El Mesón de la Mora.

Hace algunos minutos que el reloj de la iglesia dio apenas las once de la manana, el sol comienza a calar a los que andamos por la calle, asi que camino buscando la sombrita, vengo bajando por Zaragoza, para doblar hacia el campo deportivo, por donde me dicen que vive don Isidro, el taquero, quien fuera un terrible fanatico de las pastorelas. Al pasar por una puerta ancha, abierta de par en par, no puedo evitar mirar hacia dentro y lleno de curiosidad me detengo asombrado. Pareciera que al interior del inmueble el tiempo se ha detenido ciencuenta anos o mas. Extasiado me doy cuenta que estoy a las puertas del que aun sigue siendo el Meson de la Mora. Sus arquerias de cantera sigue enteras, los pisos de loza reflejan los brillos del sol y mas dentro se adivinan todavia los corrales de manejo de animales. A la sombra de los arcos se encuentra una senora de tez blanca y curtida por el sol, gesto amable y aspecto campesino. Desde adentro me invita a pasar con un ademan amplio de sus brazos, aun vigorosos. Me detengo dubitativo a mitad del zaguan, entre el aroma de unos helechos y otras plantas, en macetas sin vidriar de Soyatitan. Finalmente me decido y avanzo hasta donde se encuentra ella y la figura de una mujer obesa, que no habia notado antes. Es mi hija me dice ella, cuando ve en donde descansan mis ojos.

-La pobrecita tiene una enfermedad, que dia a dia le quita el control de su cuerpo, es como una bebe recien nacida. Me dice, mientras sus ojos se humeden un poquito y el tono de su voz se vuelve mas pausado, como arrastrando emociones a flor de piel.

Me siento incomodo, la necesidad de ser escuchada , de desahogarse de la mujer, se palpa en el ambiente como una densa y pesada capa de emociones, que podrian cortarse con un cuchillo. Pienso que ha sido un terrible error haber entrado, pero la senora respira hondo y finalmente ahoga sus emociones, y me pregunta mis generales y que se me ofrece. Le digo exactamente la verdad, venia pasando y me llamo la atencion su finca. Le pregunto si no le molesta platicarme algo respecto de ella, y sin dudas, ni penas inicia un breve relato, que sera interrumpido no pocas veces, para atender a su hija, que en veces se queja, y ella de inmediato sabe lo que necesita, y algunas otras para llorar inconsolable sus penas y secarlas con el tambien humedo panuelo de mi compania.

Del que fuera un meson muy grande, quedan algunos cuartos, el corredor y un corral bastante amplio, sin embargo se respira un ambiente de gran tranquilidad, en el unico mezquite en el corral, un par de pajarillos alegran el ambiente entonando unos cantos. De uno de los cuartos sale un nino de unos cinco anos, de origen huichol, sus padres, una pareja muy joven, y el nino parecen ser los unicos huespedes en el Meson y la senora con voz firme, le dice al padre que no deje al nino hacer travesuras con sus plantas, pues se enpena en arrancarles las hojas. El joven huichol toma al bebe en sus brazos y se sienta recargado en uno de los pilares a jugar con el. No ha pasado mucho rato, cuando se asoma la esposa, y los llama al interior de la habitacion en que se hospedan. Y solo entonces comienza ella asi:

Mi nombre es Petra Saldaña Márquez, originaria del Carrizal y ya tengo cerca de 50 años viviendo en Colotlán. Mi esposo se llamaba Alfonso Raygoza, de la mera casa de don Cuco y Elías Raygoza. Cuando aun era meson aqui, yo planchaba, cosía y hacia manojos de tazole. El negocio se lo compramos a don Filiberto del Real, el tenia aquí un muchacho y unas personas en un cuarto para que el dieran de comer a Beto, su hijo. Beto se quedo a vivir conmigo, el estudio allá y ahora es doctor. El me quería mucho, era buen muchacho, me daba mis regalitos para el día de la madre y cuando viene a Colotlan aun me visita. Cuando era mesón me ayudaba yo mucho, si me mantenía a gusto. Pero ya se acabo el tiempo de los mesones, el gobierno ya ni deja que haya animales en el pueblo, y la gente se mueve en carros y los caballos y burros casi ni hay. Solo de vez en cuando llegan uno que otro cliente de los ranchos y los huicholitos, a rentar un cuarto. Cuando yo compre era 8 cuartos en el mesón y un corralón muy grande, cabían mas de 50 animales, pero poco a poco lo he ido enajenando a favor de mis hijos, para que hagan sus casitas, les he dado fracciones del terreno. Aquí endenantes, cuando la guerra, el mesón lo utilizaron como cuartel, y en el corredor colgaban a los prisioneros para torturarlos o matarlos. Antes habia muchos mesones en Colotlan, el Mesón de la Palma era de unos viejitos, ella se llamaba doña Jesusita y el papa se llamaba Benigno López.

