Saturday, October 1, 2011

La Tia Canuta

Mi tía Canuta estuvo desusadamente cuerda, aquella noche en que con su conocida ignorancia y en un momento raro de lucidez me advirtió, aún sin venir a cuento:

Mira Lorenzo- Nunca confíes en blancos y mestizos, sin importar que tan simpáticos o buenas personas aparenten ser. Sin importar que sean hombres o mujeres, y de estás ultimas si son guapas desconfía doblemente, ya que no dan paso sin guarache, ni puntada sin hebra. Mi tía estaba un tanto prejuiciada respecto de las mujeres y constantemente repetía aquello de “Cuídate de un rayo, una centella y una ranchera”, ella creía a pie juntillas que las mujeres campesinas eran ladinas y taimadas. Desdichadamente no tuvo tiempo de conocer a las citadinas, sobre todo aquella especie tan sui generis que son las chilangas, lo que habría redundado en una sólida teoría sicoanalítica de la naturaleza retrograda y siniestra de la mujer urbana. Así pues que continuó mi tía con su homilía de la siguiente manera:

Pero Lorenzo, deberás de desconfiar aún mayormente de los indios, quienes por su naturaleza son ladinos y arrogantes. Respecto de los amarillos, sin importar nacionalidad, no les sueltes ni una aguja, puesto que dado su sucio color y mentalidad retorcida, son hipócritas y rencorosos. Pero de aquellos que deberás cuidarte con mayor empeño, y a los que no te atrevas ni por un segundo a darles la espalda, es de los cambujos. Sin más dio por finalizada su explicación, y no se preocupo de aclararme el comportamiento y los peligros que entrañaba esta última categoría.

Ustedes saben que cuando se es joven, nunca se escucha con atención los consejos, ni los sermones a los que tan propensos son las gentes mayores, y cuando se es lo suficientemente grande, consideramos un insulto cualquier insinuación que pudiera parecer consejo, ni por error escuchamos nada que provenga de la experiencia de otros. Para ese momento hemos desarrollado un ego monumental, que convierte todo lo que los demás puedan decir en estupideces, y lo único cuerdo y genial es aquello que creemos razonamiento propio, sin importar muchas veces, lo reacia que se muestre la realidad en no cuadrar con nuestras ideas.

De la forma que fuese, aquella infortunada noche, en que de forma desacostumbrada la tía Canuta dio muestra de meridiana lucidez, yo no estaba de humor para tomar en cuenta sus consejos, y los tome como de quien vienen, de la ignorancia más apretujada, y el juicio más torcido y necio que en mi vida pude observar.

Si tan solo aquel día, hubiese sido un poco más juicioso y hubiera tomado el consejo con mayor malicia, no me lamentaría en este momento de mis desventuras. Sería un hombre feliz, del cual los jamás nadie hubiera tomado ventaja, y no me habría convertido en el individuo confiado y accesible que he sido y tan malos resultados me ha acarreado, hasta podría reforzar la teoría de mi tía con tres especimenes más para agregar a su categorización, a saber: los homosexuales por razones obvias, los chilangos por exceso de méritos y los guías o coyotes, quienes deben de ser los vaquetones de más baja ralea que puedan existir sobre la faz de la tierra.

Debería decir en favor de mi Tía, que su conocimiento del mundo fue bastante limitado, no obstante haber vivido en la capital por un periodo prolongado de tiempo y haber tenido un primo bastante raro en su familia, no le fue posible o no quiso considerarlos dentro de su clasificación, para una mejor comprensión del género y la infamia humana. Respecto de los guías o coyotes, eran una categoría completamente aparte, que ni por asomo, aún dadas sus grandes dotes clarividentes, pudo haber conocido mi querida Tía.

La Tía Canuta fue durante toda su vida una persona admirable por su capacidad de expresar sinsentidos y por el don clarividente que decía poseer respecto de sus desatinos controlados, esta última teoría y habilidad me fue imposible llegar a comprenderla, sin embargo ella era capaz de opinar sobre cualquier materia o asunto, con una extrañeza e inoperancia sorprendentes, con una lógica completamente ajena a la de cualesquier persona en sus cabales, como aquella vez que viajaba la familia completa a bordo del Forcito, y que yo con ellos disfrutaba del encanto de familia tan extraña, apenas habíamos trepado el primer columpio rumbo a los Capulines, cuando el Tío Eduviges, el enfadoso y aguafiestas esposo de mi tía Canuta, comenzó a decir nada más que por el afán de jorobar y echarnos a perder el paseo, que sentía extraño el vehículo y que escuchaba un ruido muy raro, a lo cual inmediatamente contestaba mi Tía, en un afán necio de ayudar.

-Eduviges que no será el carburador, o quizás la balata o el sinfín, o más bien la marcha, porque mi padre, que en santa gloria este, siempre decía que cuando un carro falla es por esas causas, u otras muy parecidas.

