza principal tocaba la banda municipal, El mariachi los recuerdo de hace poco tiempo, del año setenta para acá. Todavía en esos años andaban músicos ambulantes que tocaban donde les hablaban, en las casas, cantinas, billares. Con violín, guitarra y tololoche. Tocaban la música de antes, tantas canciones tan bonitas, que ya ni se acuerda uno que la Margarita, la Adelita, la Mariquita, y sabe cuantas canciones más.
Las mañanas de Benjamín Argumedo, de Huejuquilla el Alto, Francisco I. Madero, Agustín de la Sierra, no se llamaban corridos se les decían mañanas. Esos eran los que tocaban en las calles, se las pedían los borrachitos. Los bailes los hacían con pura cuerda, violín, guitarra, arpa y tololoche. El que quería hacer un baile pedía el permiso y lo hacia. Pagaban su cuota y listo. Iban los policías a cuidar el buen orden, el baile era publico, allí entraba quien entraba, nadie era desairado aunque no fuera invitado. Casi no se daba de tomar entonces. Los borrachillos llevaban su botellita escondida, y se la tomaban afuera, en la calle. En los bailes no se usaba de tomar.
La luz la ponía el difunto don Pedro Maldonado, que tenía una fabrica de fideo y otra de jabón. Don Juan Zulueta tenia su cantina donde es ahora la tienda de los de León, dicen que se murió y que se fue al infierno: platicaba que en tiempo de posadas se burlaba mucho de las posadas, que el hacia el papel del sacerdote, que era muy protestante. Que el nombraba a quien le tocaba un día para hacer la posada. Al que le tocaba un día era de dar tequila a todos los que estaban allí, a otro le tocaba dar el tequila otro día, y que el se subía al mostrador a predicar. Que un día para estar mas alto, subió una silla al mostrador y de allí se cayo, y que de eso se puso malo. Decían que dizque tenía una hija muy bonita y que le estaban saliendo unos pitoncitos.
Recuerdo que el Mesón del Puerto Arturo, cerca de la gota de agua, fue cuartel una vez y la Casa del difunto Luis de la Isla fue una vez correo, sobre Morelos pasando Paseo. Después estuvo allí la prensa, pero eso fue más recientemente. Ya después me dedique al trabajo de mi casa, al trabajo de mi hombre, el era alfarero, lozero. El tenía su casa y taller en la pura esquina de Zaragoza y centenario, esa era nuestra casa. El hacia loza corriente para poner en la lumbre de leña. Antes no se usaba la loza fina. La hacíamos con moldes y la cocíamos en el horno de leña. El aprendió de sus padres, originario de Colotlán, de nombre Salome Fernández Cabral, el comercio de la loza era en la plaza, del mercado para allá. Allí se ponían todos los lozeros, antes no se usaba el plástico, el peltre, todo el mundo tenia loza de barro. Siempre había muchos lozeros un señor Agustín, un Valentín, todos ellos vivían para Tochopa, en el barrio de los olleros. Se usaban ya las macetas de barro vidriadas.
En las huertas hallaba uno muchas frutas: membrillo, durazno, pera, granada, lima, naranja, caña, No había hortalizas casi, el rabanito. Pinole calle la boca, cada rato lo hacíamos; así como el ponteduro, esquite y semillas. El pan de chiquigüite lo traían de Santa Maria. Antes se comía frijoles, carnita de puerco con chile, gorditas de frijoles con chile.
La gente tenía sus cochinitos, sus gallinitas, ahora el gobierno ya no quiere. Dicen que el gobierno que nos esta haciendo muchos favores, yo no lo creo. Nos quitaron las gallinas, quitaron el cochino. –Oiga, las pobres gentes que engordaban el cochinito para ayudarse en algo, ya no lo engorda, es un bien que le quitaron. Las gallinitas que tenia uno para ayudarse con el blanquillo es un ayuda que nos quitaron. Eso no es ayudar, es perjudicar.
La gente de antes la tenía a uno de chiquillo aquí, no la dejaban salir para nada: Yo no me doy cuenta de nada, haciendo puro quehacer, todo el tiempo encerrada, mi madrina hacía tortillas para la plaza. Se aluzaba uno con el aparato de petróleo o vela, por las calles había unas lamparitas de petróleo de cuatro vidrios, por la tarde, andaban con escalera de tijera echándoles petróleo y encendiéndolos. Mi madrina les lavaba a los papases del Sr. Don Jesús Moreno, pero yo no los conocí. No me dejaban salir para nada. Yo no me rozaba mucho con la gente, así que no puedo darle razón de los ricos o los pobres. Yo comencé a conocer gente por aquí poquita, a don Isabel Camero fue a quien conocí bien a don Pancho Núñez, que era médico, el papá de Mildred, Lupita y Catarino.