Yo soy evangelista, mi papá era católico y mi mama era evangelista y mi abuelito Jesús, y mi tío Julián también. Mi tío Julián iba a Estados Unidos y el nos platicaba mucho de esa religión, de Dios. Mi tío Julián Márquez era hijo de mi tía Nicolasa. Cuando yo estaba añejilla yo llegue a cargar a Benjamín. Don Eliseo Navarro era de mi casa, el era hijo de mi tía Nicolasa Márquez, hermana de mi abuelito Jesús Márquez. Don Evelio Márquez era también de mi familia. Don Evelio era alto, muy simpático.

Maximiano Medina, murió, era esposo de una prima mía. El era chaparro y gordo, lo mataron, porque se hacia muy bravo. Maximiano, era un pelado muy bragado, en una carrera que hubo en el Carrizal, fueron a jugar con el los Ávilas, que eran también muy bragados, ellos eran de la Calera. Maximiano dijo que el había ganado la carrera y los Ávila que no eran dejados, no estuvieron de acuerdo, así que se iba a repetir la carrera, los Ávila iban detrás de el nada mas cuidándole las manos, y cuando el echo mano a la pistola, uno de ellos le atravesó una bala. Se desato una balacera, y toda la gente corrió en chinga a protegerse en los lienzos. Hasta Otoniel Navarro le toco una bala en un pie, y se metió en una camioneta para protegerse. Allí murieron dos personas mas y hubo varios heridos. Un vendedor de arados fue una de las victimas.

Maximiano, junto con el difunto Pedro y Cesarito hicieron muchas tonterías en el rancho del Carrizal, junto tambien con mi cuñado Rafael Raygoza, el era muy malo. A mi esposo lo dejo en la calle, le robo todo lo que tenia. Le llevo el dinerito para que se lo guardara, se lo dejo sin papel ni nada. Cuando fue y se lo pidió porque lo ocupaba, saco la pistola y le dijo que lo iba a matar. Le dio tanto coraje al pobre, después el pobrecito lloraba, yo le decía para que lloras. Hizo muchas cosas malas, por eso lo echaron de donde estaba de Hostopapaquillo, La Labor, le echaron dinamita a los animales, a Beto su hijo lo dejo en la calle, al pobrecito. Todo su dinero se lo clavo para andar con puros señorones, andaba con licenciadones. Hizo barbaridades, todavía decía cuando ya estaba encamado, que no se podía levantar que todavía le quedaban ganas de poder levantarse para poder hacer chingaderas mas duras, para que se le quitara a la gente. Unos a los que robaron, mando que los mataran, y les dijo a los matones: Maximiano y Pedro, les dijo que primero los desplantillaran y luego los hicieran caminar en sal, y después que les dieran el tiro de gracia. Un corazón malo. Cuando ya se fue para ya para la labor, le salieron unos decididos, pero no lo alcanzaron. Se murió en Guadalajara. El era alto, fornido, blanco, de nariz apericada. No tenia religión, ni nada, yo creo que seria masón, porque no pensaba en Dios. Eliminaban a todo aquel que le estorbaba, ese hombre no respetaba a nadie. Incluso a su hermano, si le gustaba una de sus vacas se la cambiaba por una charuja. Ellos no solo reinaban en el Carrizal, en toda la región, hasta que el general López dijo:

-Ya me cansaron con las quejas de ese señor, vivo o muerto tráiganmelo.

Fue un cacicazgo.

Don Lupe y don Agustín Rivera, tambien eran de los altos, muy buenas personas, don Lupe murió en San Ignacio, ellos se portaban bien con la gente del Carrizal, eran muy finas personas. Yo me acuerdo que cuando era pequeña iba yo a la tienda y estaba allí don Agustín y me compraba mis galletas, yo era bien golosa.