Sunday, November 25, 2007

Mi felicidad

Doy gracias al hecho de tener un trabajo, monótono y rutinario, un trabajo que demanda únicamente de los mínimos requerimientos intelectuales para desempeñarlo, gracias a esto, una vez que me pongo en marcha, puedo paralelamente desconectarme de él y realizarlo en automático permitiendo asimismo liberar mi pensamiento y dedicarme a bordar acerca cualquier tontería que jalone mi interés y fantasía. Es por ello que ayer en esa especie de trance que hace de mi laboriosidad un momento para reflexionar, que de repente mi pensamiento se detuvo en una frase escuchada en uno de los innumerables programas de televisión chatarra y que sin embargo fue el detonador de una avalancha de ideas y pensamientos. El personaje entrevistado, respondiendo acerca de su estado anímico y personal, mencionó que estaba satisfecho y feliz, lo cual no era el estado perfecto para él ya que de la felicidad no extraía nada que fuera de provecho o lo hiciera mejorar. Me causó un tanto de asombro escuchar tales aseveraciones vertidas además en un medio harto frívolo y superficial, de inmediato recordé una frase de Hemingway que también engarzaba con este comentario y la cual decía que las mejores novelas se quedaban entre las sábanas. Estoy de acuerdo con ambos, en lo de la felicidad y en lo de la sábanas, pero no me quedo en el nivel personal, ya que la felicidad contiene una gran dosis de inacción a nivel social y colectivo, la felicidad es una muralla que previene contra cualquier cambio y cualquier transformación, es por ello que vivimos en un mundo en el que todos formamos parte de este gran sistema que de una u otra manera nos convence de que somos felices tal como estamos, excepto en aquello en lo que cada uno de quienes quieren vendernos algo nos oferta, así vivimos una cuasi-felicidad que estará completa el día que compremos el auto que determinado fabricante nos ofrece, o el televisor conteniendo los últimos avances tecnológicos de la marca fulana de tal. La libertad de movimiento que nos ofrecen es solo para ir en pos de lo que ellos nos tienen reservado. Somos proveedores de la felicidad de alguien más y todos o casi todos, a nombre de la felicidad de los demás realizamos una función que puede también ser la infelicidad de muchos otros.
Pienso por ejemplo en los jueces, en los comerciantes, en los patrones, pero sobre todo en las clases políticas dominantes, quienes nos venden la idea de bienestar no importando que la realidad los desmienta cotidianamente, no importando que las necesidades apremiantes sean soslayadas y subatendidas, por ello, el aparato gubernamental y propagandístico esta enfocado a darnos una imagen de la realidad que se asemeja mucho al ideal de nuestros sueños, esto tiene por principio de cuentas un efecto inmovilizador que perpetua el estado de cosas, y sitúa al poder en el máximo nivel de procuración de felicidad sin que esto sea verdad y monopolizan las instancias de decisión y de cambio y se perpetúan en ellas porque los medios para lograr la transformación están anquilosadas y son inoperantes. Desde el momento que se llega al poder se inicia un proceso de lucha para conservarlo, gastando más energía en ello que en los propósitos o las esperanzas que los llevaron a él. Por ello el poder se independiza y cierra sus vías de acceso y los puentes que lo comunican y se aleja y se escinde aún de aquellos quienes más contribuyeron a su erección. Existe una voz que cotidianamente nos recuerda que cada quien a lo suyo, que el poder vela por el bienestar de nuestro pueblo, o al menos es lo que nos dicen aquellos que no son siquiera capaces de darnos una alegría legítima, es decir si no tengo de otra más que seguir malcomiendo, mal vistiendo, en suma malviviendo, trae a mi realidad algo que me haga olvidar mis penas y sinsabores, es por ello que mucho de lo que concentra nuestra atención son paliativos para sobrellevar nuestra ignorada miseria. Es triste pero es la verdad, nos detiene de pensar y de actuar el partido de la selección nacional de fut bol, nos detiene el curso de la telenovela de moda, las películas de acción que nos sumergen en una violencia muy próxima a la real y aunado a esto el consumo de alcohol, cigarrillos y drogas, felicidad al alcance de cualquier bolsillo y presupuesto, felicidad sin compromiso y sin responsabilidades.
¿Para qué molestarnos intentando ir más allá de las barreras de nuestro propio confort? ¿Para que pensar y cuestionar?, ¿para que hacerse malaleche? ¿Para que intentar ser mejores si así las cosas marchan? Es por ello que en mi empleo mis jefes tratan de convencerme de vivimos dentro del paraíso laboral, que puede ser ligeramente imperfecto pero si no nos fijamos demasiado no nos damos cuenta de ello, por eso, cuando alguien alza la voz, es acallado inmediatamente por tres vías, la del premio, la del olvido o la del garrote, o todas suministradas en dosis alternadas o bien la que sea más efectiva dependiendo de quien se trate, a los más ilustrados y más contestatarios se les puede aislar y dejarlos sumidos en el ostracismo, no darles acceso a la información ni a ninguna instancia que puedan utilizar como foro o plataforma para exponer problemas, a los más ignorantes ni te molestes en atenderlos déjalos sumirse en las reyertas personales de chismes y rumores, ocasionalmente déjalos sentir el rigor de la amenaza y déjalos sumidos en sus tormentas de suposiciones y conjeturas despedazándose con envidias y rencores.


Mi trabajo y mi comunidad, mi país y el que en este momento me cobija, la sociedad que quedó atrás y la que me recibe, están aquejadas de los mismos males y las mismas dolencias, el pretender que todo está bien que estamos inmersos en la felicidad más acabada, que no hay por que presionar hacia el cambio que todo se puede resolver dentro de la confortable seguridad de grupo, de que todo ha de devenir con suavidad y sin conflicto y todo bajo la premisa de que somos lo mismo y por ello todo se habrá de remediar en fraternal complicidad y conveniencia.



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