Fanatico del Progreso

Don Refugio Raygoza fue un ex presidente circunspecto, morigerado en todo sentido, muy de su casa y dedicado fielmente a sus negocios particulares, probablemente no con tanta fortuna en este rubro, como en los affaires públicos. De una frugalidad extrema en materia de sociedad, muy poco amigo de cocteles y reuniones sociales, incluso de aparecer en lugares comunes, tan solo, unas pocas veces en eventos oficiales y aniversarios.

Fue un hombre que vivió su separación del poder con toda discreción y comedimiento. Durante los días de feria, del primer año de gobierno de Osbaldo Leaños Medina, todavía le encontramos en la plaza en compañia de sus hermanas, disfrutando de la fiesta y la familia, perfectamente feliz y libre de preocupaciones. Después vendría la debacle, los problemas económicos, las enfermedades personales y las de su familia, y la tranquilidad de espíritu se perdería para siempre.

Don Refugio Raygoza, fue un portentoso pilar de la comunidad y hasta sus últimos días, de su familia. Un hombre apegado a su gente y a su pueblo, y dispuesto a pelear hasta lo último por ellos. No fue agradable en sus postreros días, verlo caminar desconcertado, tambaleante y con el rostro desencajado por las calles de su querido pueblo; buscando respuesta a mil tribulaciones que afloraban a su rostro y hacían evidente los signos de la enfermedad que lo llevaría a su sepulcro, pero quizás dolorosamente preguntándose del porque de tanto infortunio e ingratitud. Difíciles años para el ex presidente, que vio partir a algunos de sus seres queridos y enfrentarse agónicamente a una penosa situación financiera, en la que sus llamados amigos "le dieron la puntilla, o en el mejor de los casos la espalda", circunstancia que hizo aun más acuciantes sus últimos días.

Colotlán a finales de los años cincuenta, era un pueblo polvoroso y soleado de casas descoloridas, pintadas de amarillos y ocres deslavados. Fincas de altas paredes de adobón y dinteles y arquería de cantera. Profusión de pesadas puertas de mezquite y otras maderas duras. Calles de tierra y de reluciente empedrado, con acequias para el agua y desvaídos intentos de luz eléctrica. Fosas sépticas en los patios traseros, con sus respectivas cuotas de cerdos rozagantes. Éramos una comunidad pequeña en donde nos conocíamos perfectamente los unos a los otros y pese a que las grandes diferencias que nos había dejado la revolución de 1910 y sus secuelas, cristeras y socialistas, ya se habían aminorado, subsistían algunos estiras y aflojas, sobre todo en lo relativo a la tierra y el poder político que se los seguían disputando los así llamados del capital y los agraristas. Las dos décadas previas, el poder se lo habían ido turnando y mangoneando, los herederos de Agustín Rivera por un lado, y aquellos seguidores del orteguismo, por el otro. Rafael Raygoza, Secundino Márquez, Guadalupe Rivera, Victorino Leaños, adheridos a las ideas agrarias, dejaron escasa herencia en su paso por el poder, alguna banqueta de cemento en la plaza, un nuevo anexo para el panteón. En tanto que el grupo contrario entre los que se contaban: Antonio Sánchez Macías, José Refugio Ortega, Urbano Valenzuela, Felipe Macías e Ignacio Sánchez Mayorga, tampoco descollaron significativamente en su labor gubernativa: se compró la plaza de toros, se aseo la ciudad, principalmente el mercado, se construyó la banqueta exterior de la plaza de armas, con losetas de cemento, se arreglo el jardín corona con corredores interiores y bancas de granito, así como se bardeo el local del nuevo rastro. Otras pequeñas obras y remiendos fue el fruto de las gestiones de todos esos servidores públicos, en una época en donde el ayuntamiento se conformaba por un puñado de personas y donde los magros presupuestos no alcanzaban para los elementales gastos del gobierno municipal. Los ingresos locales eran mínimos y la participaciones estatales y federales, un milagro. Ninguna comparación con el poderío económico de los ayuntamientos actuales.

Fue en esas circunstancias históricas en las que surgió Refugio Raygoza, un joven emprendedor que vino a cambiarle la cara a la gestión pública en el municipio, y de quien verdaderamente podríamos decir que fue un revolucionario del progreso, un verdadero fanático del desarrollo. A base de tesón, astucia, diplomacia, trabajo y concertación organizo a la sociedad colotlense para traer una modesta modernidad hasta sus puertas. Don Simón Navarro recuerda los orígenes de Refugio Raygoza de la siguiente manera: “Don Pascual Rodríguez, ese señor era del Carrizal, el refaccionaba con dinero a los ganaderos. Tenía el familiar pobre, porque era jugador, la baraja, y vicioso y murió joven, quedando don Pascual al frente de los sobrinos. Se trajo a Elías y a Cuco aquí a la Escuela. Pero a Elías no le gusto la escuela y se les fue huido al Carrizal. Cuco si se quedo aquí, terminó su primaria y lo mando a hacer su secundaria a Zacatecas. Cuco era listo y salió bien preparadito, de allí le vino que cuando fue presidente tenía mucha visión para trabajar. Persona muy seria y responsable.” “ A Cuco yo lo descubrí, era un hombre muy apartado, el se pasaba en su casa leyendo, el no salía más que en la tarde, en la noche, se iba allí conmigo para cerrar el puesto, e irnos a cenar, éramos contados los amigos del él y míos. Fíjate eran Ramoncito Ruiz, Agustín de Ávila, Cuco Raygoza y yo. No recuerdo cual otro. Como unos cinco, iguales en el modo de pensar, muy apartados, no nos gustaba entrar a las cantinas. Por allí nos echábamos una cerveza, para ir a cenar y ya. Por allí por el cincuenta, todavía no había luz, ni drenaje, y me mandaron pedir del partido una lista de personas idóneas para la presidencia de Colotlán.

