Sunday, January 6, 2008

La migración erosiona los sectores marginales llevándose partes importantes de nuestro campesinado y modificando las condiciones socioeconómicas que prevalecen en el agro, baste decir que los campos de cultivo y las unidades de producción tradicionales con su sistema de relaciones han desaparecido o están a punto de desaparecer.

Podemos caracterizar a la migración como un proceso de deslave en el que progresivamente se va desmantelando el edificio social, comenzando por aquellos sectores con menor capacidad para resistir y que progresivamente va concentrando el remanente de la población en las áreas dónde existen mejores condiciones de vida para los que siendo parte de una familia migrante permanezcan, por sus circunstancias de género o edad, en espera de condiciones para emigrar. De esta manera los pueblos y rancherías se encuentran poblados en su mayor parte por ancianos, mujeres y niños.

Es importante destacar que aunado a las nuevas condiciones de vida que han traído el viento de los tiempos la mujer se ha colocado en una posición de vanguardia en los aspectos educativos y culturales al tener mayor estabilidad y al ser más independiente para realizar su toma de decisiones sin la interferencia del elemento masculino ausente la mayor parte del tiempo, así la mujer no solo ha aprendido a decidir sino que también se esta constituyendo en el segmento con mayor preparación dentro de la sociedad. Siguiendo este razonamiento, el fenómeno migratorio no solo trae aparejados aspectos negativos sino que por el contrario ejerce también una carga positiva al ser factor de nivelación de las desigualdades de género. Es en el sector femenino que encontramos un gran potencial productivo y de desarrollo, sin lugar a dudas es en la medida en que logremos sentar las bases para la incorporación de la mujer a los proyectos de desarrollo comunitario como la región se verá favorecida generando una espiral de transformación y cambio estructural que incidentalmente jalonará a los demás espacios y sectores de nuestra sociedad.

Es por ello que programas educativos que enlacen los talentos naturales de la mujer y las necesidades de las comunidades son indispensables amén de la infraestructura que permita descargarle de sus responsabilidades tradicionales.


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