Debo aclarar que la Tía Canuta nunca fue capaz de distinguir entre ninguna de las partes del auto, a duras penas diferenciaba los neumáticos del volante, y el claxon del motor, sin embargo, se sentía plenamente facultada para opinar en la materia, porque su padre había sido el primer poseedor de un auto en el rancho, privilegio que duro hasta que el comerciante más rico del pueblo compró también el suyo, y vinieron a estrellarlos en la calle principal y única transitable de San Mateo de los Capulines, no se sabe si por impericia de los conductores o por simple afán egoísta.

O cuando mi Tía iniciaba sus disquisiciones sobre religión y que resolvía con gran destreza cualquier problema místico o trinitario, por fortuna los años de la santa inquisición habían quedado mucho tiempo atrás, sino habría alimentado con mucha justicia y propiedad una de sus hogueras. Durante un buen tiempo le dio por arte, y sus abstraitos, bailarinas y autorretratos le dieron la oportunidad de reformular por completo la teoría del arte, una lástima que sus descubrimientos no hayan quedado por escrito.

Solo ella fue capaz de criar una familia tan peculiar y retrograda, de obcecadas ideas victorianas sobre la virtud, el recato y el vicio. “El diablo nunca duerme” solía decir con aire serio y semblante preocupado. Sus hijos bebían a manos llenas de su sapiencia y juicio, aplicando sus conceptos con rigor al mundo exterior, pero sin preocuparse de normar su vida a la pertinencia de los mismos.

La Tía Canuta fincaba el origen de todo mal en la existencia de los hombres, las mujeres por si mismas eran incapaces de saber de la maldad, de la lujuria, del perjurio y desde luego de la pasión, que arrebata por sí sola el juicio, el decoro y la honra. Así que al igual que su padre hiciera, procuro mantener a todas sus hijas alejadas de los hombres, sin importar que estos tuvieran dos o setenta años. Con tan excelentes resultados, que ni una sola alcanzó a cumplir los quince años en casa, todas huyeron furtivamente con el novio, en el primer descuido.

Hoy día toda ellas sin excepción perpetúan la escuela de su madre y abuelo, con todo su entusiasmo y perseverancia, como un antiguo y beneficiosos ritual familiar, que favorece la salida temprana de la mercancía, con el molesto inconveniente de hacerlas regresar bastante antes de los previsto, con frutos y penas inmerecidas.

Con el tiempo tuve la oportunidad de entender que no todo cuanto mi tía rumiaba, carecía de verdad, supe que sus frecuentes arengas sobre la inoperancia de la confianza humana tenían su buena razón de ser, más cuanto que el trato con los hombres era inevitable. Por ello debí de haber tomado mi distancia, y limitado mi confianza respecto de todos ellos:

Los blancos porque aún cuando fingen ser los mejores de la especie humana por estar tan cercanos de la razón y la democracia, son los más hipócritas, racistas y convenencieros que pueda uno encontrar, porque cuando ellos dicen a todo pulmón democracia, significa su democracia, o como quién dice nomás mis chicharrones truenan. Cuando dicen libertad económica, significa solo mis mercancías y mis beneficios económicos, cuando gritan libertad, se refieren a la esclavitud de que nos hacen sujetos con su ejercercio de libertad, porque en cuanto nos ven en su vecindario, nos encarcelan, nos linchan o matan a tiros. Para el blanco el único color loable y bendito es el blanco, cualquier otra clase de tintura les son insufribles, y candidatos perfectos para la desaparición o experimentación. Podríamos concluir que de ellos entre más lejos mejor.

Los indígenas, nuestros benditos indígenas que a diario vemos deambular como parias, en las ciudades,. como perro sin cadena, y balbuceando en una lengua que se nos antoja de risa. Los miramos a los ojos, unos ojos que rehuyen la vista, pero que en los bordes se ríen, y parecen decir “eres un idiota”. En su lengua hablan y parecen repetir continuamente “que estúpidos son todos ustedes”. Parecen mansos y humildes, pero no te confíes, porque tan pronto te encuentres bajo su dominio o control, te harán sentir las humillaciones que por siglos blancos y mestizos han hecho sentir a su raza, y si las condiciones se prestan te descuartizaran lentamente, gozándose con tu dolor, y haciendo pagar todos los pecados del hombre blanco.

Moraleja, él genero humano no es de confiar.

Por Misántropo.

2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Pudo haberte sucedido a ti, a mi, incluso a los dos...

Uno día cualquiera, cuando la insidiosa inactiva descalabra el más alto concepto que de ti mismo, tienes. Cuando no encuentras tu lugar frente a la tele, en la cama, en la plaza, ni aún mismo en la escuela. Cuando aún no es hora de pistear, y como quien no quiere la cosa, decides salir a disipar la modorra. Te sientas al frente del mugriento fierrari, y recoges al Tencho y al Loncho, o cualesquier otros fieles escuderos.