De los presidentes yo no le doy razón, yo nunca me roce con ellos, y luego tengo mucha muy mala memoria, estuvo de presidente el difunto Juan Sánchez, que fue cuando andaban poniendo el adoquinado de la primer calle, en San Lorenzo, la calle Centenario, anteriormente allí se hacían los rodeos. Después lo quitaron de allí y lo echaron para Canoas, para empedrar, y después lo adoquinaron. Cuando estaba el adoquín, estaba ese señor Juan de presidente. De entonces ya comencé a acordarme más de los presidentes.
Recuerdo la Alameda cuando ya no había jardines, recuerdo cuando había una fuente de agua y muchísimos Álamos, nomás es de lo que me acuerdo. Me decían que anteriormente había jardín, allá muy allá, en aquellos años antepasadísimos, pero yo ya no lo conocí. Después don José de Jesús Moreno también fue presidente y Cuco Raygoza, por tres veces.
Cuando mataron a Agustinillo si estaba yo aquí, por hay las personas dicen que por que le habían puesto de apodo el gavilán pollero, y que estaba en una cantina por allá abajo, en donde el señor que lo mato mando tocar el gavilán pollero y de allí fue que agarraron la pendencia y de allí fue que lo mataron.
Yo conocí a los Haro y también a don León Márquez, papa de doña Emilia Márquez, que se caso con don Juan Haro, papá de don Rafael Haro, ellos vivían en San Francisco, en el Refugio. A Rafael Haro yo lo conozco desde que estaba chiquillo, desde entonces, pero el no hace cuenta de mi, porque nunca se comunicó uno. Yo estuve en la casa del señor León Márquez ayudando hacer quehacer. Desde entonces eran ricos, pero ahora son muchísimo más. León Márquez era riquillo tenia en el patio más de veinte cochinos, juntaban muchísima calabaza en las aguas, tenían una troje para el maíz, que casi se les llenaba. En las secas se ordeñaban solamente diez vacas, en las aguas muchísimas más. Cuando murieron los abuelitos de don Rafael y yo me salí de allí, mi madre me llevo de aquí, nos fuimos del rancho del Saucillo en el año 16, cuando fue aquí la necesidad. Nos fuimos para el Teúl, allá no hubo necesidad, surtió ese pueblo de gente, lo mantuvo hasta donde ya no. Mucha gente se fue para allá, y otra se paso mas para abajo. En 1917 fue la enfermedad, yo creo que tifo, murió muchísima gente, ya para entonces estaba yo aquí en el Saucillo.
En 1913 y 1914 quemaron Colotlán, fueron tres guerras casi seguidas y quemaron en dos de ellas. La primera vez que quemaron yo estaba aquí, la segunda estaba en el Saucillo, cuando la guerra de Carranza. Me di cuenta porque una noche que dizque perdió Carranza, y que habían rompido el sitio y pasaron por el Saucillo las tropas de Carranza y pasaron gritando que vivieran las tropas de Carranza. La segunda vez que quemaron yo estaba en el rancho, ya nomás subía la gente a un cerro alto que hay a devisar las humaredas. Se veía hasta allá.
La primera guerra, yo me vine en 1905, la guerra fue en 1911. En ese tiempo me trajo mi mama y fue cuando quemaron aquí. Quemaron en la semana santa el jueves o viernes santo, ya para el domingo que me bajaron a misa, me trajo el esposo de mi madrina y ya me dijo: -Vente vamos a ver la quemazón, y enfrente de la iglesia, en las tiendas a espaldas del portal. Estaban los alambres por el suelo, las pilas de ropa carbonizadas, por el suelo todavía estaba corriendo el dulce con el azúcar, junto con el petróleo todavía hirviendo, de eso si me acuerdo. Todas las tiendas bien quemadas, porque a donde anduvo mi padrino, toda la cuadra, bien quemada, mas para allá ya no fue a ver. Eran unas tiendas de muchísima ropa, fina. Los domingos me traían a misa, y vamonos de regreso. Yo nunca me di razón, cuando estuve con mi madrina, nunca me di razón, nunca supe lo que era la plaza de armas, nunca supe lo que eran calles unas y otras, nunca supe de fiestas, esa señora nunca salía para nada. Asistíamos a misa de siete de la mañana, no se usaba la de ocho de la noche, solo las de siete. Cada quien iba arreglada como podía, entonces no había bancas, era pura tarima, nos sentábamos hincadas o sentadas en el suelo, en la tarima. Todo el mundo, ricas y pobre, no había ni una banca, nada, nada. Hasta últimamente que quitaron el piso de madera, y pusieron e otro piso, entonces hubo bancas. Estaba el pulpito entrando al lado izquierdo. La Purísima desde entonces ya estaba, solamente la pintura detrás del ciprés era distinta. La de ahora esta mas bonita mas bien pintada. Fue el tiempo en que estuvo el Sr. Cura Gallegos en 1940. El dijo que entre toda la comunidad de Colotlán íbamos a hacer esa pintura. El nos anoto, usted se imagina con diez centavo cada quien cada ocho días. Si alguien tenía más, si Dios la socorría un centavo más, sino solo diez. Iban a recoger la cuota a nuestra casa, y nos daban nuestros recibos.
