Teodoro Ortega
Estaba el otro dia trabajando y mientras le daba duro y dale, cavilaba, sobre la lucha de clases y de aquello que la posicion que ocupas en el proceso de trabajo, determina en cierta manera lo que piensas y tus comportamientos. Y bueno sin querer darle toda la razon a Marx y a sus seguidores deterministas, no pude sino aceptar que hay una buena dosis de verdad en esta tesis y les voy a contar porque.
Hubo una vez en que por azares del destino, la rueda de la vida me llevo a ocupar la posicion de patron y bueno pues mas pronto que tarde, tuve que entender, que los negocios giran en torno de las ganancias y la forma clasica de obtenerlas, es a traves de la generacion de plusvalia, y para ello es necesario estar detras de los trabajadores, para que produzcan y ellos por razon natural e instintiva, buscan nomas hacerse tontos todo el dia y generar la menor cantidad de producto. Total al final de la semana, el salario es el mismo y si la produccion se detiene y hay urgencia, se pueden ganar algo mas con unas horas extras.
Y bueno, la mayor parte de mi vida he sido asalariado y como el resto del mundo, he aprendido que para que tanto brinco estando el suelo tan parejo, y que mas vale llevarsela tranquila. Es decir he aprendido que es bueno cumplir dentro de los parametros normales de exigencia, bueno con la excepcion de algunas pocas veces en donde el trabajo ha sido interesante y enriquecedor y en que jamas me ha importado la cantidad de trabajo invertido, a saber la educacion y la administracion publica. Sobre todo porque en estas dos areas te encuentras en contacto con gente y tu trabajo tiene un sentido que trasciende simplemente la sobrevivencia. Quizas de alli nace la tirria contra los funcionarios y empleados publicos que no sacan el buey de la barranca.
Aqui es donde regreso al tema de las bibliotecas, en mi ya pronunciada vida, jamas me he encontrado un solo individuo que halla tenido una buena impresion de la biblioteca municipal Benito Juarez o que halla sido un asiduo visitante de la misma, con excepcion de los escolares que por necesidad de hacer un trabajo individual o en equipo acuden a esta vetusta intitucion. No se de nadie que visite esta biblioteca, por el simple gusto de la lectura o de disfrutar de un paseo por sus bien cuidados jardines. Es mas en mi amplio contacto con adolescentes, ni por error he encontrado uno solo, que entre sus pasatiempos se encontrara la lectura. Pareciera que todos los jovenes y ninos del municipio han sido inoculados contra la lectura y me pregunto como la forma en que los centenares de docentes de nuestra comunidad han logrado semejante portento: erradicar de una vez y para siempre de sus mentes infantiles, la curiosidad y el disfrute natural por la lectura. Y bueno la receta creo que ha sido muy sencilla. Todos los profesores sin excepcion recomendamos a manos llenas leer a nuestros pupilos, pero ninguno de nosotros lo hacemos, y casi ninguno disfruta de leer un buen libro. Con excepcion de dos tres profesoras, a las que frecuentemente encuentro con las narices metidas entre las pagina de un libro. No conozco a nadie mas que se ejercite dicho arte perdido y en vias de extincion. Y de escribir, pues solo conozco una maestra, que lo fue mia en cuarto de primaria y despues en la secundaria y que ha escrito una novela de amor, sin que se halla publicado o alguien se halla interesado en leerla.
Sin temor a equivocarme esa falta de amor por la lectura tambien la padecen las damas que trabajan en la biblioteca y que tienen una cara de amargadas, que pareciera que se encuentran en alguno de los cercos de la divina comedia de Dante. Creo que con ese entusiasmo dificilmente conseguiran que los ninos se acerquen a los libros y aprendan a disfrutar de ellos.
En este punto es donde aparece Teodoro Ortega, mejor conocido como don Lolo y que sin haber manifestado un gran cacumen, y mas bien guiado por un modesto espiritu capitalista, se aventuro en el dificil negocio de la renta de revistas, folletines y bestsellers. Su modesto puesto se ubico sobre los portales a espaldas de Bancomer. Aprovechando el marquito de las cortinas, para que su numerosa clientela pudiera sentarse a leer su cuento o novela favorita. Algunos otros clientes de confianza, podian retirarse un poco mas y aprovechar las bancas de la plaza, con sus buenas sombras. Era un placer los domingos en la tardecita, ver las crecidas filas de lectores ensimismados leyendo su Kaliman, Capulinita, El Santo, Por Favor, Lagrimas y Risas, La Alarma, y decenas de publicaciones populares mas. La clientela de don Lolo era amplia y diversa, a su puesto acudian mayormente la gente del pueblo, pero tambien la gente de posicion: Los dones, eran sus clientes. a ellos les llevaba las novedades de las revistas de vaqueros: Marcial La Fuente Estefania, Keith Lugger para los senores y para las damas, las revistas de modas: Buenhogar, Jet Set, Vanidades etc. Yo como muchos otros mas fui uno de los clientes asiduos de don Lolo y alli mejore sensiblemente mi lectura. Aun cuando mi aficion me vino de mi padre, transportista de oficio, compraba sus cuentos para pasar las horas muertas en la espera de la carga y todo ese material llegaba hasta nuestra casa. En un principio solo veia los monitos, pero las primeras letras en el jardin de ninos me llevaron a ser capaz de descifrar los mensajes escritos que acompanaban a los monitos. En un momento dado mi curiosidad me llevo a indagar el contenido de las novelas de vaqueros y finalmente a terrrize estrepitosamente en la biblioteca de la abuela, de donde subrepticiamente leia uno a uno sus mejores ejemplares.
Los lectores de don Lolo formamos una fraternidad muy grande, todavia me encuentro a muchos de aquellos que se sentaban codo con codo conmigo a leer sus cuentos, y entre platicas no falta de pronto alguien con el que coincido por haber sido tambien de esa generacion de colotlenses que crecio con la lectura de folletin, en los corredores de los arcos.
Me pregunto porque los servidores publicos de la biblioteca, no son tres o cuatro don Lolos que pongan un quiosco los domingos en la plaza y le regalen a nuestra poblacion la curiosidad y el amor por los libros.
P.D. En Colotlan se puede perder todo, menos un libro. No hay un solo interesado en llevarse un libro olvidado en una banca de la plaza.
1 Comments:
Yo tambien fui del club de don Lolo y la verdad que ya ni me acordaba de ese hombre. Me gustaba leer el libro vaquero y creo que poco a poco si aprendi a leer un poquito mas. Los invito a que lean y que apoyen a sus hijos tambien, es bueno.
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