Al cargar gas, sin pensarlo mucho, enfilas a la izquierda, devorando asfalto y rasgando el aire con el traqueteo desigual del poderoso fierrero. Salir a ranchear parece una buena opción para descubrir nuevos derroteros, y escapar del odioso tedio de Colo.

FantasMaría y sus melcochas es el primer destino glorioso de esta aventura. En el asiento trasero Loncho se da gusto piropeando a flacas y gorditas y gritando impropiedades a los tranquilos transeúntes, que imperturbables ignoran sus necedades. Sin pensarlo terminan en los arcos con un seis de cervezas. Lugar en donde la sensación de futilidad abruma sus existencias, y cual viajero que tras prolongado viaje, añora su tierra natal, deciden regresar al paraíso, a la tierra de sus ancestros y gloria de sus padres.

El incontenible fierrari se atraganta con la gasolina de tercera que venden en esta ignota y perdida región de Jalisco, pero la pata inmisericorde del “Greñas” se hunde hasta el fondo en el acelerador y quiera que no, tiene que arremangar pelos. Los apacible rancheros trepados en sus Pick Ups japonesas, ven pasar como una exhalación, el ruidoso vehículo blanco, y dentro de el, a un terceto de adolescentes burlones y groseros, quienes desvergonzadamente saludan con gestos procaces y señales obscenas.

01 October, 2011 06:05  
Anonymous Anonymous said...

Al pasar por Santiago, Tlatelolco, una camioneta con los colores y emblemas de la universidad, se encuentra detenida en la curva, esperando ingresar a la supercarretera. En ella un individuo bigotón, de ojos color azul cielo y pelos de jilote espera paciente el momento indicado para treparse al asfalto. El Loncho en el asiento del copiloto, al pasar frente a la camioneta, divertido e irreverente, le planta al conductor en su cara, el dedo parado de la ignominia y el ultraje, y el Tencho desde el asiento de atrás ríe divertido la gracia. El Greñas parece no haberse enterado, y continua la marcha cautelosa por entre las curvas y rectas. Pasa como una exhalación los topes que están en mero enfrente de su alma mater y desde su corazón les manda un saludo a sus compañeros y maestros, embebidos en tediosa cátedra sobre impuestos. En ese momento se percata de furibundo conductor en la parte trasera que hace aspavientos e intenta por todos los medios amedrentarle y hacerle que se detenga. Se paniquea irremediablemente, y su instinto natural le lleva a pisarle a fondo al Fierrari, una prolongada bocanada de humo y las miradas asustadas de sus compañeros, le asegura que esta en el camino correcto. Casi sobre la curva antes de la gasolinera, el otro vehículo le rebasa como un endemoniado, y es ahora el Greñas quien por la inercia de la velocidad se encuentra justo detrás del otro vehículo, el que sorpresivamente se frena, justo enfrente del Hotel Colotlán, y el Greñas no tiene la mínima posibilidad de evitar la colisión. Se agarra hasta con las uñas del volante y apenas tiene tiempo de ver, como el Loncho se estrella contra el parabrisas, en tanto que Tencho se hace bolas en el asiento posterior. Su reacción inmediata es salir del auto y apergollar al demente que insensatamente lo ha hecho estrellar al fierrari. Pero apenas ha abierto la puerta cuando ya tiene encima, a este gigantón loco, de cara encendida y ojos llameantes, que le sujeta inmisericorde del pescuezo, en tanto que le llueven miles de insultos.

Al final todo se aclara, le pararon el dedo en la curva, y al no querer detenerse el gigantón pelos de jilote, los detuvo a como dio lugar. El Greñas no sabe realmente lo que paso, pero igual se defiende y le exige que le pague los daños al vehículo. El otro se ríe en su cara, y le dice con sorna “El que pega paga” La camioneta blanca con emblemas universitarios, no tiene ni un rasguño, la defensa de metal ha parado en seco al fierrari, y apenas si se le ve un tallon blanco. En cambio el fierrari ha quedado parcialmente deshecho, es una vergüenza mirar sus fauces entreabiertas, con un surtidor de vapor que se escapa agonizante del radiador. Unos pocos minutos después llegan las graciosas autoridades, y al enterarse de lo ocurrido, se cruzan de brazos y dicen hay arréglense ustedes o esperen al federal. El greñas con lagrimas de impotencia ante la actitud prepotente del güero jilote, bigotes de aguacero, decide cortar sus perdidas y ganancias y con la ayuda de sus fieles escuderos empujan al pobre fierrari hasta un lugar seguro. Lejos de las garras voraces de federal de caminos alguno.

Esta historia pudo haberle sucedido a cualquiera, y terminar con más graves percances de lo que en realidad ocurrió. El Greñas finalmente arreglo su auto y aún se le puede ver paseando en compañía de otros Lonchos y Tenchos. Para las autoridades esto jamás sucedió y el conductor pelos de jilote y ojos zarcos sigue disfrutando de los frutos de la impunidad, en un país donde nos vanagloriamos de nuestro Estado de Derecho.

01 October, 2011 06:06  

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