Félix María Calleja
Félix María Calleja es uno de los personajes más controvertidos de la historia de México. Antes de 1810 su imagen era impecable, gozaba de una magnífica reputación, pero una vez iniciado el conflicto, su desempeño fue calificado por su brutalidad, ferocidad, represión, corrupción y autoritarismo, apenas igualado por Hernán Cortés trescientos años atrás; sin embargo, el mayor mérito personal en su carrera política y militar lo constituye el haber salvado para España una causa perdida. Él tuvo la capacidad de diseñar un plan político-militar y administrativo que frenó la insurrección del cura Hidalgo y que mantuvo unidas a las provincias del virreinato. Dicha estructura en esencia no desapareció ni con el establecimiento de la Constitución de Cádiz ni con la Independencia, más bien ambos movimientos la tomaron como base y en ello radicó parte de su éxito. Pero no me interesa hacer una apología de sus méritos y virtudes ni demostrar qué tan malo fue y todo el daño que hizo a México, sino explicar de qué manera los militares también 'hacían la América' sirviendo al rey y haciendo negocios.
Calleja fue el único militar que llegó al gobierno virreinal por méritos en campaña, con arraigo en esas tierras y que ya radicaba en ellas en el momento de su designación. Desde su llegada a Nueva España, en 1789, hasta el inicio de la guerra Calleja gozó del reconocimiento de todos los virreyes y de la gente que le conocía. Los comentarios sobre su persona por lo general le eran muy favorables. Revillagigedo lo definió como 'un oficial de guerra, instruido en su profesión, buen matemático y de acreditado talento, eficacia, prudencia y conducta'.1 Para su amigo Lucas Alamán, Calleja era un hombre
(...) de buen semblante, modales corteses y culto, aire majestuoso y a veces severo, conversación amena y agradable, pues de la instrucción propia de su profesión, era hombre de mucha lectura, especialmente de la historia.
Carlos María de Bustamante, que fue su enemigo, lo definió como
(...) bien agestado, elegante, airoso en los movimientos de su cuerpo y en todos ellos mostraba que era un militar. Era preciso en sus movimientos, comedido con el bello sexo; pero siempre respiraba arrogancia aún cuando se esmeraba en parecer cumplido; su aspecto era sombrío, de color cetrino, su mirar turbo y amenazante, sus ojos verdosos como dos tomates cocidos, su barba terminaba en punta y su cara semejaba la de un gato.
Meses antes del inicio de la guerra, cuando la agitación política iba en aumento, el virrey Lezana propuso la creación de una fuerza de diez mil hombres bajo el mando de Calleja. Decía que por su
(...) conducta cristiana, por sus bastos conocimientos militares y políticos y por muchas otras consideraciones <...> confío en él que será mi apoyo y mi descanso, tengo noticias muy grandes de su honradez y de los bastos conocimientos de estos reinos.
Aseguraba que la gente confiaba y respetaba a este militar.4
Antes de la guerra, si algo había hecho Calleja era viajar e intervenir en asuntos públicos, bien fuera como visitador, espía, jefe de campaña, instructor militar o represor de la ciudad capital en 1808.5 Conocía buena parte del virreinato y a los habitantes; Puebla, México, Guanajuato, Zacatecas, Nueva Galicia, Nayarit, San Luis Potosí, Nuevo Santander, Nuevo Reino de León y Veracruz le eran familiares.
Durante la guerra su fama entre los realistas de 'pacificador' se hizo pública y el arzobispo Lezana, ya en su lecho de muerte, lo definió como 'el conquistador 2°' de México. Luego, el 21 de julio de 1811, las Cortes le nombraron virrey sustituto en caso de que Venegas falleciera.6 En cambio, entre los insurgentes se le llamaba el 'azote de los pueblos'.
No obstante que las Cortes liberales, en marzo de 1813, le distinguieran con el cargo de 'Virrey, Jefe Superior Político y Capitán General de la Nueva España', Calleja no modificó su forma conservadora de pensar; de hecho, fue partidario del absolutismo hasta su muerte. Cuando regresó a España, en 1817, no obtuvo los grandes reconocimientos que él hubiera deseado, más bien fue relegado a un segundo plano, tal vez por la leyenda negra que pesaba sobre sus espaldas. Tuvo que esperar dos años para que le hicieran conde y en dos ocasiones fue encarcelado por no simpatizar con las ideas liberales.
