Don Simon Navarro: recuerdos
Flavio Alejo, no era hijo de matrimonio, el era hijo natural. Ya cuando murieron los dos Santiaguitos el grande y el chico, le quedo la herencia a Flavio. La mayoría de las huertas de Chihuahua era de ellos, el rancho de los Vallecitos, además decían que tenían mucho dinero en efectivo. Ya cuando murió Santiago chico, ya reconocieron a Flavio como hijo de don Santiago y el se quedó con la herencia de todo. Y como luego dicen:
“Lo que poco cuesta, buen recaudo” el empezó a gastar, estaba joven el muchacho, por hay unos veinticinco años con ganas de todo y privado de todo, cuando vivían los Santiagos grandes mal le daban para sus gastos, su escuela. Lo tenían a raya, murieron los dos y le soltaron la herencia, fue el heredero universal y empezó a gaste y gaste y ándale que se acabo todo. El primero paso que dio fue ir a sacar un depósito de dinero que tenía don Santiago y lo sacó y no se vino a Colotlán, andaba en un carro convertible del año y con mucho dinero para gastar. Se fue a Acapulco, en ese tiempo andaba la Tongolele en su época y se la llevo de planta para ir a Acapulco, De allá nos mandaba el tarjetitas a los amigos y conocidos. Nos mandaba decir:
“Acá en Acapulco pura mendiga vida”
Pues ya que vino a Colotlán y siguió: allí en la huerta de la primavera la arreglo bien, hizo un kiosco para los músicos y hacía tardeadas los domingos para los amigos. No era gratuito pero lo hizo allí como para divertirse. No como negocio, no ocupaba nada, tenía mucho dinero. Agarro la orilla y acabo con todo. Vieras que raro, tenía mucho ganado y a los parientes que éramos los Huerta y yo. Nunca nos vendió una vaca, ni un animal. Sabes quien fue el heredero, el papa de Jesús Álvarez, se llamaba José y tenía una carnicería, y a ese le vendía. Se le acababa el dinero a Flavio en la noche e iba y le pedía: -Présteme cien pesos, don José. Flavio le daba una boleta para el vaquero: -Sr. Lares entréguele a don José Álvarez tal cantidad de vacas. Iba don José con el vaquero al rancho y en lugar de traerse dos, se traía cuatro. Le daba su untada al vaquero. No pues rápido se acabo el ganado. Un capital nomás ruyendosele pues que tanto se dilata. No se te decir que tantos años duro gastando, pero pronto se acabo.
Estaba una vez Flavio con sus amigos tomando en una cantina, y llegó el recaudador de rentas con un papelito, en el que se le notificaba que tenía atraso en el pago del predial de un potrerito que estaba arriba de los vallecitos, a nombre de don Santiago. Flavio creía que ya había acabado con toda la herencia y hasta se enojo y dijo: -Hombre, yo queriendo acabar con el capital, y me traen todavía esto. De allí se fue para con don José Álvarez que era su cliente, y a el se lo vendió. Ese fue el último terreno que vendió y de allí se fue para Estados Unidos. Decía mi hermano Benjamín que allá lo veía, que estaba en un Restaurante en California y que le decían de Colotlán y que maldecía la hora. Imagínate tan rico y haber acabado con todo. Don Felipe Muro casi el se quedo con todas las huertas. Don Jesús Sánchez se quedo con el rancho de los vallecitos. El vendió todo muy barato. La casa de los Santiago, se la escrituro a su esposa Conchita Lozano, hija de Don Demetrio Lozano. Ya estando en los Estados Unidos se la vendió ella a don Luis Huízar. Flavio se dio la gran vida, no le quedo ni que desear, se paso con las artistas más populares, las estrellas del cine, los mejores carros. El fue también miembro de la Asociación de Charros, lo juntamos ahí, se vestía muy bien, buenos caballos. El no era de a caballo, el no sabía nada de Charreria pero hay andaba en la bola. Íbamos que a las giras y lo llevábamos. El lo que quería era divertirse, en una ocasión en que nos invitaron a una boda, en Huejuquilla el Alto, don Reinaldo Armas, un señor muy rico y nos invitó a la asociación de Charros de Colotlán, unos quince nosotros. Flavio Alejo, bien vestido y joven, pues tenía pegue allá, hasta se hizo una novia. Vinieron los Charros de Jalisco a apadrinarlo, ellos se vinieron en un camión, por el rumbo de Fresnillo. Era como una feria, el primer día la Iglesia, comida y siguió de baile. Al día siguiente la Charreria, rodeo en el campo, el siguiente pialadero, comida y día de campo. Nosotros duramos creo que cuatro días y el festejo siguió. Nos tenían una casa y en la mañana llegaban los que nos atendían y nos llevaban una botella y la canela bien caliente. Cuando se levantaba uno ya estaba bien curado. Había una casa donde mataban los animales y le servían a uno de comer, birria, menudo, chicharrón, carnitas. Total de que nos dimos vuelo en esa boda y como nos divertimos, acordándome que también a Flavio le toco.
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