Sunday, September 13, 2009

Repartos Agrarios




En la casa fuimos, Humberto, Adolfo, un servidor, Jesús Gustavo, Saúl , Guillermina y Carmela, de los que yo conocí, porque se murieron como tres aún siendo chiquillos; la mayoría de nosotros nacimos en la hacienda de Santa Teresa, en el municipio de Monte Escobedo. Propiedad de la familia que tenía una extensión de más de 20 mil hectáreas, fue por razones de que el ejido nos expropió allí, en el año de 1940, que nos tuvimos que venir a vivir a Colotlán, pues lo que quedó después del reparto se dividió entre los herederos, que eran bastantes y a mi papa le toco su parte en Pacheco, y por eso nos venimos para acá.

El rancho de Pacheco también fue afectado por los agraristas del Sauz Tostado y de Colotlán en el año de 1957, la propiedad tenía originalmente 1642 hectáreas. De las cuales al ejido deberían de haberle entregado 924 hectáreas, pero el ingeniero que vino a medir y a hacer la entrega les dio, novecientas noventa y tantas. Eso es lo que yo peleo: ¿porque les entregó de más? y además en un papel que hizo el ingeniero dice que el potrero de la presa no está afectado y entonces ¿porque está el ejido allí? He ido a Guadalajara y nomás no pueden darle solución. Con el mentado reparto a nosotros no nos dejaron ni donde sembrar, para poder subsistir abrimos en ese potrero de la presa dos yuntas que fue lo único que pudimos abrir, y que se le antoja al ejido y se las entregan otra vez y nos dejan sin nada.

En una ocasión se formaron comités para la solución de los rezagos agrarios en todo el estado, aquí el comité estuvo formado por el presidente municipal, Jesús Alejo, el de la SARH, el ministerio publico, el representante de la CNC, el presidente de la Asociación Ganadera, el de la pequeña propiedad y Cuco Raygoza y Pedro Macías, todos ellos conformaban el comité para que se solucionaran los rezagos y que todo lo que aprobara el comité se debería respetar. Presente mi caso de inconformidad, ante ese comité, por las irregularidades que se habían cometido en el caso del rancho de Pacheco, y me dieron la razón, tengo el acta en que todos firmaron de conformidad junto con los documentos que yo enseñe y que estaba aclarado que habían tomado de más. Pero todavía es fecha que no le he podido sacar ningún beneficio porque en Guadalajara no hacen caso. Son como cincuenta hectáreas que están junto a la presa.

Nací en el año de 1933, y aún me toco conocer a varios de mis tíos, los hermanos de mi papá: conocí a mi tío don Pancho, el papa de Javier, a mi tío Eliseo, el que vivía en frente de con Mario de Santiago, donde esta la casa del doctor Candelario, esa casa era de él; también a mi tío Tereso, el papá de la chaparra Aldana, que vivía en donde vive ella; así como a mi tío Salvador, que vivía al otro lado de Cuco Raygoza, en donde hoy es propiedad de don Salvador Mayorga.

La hacienda de Santa Teresa la administraba mi papá, Jesús Maria Aldana, y mi tío Eliseo administraba Pacheco. En Santa Teresa, normalmente había unas seis mil cabezas de ganado vacuno, entre vacas, vaquillas y novillos; unas ochocientas yeguas, a las que antes se acostumbraba tuzar, no sé con que fin. Se herraban más de 1000 becerros al año, y duraban varios días los herraderos, mucha gente mayor y muchachos ayudaban herrando y echando lazos. También había criadero de toros bravos, de lidia, esos no estaban separados, estaban en revuelta. Yo recuerdo, cuando tenía cinco o seis años, que fui con mi papá a una corrida de toros aquí en Colotlàn, y todos los toros eran de Santa Teresa, mi papá llegó a vender corridas enteras para que las trajeran aquí a Colotlán, sobre todo cuando venían toreros de alto nivel, y claro que no les traían cualquier cosa de toros. Puros toros bermejos. Yo me acuerdo que anteriormente metían los toros bravos a unos corrales que están cerquita de la casa, allí les hacían la prueba con unos capotes rojos amarrados a una soga, unos les jalaban de un lado a la soga y otros del otro, para llamar la atención del toro, y ver si embestía. Utilizaban este recurso para darles de capotazos, porque no se atrevían a meterse con el capote, cual torero, así los calaban los iban apartando para ver cuales mandaban para acá. Mi tío Pancho, el papá de Javier le llego a hacer un rodeo al general Lacarra, eso yo no lo vi, pero Fernando la nanota me platicó, decía que había cien toros de un mismo color y herrados con un puro fierro.

