Monday, October 26, 2009

Don Simon Navarro: recuerdos




Mi esposa Estela fue dependienta de Don Agustín y que la mandaban a la casa por feria a veces, y que le decía: - Dile a Merceditas que me mande tanto. Guardaban el dinero en una alacena, en donde estaba los montones de pesos, monedas de plata. A veces doña Merceditas estaba ocupada y le decía: estela abre la alacena y llévate lo que te encargo Don Agustín. Ella trabajo algunos años con ellos y le tenían mucha confianza. En aquel entonces todas las monedas era de oro y plata. Decían que don José de Jesús Moreno, que cuando murió don Agustín lo veían que echaba viajes sacando el dinero. Probablemente el dinero de las petaquillas, y de la alacena.

Decía que don Agustín de primero le dejaba monedas por allí, para probar su honestidad. Ella allí duro muchos años trabajando y la querían bien. Se llegó el tempo en que se acabaron todos. La primera que murió fue ella, Merceditas. Decía Estela que le preguntaba doña Merceditas -¿Oye es cierto que allí sabe ir a pedir una mujer que se llama Rosa Cornejo? -No, señora yo no se. Pues hay te encargo, que si va me platiques. Estela nunca le dijo que Rosa Cornejo iba a la tienda y pedía como dueña, y que la otra empleada estaba ya de encargo de que la atendiera. Se llevaba una bolsona de cosas. Rosa Cornejo era una mujer bonita. Don Agustín le daba todo lo que pedía.

La Estancia de García, su rancho. Tenía don Agustín otra querida que le decían la treinta- treinta, una mujer muy machetona que había andado en la revolución. Esa señora tenía un hijo que fue el que mato a Tito Saucedo en las huertas. Andaban jugando al brinco de la sortija a caballo. Andaba el hijo de la treinta-treinta brincando a caballo. El señoron también se daba lija, porque era casi hijo de don Agustín, andaba bien vestido y con buen caballo. La mamá de Tito era hermana de don Agustín y Tito le tenía recelo al muchacho, porque ellos eran de la casa de don Agustín y el otro andaba mejor arreglado que ellos y el muy malora cuando el otro andaba brincando le aventaba de limazos hasta que lo canso y le metió de balazos. Lo apresaron y mandaron a Guadalajara donde supongo que cumplió su sentencia, pero yo nunca lo volví a ver.

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