Le dije a Cuco:–Oye Cuco me mandan pedir una lista de personas idóneas para la presidencia. –Como ves no jalas.

Me dijo Cuco-No, yo no, no me gusta eso.

–Oye, pero si es una representación, para la que tú puedes. Ni modo que digas que no tienes tiempo. Si no haces nada en todo el día. Además tu estás preparado.

Le dije: -Mira a mi no me gusta eso, porque no estoy preparado. Ni siquiera para hablar o leer. Leo a regañadientes, pero ya para leer un discurso, pues no puedo. De memoria, lo que la vida me ha enseñado.

En las comunidades yo ya les dirigía unas palabras, lo que yo había vivido, la revolución, los principios del partido, de eso si les hablaba yo. Y de veras él era muy apartado, se metía a la casa y no salía, nada más leyendo. Que esperanzas, que en una cantina, de vago, de música. Nada. Por eso a mí se me hacía que era buen presidente. Lo convencí y fue la primera vez que fue presidente. Y nos dio buena cala porque fue el que anduvo empezando para la luz, drenaje y la presidencia, que también la hizo. Nos salió buen presidente, y lo reeligieron dos veces más. La gente estuvo muy contento con él. “

“Cuando Cuco Raygoza agarro la presidencia, luego, luego empezó a trabajar, el diputado era Faustino Hernández, casado con una hija de don Antonio Sánchez, de acá de los Pinos, dueño de los ranchos esos del alto. El gobernador era don Juan Gil Preciado, y se le metió a don Juan Gil e hizo diputado a Faustino. Entonces Faustino y Cuco comenzaron a colectar para la luz. Entonces la única luz era la del Molino de Santa Isabel, de Toño Maldonado, que servía para 80 o cien lamparitas y la daba hasta las diez de la noche y entonces se apagaba. Faustino y Cuco anduvieron colectando para la luz, tuvieron buenas respuestas. Yo tenía una camarita de refrigeración y la movía con un motorcito de un caballo, fue la primera carne refrigerada de Colotlán, que yo mismo fabrique. Don Leopoldo Mayorga, carpintero fue el que me realizo el trabajo.”

Malaco Moreno le recuerda así:

“Don Refugio Raygoza hizo un gran trabajo en su primer gestión de gobierno, pero no hay que olvidar, que tuvo por secretario a José de Jesús Moreno Ávila, que lo dirigió por órdenes superiores de Guadalajara, porque él era muy joven. Desde luego que hizo un papelazo, maravilloso. Le dijeron usted está muy joven y ocupa una persona que conozca de la administración municipal y que lo pueda guiar con criterio firme. Entonces le pidieron a mi papá que les hiciera el favor. Y desde luego lo hizo y Cuco y hizo un papel muy bonito. Echo cimientos allí, aunque luego después en las otras dos administraciones, la gente decía que porqué a él, y ya no lo querían igual. Que ya no era igual que qué le paso a Cuco. ¿Qué qué cambio hubo allí? Yo sabía por qué, pero yo nunca dije nada. Me calle la boca.”

Federico Gutiérrez le recuerda también:

“Pascual Rodríguez era un viejo con mucho dinero, mi papá le compro mucho ganado, íbamos para acá con los huicholes y le comprobábamos hasta dos o trescientas reses. Era tío de don Cuco Raygoza, muy buen Cuco, de los presidentes municipales que ha habido de los mejores. Un hombre muy servicioso. En ese entonces en que el estuvo de presidente, no había escuela en el rancho, la habían cerrado por falta de alumnos. Un día que fui a su casa, platicamos un buen rato, y le comenté:

–Oye Cuco a todo esto, yo se que Ud. Tiene muy buenas palancas en Guadalajara, como no nos hace el favor de ayudarnos para que haya escuela en el rancho.

Ya me dijo- Mira en una vuelta que vaya yo a Guadalajara a ver que les consigo. Tiempo después me volvió a hablar al rancho y cuando vine, me dijo:

- Ya les conseguí plaza, para el plantel escolar ahora voy a pedir recurso para que les hagan un salón, y nos hicieron dos. Esa ayuda se le debemos a don Cuco Raygoza, hasta la fecha siguen yendo los maestros a la escuela.”