La gente pobre usaba su ropa interior de manta, y su ropa de andar con telitas corrientes, de a diez centavos la vara, una vara es casi igual al metro. Todo el mundo calzaba según sus posibilidades. Los pobres con huaraches, los ricos con zapatos finos. Los ricos si andaban muy arreglados, en la iglesia todos parejos. Los sacerdotes no permitían estar de pie, solo hincados o sentados. Antes la misa era solo en latín, y los padres de espaldas, nada mas giraban y decían “Omnimunus Obispum” y se volteaban.
El órgano estaba preciosismo, en la misa mayor, lo tocaba un señor que se llamaba don Marcos Valdivia, y a veces tocaba abajo, en el piano. También el difunto Mariano Sánchez, pero el solo tocaba abajo. Yo estuve trabajando con don Liborio Sánchez, papá de las mamis.
Entre mas van pasando los años mas se le van olvidando los nombres. En la plaza principal tocaba la banda municipal, El mariachi los recuerdo de hace poco tiempo, del año setenta para acá. Todavía en esos años andaban músicos ambulantes que tocaban donde les hablaban, en las casas, cantinas, billares. Con violín, guitarra y tololoche. Tocaban la música de antes, tantas canciones tan bonitas, que ya ni se acuerda uno que la Margarita, la Adelita, la Mariquita, y sabe cuantas canciones más.
Las mañanas de Benjamín Argumedo, de Huejuquilla el Alto, Francisco I. Madero, Agustín de la Sierra, no se llamaban corridos se les decían mañanas. Esos eran los que tocaban en las calles, se las pedían los borrachitos. Los bailes los hacían con pura cuerda, violín, guitarra, arpa y tololoche. El que quería hacer un baile pedía el permiso y lo hacia. Pagaban su cuota y listo. Iban los policías a cuidar el buen orden, el baile era publico, allí entraba quien entraba, nadie era desairado aunque no fuera invitado. Casi no se daba de tomar entonces. Los borrachillos llevaban su botellita escondida, y se la tomaban afuera, en la calle. En los bailes no se usaba de tomar.
La luz la ponía el difunto don Pedro Maldonado, que tenía una fabrica de fideo y otra de jabón. Don Juan Zulueta tenia su cantina donde es ahora la tienda de los de León, dicen que se murió y que se fue al infierno: platicaba que en tiempo de posadas se burlaba mucho de las posadas, que el hacia el papel del sacerdote, que era muy protestante. Que el nombraba a quien le tocaba un día para hacer la posada. Al que le tocaba un día era de dar tequila a todos los que estaban allí, a otro le tocaba dar el tequila otro día, y que el se subía al mostrador a predicar. Que un día para estar mas alto, subió una silla al mostrador y de allí se cayo, y que de eso se puso malo. Decían que dizque tenía una hija muy bonita y que le estaban saliendo unos pitoncitos.
Recuerdo que el Mesón del Puerto Arturo, cerca de la gota de agua, fue cuartel una vez y la Casa del difunto Luis de la Isla fue una vez correo, sobre Morelos pasando Paseo. Después estuvo allí la prensa, pero eso fue más recientemente. Ya después me dedique al trabajo de mi casa, al trabajo de mi hombre, el era alfarero, lozero. El tenía su casa y taller en la pura esquina de Zaragoza y centenario, esa era nuestra casa. El hacia loza corriente para poner en la lumbre de leña. Antes no se usaba la loza fina. La hacíamos con moldes y la cocíamos en el horno de leña. El aprendió de sus padres, originario de Colotlán, de nombre Salome Fernández Cabral, el comercio de la loza era en la plaza, del mercado para allá. Allí se ponían todos los lozeros, antes no se usaba el plástico, el peltre, todo el mundo tenia loza de barro. Siempre había muchos lozeros un señor Agustín, un Valentín, todos ellos vivían para Tochopa, en el barrio de los olleros. Se usaban ya las macetas de barro vidriadas.
En las huertas hallaba uno muchas frutas: membrillo, durazno, pera, granada, lima, naranja, caña, No había hortalizas casi, el rabanito. Pinole calle la boca, cada rato lo hacíamos; así como el ponteduro, esquite y semillas. El pan de chiquigüite lo traían de Santa Maria. Antes se comía frijoles, carnita de puerco con chile, gorditas de frijoles con chile.
La gente tenía sus cochinitos, sus gallinitas, ahora el gobierno ya no quiere. Dicen que el gobierno que nos esta haciendo muchos favores, yo no lo creo. Nos quitaron las gallinas, quitaron el cochino. –Oiga, las pobres gentes que engordaban el cochinito para ayudarse en algo, ya no lo engorda, es un bien que le quitaron. Las gallinitas que tenia uno para ayudarse con el blanquillo es un ayuda que nos quitaron. Eso no es ayudar, es perjudicar.
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