Calleja nació el 11 de noviembre de 1753, en Medina del Campo, reino de Castilla la Vieja. Hijo y nieto de escribanos del ayuntamiento, por hidalguía le correspondía conservar el cargo de sus predecesores; sin embargo, se inclinó por el servicio de las armas al ser reclutado por el 'procedimiento de quintas'. El 29 de noviembre de 1773 se incorporó como cadete al regimiento de infantería de Saboya.7 Sin recursos para comprar el grado de subteniente debió esperar tres años para conseguirlo (24 de agosto de 1776), después de su participación en la desastrosa marcha sobre Argel.8 Luego fue remitido al frente de batalla en Gibraltar, donde las tropas españolas trataban de expulsar a los ingleses. Allí permaneció 22 meses antes de partir con la expedición que reconquistó la isla de Menorca,9 también en poder de los británicos. Este triunfo le permitió alcanzar el grado de teniente (1 de marzo de 1782). Luego regresó a Gibraltar por tres años más, hasta que, en 1783, españoles e ingleses firmaron los tratados de paz y el territorio fue conferido de manera definitiva a los segundos.
Calleja formó parte del amplio proyecto impulsado por la Corona con el fin de conocer, de una manera más precisa, las condiciones económicas, políticas, sociales, militares, urbanas y culturales en que se encontraban sus provincias y reinos para desarrollar una política más homogénea y centralizada que le permitiera modernizar las estructuras político-administrativas y al mismo tiempo mejorar las condiciones de vida de los habitantes. Ésta era la esencia de la Ilustración,11 y en sus informes Calleja demuestra que era uno de los mejores.
La primera visita que hizo fue a los gobiernos de la frontera de Colotlán y Nayarit y provincia de Zacatecas, es decir, a las regiones más apartadas del virreinato, lo cual nos sugiere la idea de que continuaba siendo un oficial de segundo nivel. En ellas los pueblos se encontraban en franca rebeldía por un problema jurisdiccional entre los justicias locales y la Audiencia de Guadalajara. Por radicar en la frontera, los indios gozaban del fuero militar, pero no aceptaban ser juzgados por leyes militares, cuyo juez mayor era el regente, sino por los justicias locales, como si se tratase de un indio cualquiera.
El panorama que encontró nada tenía que ver con el espíritu modernizador de la monarquía. La provincia era extensa y rica en reales de minas, no pagaba tributo ni contribuciones y se encontraba en una situación de miseria. Ello se debía a la 'falta de orden y buena administración principalmente de parte de los capitanes protectores que nunca se han ocupado sino de sus intereses particulares en perjuicio de sus indios y del Estado'. Calleja entendió perfectamente que las rebeliones de indios se debían a 'las rapiñas, estafas y malos tratos' de los gobernadores militares españoles, 'hombres sin principios, de escasez y malas ideas que admitían el empleo de protectores'. También culpó al gobierno virreinal por no solucionar el problema de una manera definitiva.
Al definir el carácter del indio americano, Calleja reprodujo las ideas de Corneille Pauw, Guillaume-Thomas Raynal y William Robertson13 al considerarlo 'tímido y pusilánime a la vista de las tropas, y siempre cruel y asesino cuando no encuentra oposición', lo que hacía necesario someterlo y sujetarlo con rigor porque una vez 'sublevado sería muy difícil la reconquista'.14 Para modificar sus costumbres propuso fusionar el corregimiento de Bolaños y los gobiernos independientes de Colotlán y Nayarit en una sola unidad administrativa bajo el mando de un gobernador militar, ya no dependiente de la Audiencia de Nueva Galicia sino del virrey. También había que sustituir las compañías de indios flecheros por cuerpos de milicia provincial, no porque considerara que la violencia y la fuerza fueran los medios más adecuados para civilizar, sino porque la presencia de las tropas intimidaba a los indios y los hacía más sumisos. Según él, ésta era la única manera de sostener la autoridad real y establecer la seguridad pública. También en cada pueblo debían asentarse de diez a doce familias de españoles 'de buena conducta', de donde saldría el teniente de justicia. Pensaba que del frecuente trato con los españoles, los indios 'ablandarían y suavizarían sus costumbres', y con ello se evitarían 'los desórdenes que la miseria y el abandono les convida a cometer'; que la presencia de españoles fortalecería la estructura de los pueblos, se cultivarían más los campos y mantendrían ocupados a los indios empleándolos en sus labores: con ello se incrementaría el dinero circulante y se garantizaría el abasto de alimentos en los años de crisis. También propuso la creación de las cajas de comunidad, que empezaban a estar en desuso en Nueva España.15 El 29 de julio de 1799 el rey aprobó el proyecto de Calleja.
