Don Simon Navarro: recuerdos
Una vez vino Leal Sanabria y me dijo: Simón, hay dirígeles unas palabras. Le dije:
-Para que hay trae sus oradores. Me contesto: -Mira una palabra que tu les digas vale mas que cien de las nuestras. Diciéndome pues que la gente me tenia en un buen concepto. Yo les hablaba unas palabras, refiriéndome a la revolución, a los beneficios del partido, que nos dio a los de abajo, en las ciudades las conquistas obreras, y en el campo la tierra. La gente me tenía mucha voluntad y mucha confianza. Cuando iba yo a invitarlos a una reunión o mitin, me decían: -Mira Simón, vamos nomás por ti, porque a esos señores ni los conocemos. Pero por no rajarnos contigo. Total que venían y pues a mi me costaba. Había veces que me decían hay tu te entiendes, con la birria, la vaca, la arreglada, los camiones para acarrear la gente. Desembolsaba yo, y había veces que no volvía a ver los candidatos. Me fregaban con todo eso. Fíjate pues a mi costo, pos todo eso que gastaba ya no tenia vuelta. A ese partido lo quiero porque me costo. Lo que cuesta dinero lo quiere uno. Me costo y ahora me da lastima que otro partido que pertenece a los que nos andaban dando contra cuando la Cristeada. Es el mismo partido, que ahora que vieron la gorda bien hecha, se acomodaron. Pero realmente, no les pertenece. Claro que todo mexicano tiene derecho a todo. Pero diremos, que nuestros antepasados que lucharon por la revolución, esos dieron su vida, porque no hubiera el cambio ese que querían, que no hubiera escuelas, que no repartieran tierras. Todo eso se le debemos al partido, a todos esos estatutos que rigieron ya después de eso. Pues fíjate pura ventaja para la gente de abajo.
Por ejemplo un hacendado que tenia miles de hectáreas, un solo dueño que se beneficiaba, tenían criaderos de ganado, de yeguas y los peones trabajando de raya, para mal vivir. Apenas comer y vestir. Aquí cercas estaban la hacienda del Hepazote, del Zapote. Y la de Pacheco. La hacienda del Zapote decían que era de un señor Cura. Cuando la cosa se normalizo, se vio el cambio, luego. Mucha gente humilde y trabajadora, que ponía sus yuntas levantan maíz a lo carajo. En el alto sembraban calabazas en el barbecho y se daban como piedras, donde se iban a comer tantas. Hacían un montón calabazas en la orilla de la parcela y las partían y nomás sacaban las semillas, las secaban y las encostalaban. Lo demás quedaba para el ganado.
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