Wednesday, February 24, 2010

LA GENESIS

Simplemente apareció, nadie supo de donde vino ni porqué, al principio pasó desapercibido y todos creyeron que se trataba de uno más de esos males pasajeros que igual que llegan se van; pero hacía tiempo que aquello ya no era vida, que en los rostros de los habitantes de aquel pueblo se reflejaban las dolencias arrastradas durante siglos; en sus ojos, la maldad que había encontrado un cálido cobijo para crecer y alimentarse, llenaba una a una las caras de la gente. Nadie se interesó sobremanera, era quizá un acontecimiento entre muchos otros de los que a diario salpican la vida de una sociedad acostumbrada a lo inaudito; a sobrevivir catástrofes que una y otra vez la reducían hasta sus cimientos y cenizas y a sus hombres a unas pálidas sombras en las que no había lugar para la conciencia o la memoria. La memoria, que no pudo abrirse paso hasta nosotros, nos impidió ver la gravedad de nuestros males, y no es que no tuviésemos hombres sabios que entre sus palabras tuviera alguna que nos despertara, y tampoco que no los hubiese probos para que intercedieran por nosotros ante dios nuestro señor, ni que no existieran razones por las cuales no buscar un destino más halagüeño, sino que el mal ya estaba plantado, sus semillas habían germinado y echado raíces en lo más hondo de nuestra carne y en lo más recóndito de nuestra conciencia, y si hubiésemos combatido para librarnos de él, hubiese sido una lucha estéril en la que bien poco hubiéramos logrado, y más aún; si ese mal se hubiera vuelto hacia nosotros habríamos descubierto que su rostro era uno más de nuestros rostros, deambulando desde siempre por las calles por las que ahora transito.Desde los lejanos tiempos en que vagábamos insomnes, ya vivíamos cubiertos apenas por los mínimos ropajes y llenos de dibujos multicolores que adornaban la piel para terror de propios y extraños, y nuestros abuelos quienes llegaron a practicar con lujo de destreza el difícil arte del engaño nos legaron en tales menesteres, un sitial de honor que hasta la fecha conservamos.Para recordar tristes historias, baste nombrar algunas de ellas, como cuando en un lapsus de infinita soberbia quisimos entronar a nuestro propio rey y solo logramos que nuestra población fuera diezmada por los ejércitos del único rey permisible, y ni que decir, cuando por nuestro carácter desafiante, apoyamos causas perdidas desde siempre, simplemente para darnos el gusto de ser arrollados por la rueda de la historia, y qué de aquella otra ocasión cuando llevamos hasta el sitio de honor a uno de nuestros máximos exponentes y digno representante de la cofradía para tratar, hasta donde fuera posible, de hundir a la nación en la podredumbre que nosotros bien conocemos. Todo esto lo digo para que sepan ustedes que el mal ya estaba ahí desde mucho antes y que ahora nada más encontraba más anchos caminos para mostrarse en su total virulencia y que de nada servía cuanto hicieran por extirparlo; porque nadie se corta una mano, ni termina con la vida de un hijo. Fue por eso que nos dimos a la tarea de inventar leyes que al menos hicieran más llevadera el tránsito a la verdadera vida entre un pan de todos los días pleno de traiciones, asonadas, violaciones, puñaladas traperas, robos y mentiras. Al principio pareció dar resultados, porque la maldad encontró un camino allanado por tales brotes de civilidad y nacieron nuevos propósitos que tenían como encomienda, proveer lo necesario para que este mundo fuera el principio de un nuevo mundo al revés, que cambiara por entero los preceptos sobre los que hasta entonces creía sustentarse y que, bajo normas que legalizaran todo tipo de excesos, prosperara hasta ver a nuestra población debatirse entre una cauda de pasiones pervertidas que la llevaran inexorablemente a la muerte. Así fue como se cerró la historia para una comunidad que tuvo la sabiduría para descubrir que su reino no era de este mundo, y que con la más tenaz de las voluntades se dio a la tarea de sumar esfuerzos y sentar las bases que pronta y eficazmente la llevaran al único lugar en el universo al que verdaderamente pertenecía: el infierno

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