Fuente: internet.
Calleja fue el único militar que llegó al gobierno virreinal por méritos en campaña, con arraigo en esas tierras y que ya radicaba en ellas en el momento de su designación. Desde su llegada a Nueva España, en 1789, hasta el inicio de la guerra Calleja gozó del reconocimiento de todos los virreyes y de la gente que le conocía. Los comentarios sobre su persona por lo general le eran muy favorables. Revillagigedo lo definió como 'un oficial de guerra, instruido en su profesión, buen matemático y de acreditado talento, eficacia, prudencia y conducta'.1 Para su amigo Lucas Alamán, Calleja era un hombre
(...) de buen semblante, modales corteses y culto, aire majestuoso y a veces severo, conversación amena y agradable, pues de la instrucción propia de su profesión, era hombre de mucha lectura, especialmente de la historia.
Carlos María de Bustamante, que fue su enemigo, lo definió como
(...) bien agestado, elegante, airoso en los movimientos de su cuerpo y en todos ellos mostraba que era un militar. Era preciso en sus movimientos, comedido con el bello sexo; pero siempre respiraba arrogancia aún cuando se esmeraba en parecer cumplido; su aspecto era sombrío, de color cetrino, su mirar turbo y amenazante, sus ojos verdosos como dos tomates cocidos, su barba terminaba en punta y su cara semejaba la de un gato.
Meses antes del inicio de la guerra, cuando la agitación política iba en aumento, el virrey Lezana propuso la creación de una fuerza de diez mil hombres bajo el mando de Calleja. Decía que por su
(...) conducta cristiana, por sus bastos conocimientos militares y políticos y por muchas otras consideraciones <...> confío en él que será mi apoyo y mi descanso, tengo noticias muy grandes de su honradez y de los bastos conocimientos de estos reinos.
Aseguraba que la gente confiaba y respetaba a este militar.4
Antes de la guerra, si algo había hecho Calleja era viajar e intervenir en asuntos públicos, bien fuera como visitador, espía, jefe de campaña, instructor militar o represor de la ciudad capital en 1808.5 Conocía buena parte del virreinato y a los habitantes; Puebla, México, Guanajuato, Zacatecas, Nueva Galicia, Nayarit, San Luis Potosí, Nuevo Santander, Nuevo Reino de León y Veracruz le eran familiares.
Durante la guerra su fama entre los realistas de 'pacificador' se hizo pública y el arzobispo Lezana, ya en su lecho de muerte, lo definió como 'el conquistador 2°' de México. Luego, el 21 de julio de 1811, las Cortes le nombraron virrey sustituto en caso de que Venegas falleciera.6 En cambio, entre los insurgentes se le llamaba el 'azote de los pueblos'.
No obstante que las Cortes liberales, en marzo de 1813, le distinguieran con el cargo de 'Virrey, Jefe Superior Político y Capitán General de la Nueva España', Calleja no modificó su forma conservadora de pensar; de hecho, fue partidario del absolutismo hasta su muerte. Cuando regresó a España, en 1817, no obtuvo los grandes reconocimientos que él hubiera deseado, más bien fue relegado a un segundo plano, tal vez por la leyenda negra que pesaba sobre sus espaldas. Tuvo que esperar dos años para que le hicieran conde y en dos ocasiones fue encarcelado por no simpatizar con las ideas liberales.
Calleja nació el 11 de noviembre de 1753, en Medina del Campo, reino de Castilla la Vieja. Hijo y nieto de escribanos del ayuntamiento, por hidalguía le correspondía conservar el cargo de sus predecesores; sin embargo, se inclinó por el servicio de las armas al ser reclutado por el 'procedimiento de quintas'. El 29 de noviembre de 1773 se incorporó como cadete al regimiento de infantería de Saboya.7 Sin recursos para comprar el grado de subteniente debió esperar tres años para conseguirlo (24 de agosto de 1776), después de su participación en la desastrosa marcha sobre Argel.8 Luego fue remitido al frente de batalla en Gibraltar, donde las tropas españolas trataban de expulsar a los ingleses. Allí permaneció 22 meses antes de partir con la expedición que reconquistó la isla de Menorca,9 también en poder de los británicos. Este triunfo le permitió alcanzar el grado de teniente (1 de marzo de 1782). Luego regresó a Gibraltar por tres años más, hasta que, en 1783, españoles e ingleses firmaron los tratados de paz y el territorio fue conferido de manera definitiva a los segundos.
Calleja formó parte del amplio proyecto impulsado por la Corona con el fin de conocer, de una manera más precisa, las condiciones económicas, políticas, sociales, militares, urbanas y culturales en que se encontraban sus provincias y reinos para desarrollar una política más homogénea y centralizada que le permitiera modernizar las estructuras político-administrativas y al mismo tiempo mejorar las condiciones de vida de los habitantes. Ésta era la esencia de la Ilustración,11 y en sus informes Calleja demuestra que era uno de los mejores.
La primera visita que hizo fue a los gobiernos de la frontera de Colotlán y Nayarit y provincia de Zacatecas, es decir, a las regiones más apartadas del virreinato, lo cual nos sugiere la idea de que continuaba siendo un oficial de segundo nivel. En ellas los pueblos se encontraban en franca rebeldía por un problema jurisdiccional entre los justicias locales y la Audiencia de Guadalajara. Por radicar en la frontera, los indios gozaban del fuero militar, pero no aceptaban ser juzgados por leyes militares, cuyo juez mayor era el regente, sino por los justicias locales, como si se tratase de un indio cualquiera.
El panorama que encontró nada tenía que ver con el espíritu modernizador de la monarquía. La provincia era extensa y rica en reales de minas, no pagaba tributo ni contribuciones y se encontraba en una situación de miseria. Ello se debía a la 'falta de orden y buena administración principalmente de parte de los capitanes protectores que nunca se han ocupado sino de sus intereses particulares en perjuicio de sus indios y del Estado'. Calleja entendió perfectamente que las rebeliones de indios se debían a 'las rapiñas, estafas y malos tratos' de los gobernadores militares españoles, 'hombres sin principios, de escasez y malas ideas que admitían el empleo de protectores'. También culpó al gobierno virreinal por no solucionar el problema de una manera definitiva.
Al definir el carácter del indio americano, Calleja reprodujo las ideas de Corneille Pauw, Guillaume-Thomas Raynal y William Robertson13 al considerarlo 'tímido y pusilánime a la vista de las tropas, y siempre cruel y asesino cuando no encuentra oposición', lo que hacía necesario someterlo y sujetarlo con rigor porque una vez 'sublevado sería muy difícil la reconquista'.14 Para modificar sus costumbres propuso fusionar el corregimiento de Bolaños y los gobiernos independientes de Colotlán y Nayarit en una sola unidad administrativa bajo el mando de un gobernador militar, ya no dependiente de la Audiencia de Nueva Galicia sino del virrey. También había que sustituir las compañías de indios flecheros por cuerpos de milicia provincial, no porque considerara que la violencia y la fuerza fueran los medios más adecuados para civilizar, sino porque la presencia de las tropas intimidaba a los indios y los hacía más sumisos. Según él, ésta era la única manera de sostener la autoridad real y establecer la seguridad pública. También en cada pueblo debían asentarse de diez a doce familias de españoles 'de buena conducta', de donde saldría el teniente de justicia. Pensaba que del frecuente trato con los españoles, los indios 'ablandarían y suavizarían sus costumbres', y con ello se evitarían 'los desórdenes que la miseria y el abandono les convida a cometer'; que la presencia de españoles fortalecería la estructura de los pueblos, se cultivarían más los campos y mantendrían ocupados a los indios empleándolos en sus labores: con ello se incrementaría el dinero circulante y se garantizaría el abasto de alimentos en los años de crisis. También propuso la creación de las cajas de comunidad, que empezaban a estar en desuso en Nueva España.15 El 29 de julio de 1799 el rey aprobó el proyecto de Calleja.
Fuente: internet.
1 Comments:
INTERESANTE, Y AUN EN LA ACTUALIDAD SEGUIMOS CON EL MISMO PROBLEMA EN NUESTRA REGION. NO HAY ORDEN Y LA POBRESA PERSISTE.
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