La gente de antes producía más que ahora, porque a la fecha los ejidatarios de la hacienda, ya después de que les entregaron, nunca sembraban mucho. Les hicieron una presa y canales, el presidente López Portillo, y ni así siembran. En tiempos de mi papá, pos cual presa, cuando mucho una boquillita, y en ese tiempo él mandaba represar el río de boquillita, subía el nivel del agua y con la ayuda de la gente hizo canales y regaban las tierras. De esta manera sembraban mucho trigo, cebolla y papas. Todo lo indispensable para el gasto de la casa y la gente de la hacienda. Allí todos los peones y medieros de la hacienda iban a las papas, a la cebolla y no les costaban nada; era nomás para el gasto no para vender. El trigo, se traía a Colotlán, al molino de don Pedro Maldonado, que estaba entre la Juárez y Ramón corona, o la casa de Arturo el de san Nicolás. Don Pedro Maldonado, ese hombre nos hacia la harina, molía, harina de primera y de segunda. Manteca no faltaba porque había un cebadero, en el que todo el tiempo había como unos doscientos puercos engordando, y criadero, mucho criadero; carne siempre había. La gente acudía a Monte Escobedo a comprar lo más indispensable como: azúcar, café, jabón, a eso si tenían que ir al monte. Lenteja y garbanzo, también se producía en Santa Teresa.

Mi abuelo descendía de españoles, así me han dicho y que en una ocasión cuando echaron a los españoles fuera de México, a mi abuelo, que ya había nacido aquí, fue el único que se quedo en Santa Teresa y así comenzó la familia. Mi abuelo estuvo viviendo mucho tiempo en un potrero cerquita del Monte que se llama “Las Presitas”, y que aun esta en manos de los hijos de Jesús Aldana, un tío mío. Son como unas 400 hectáreas. Algunos Argüelles también son parientes de nosotros, más lejanos, pero también conservan parte del rancho, a ellos les pertenece el casco de la hacienda de Santa Teresa. Aun cuando entre las dos familias no han faltado los problemas, yo todavía tengo amistad con ellos. Nada menos mi tío Don Ramiro mato a un sobrino, Alejandro Arguelles, allí frente a la tienda de los Macias. Alejandro era hijo de una de mis tías, y sabrá dios que le dijo a mi tío Ramiro, que este fue a su casa, sacó la pistola y le disparo, en el zafarrancho se metió el cura Uriel y creo que le dio un golpe y a los papas de ellos también. Cuando eso pasó yo todavía no vivía acá. Nos venimos a vivir tiempo después a Colotlán y la casa que compró mi papá costó en aquel tiempo $1200.00 pesos.


Allá en Monte tengo todavía familiares, y no dejo de echarles sus vueltas, por parte de mi mama, unas primas y por parte de mi papa los Argüelles y los hijos de Jesús Aldana, Antonio y Miguel Aldana y una hermana de ellos que son los que aún viven en el Monte. Los demás están en Guadalajara y en Chicago. En su momento mi familia tenia algunas casas, el super, de la hija de Gonzáles, ese local era de la familia de nosotros, otro por la Juárez, en la tienda de Daniel. El rancho de Pacheco le toco a mi tío Eliseo, a mi tío salvador y una parte a los Argüelles, lo que da para el agua zarquita. Mi abuelo Jesús Aldana murió mucho antes que empezaran los repartos agrarios, pero por inconformidades entre los herederos, no fue posible dividir las propiedades y escriturar a cada quien su parte. Uno sólo de mis tíos quería el rancho de Pacheco nomás para él y junto con dos de los potreros mas grandes de la hacienda, eran siete u ocho herederos, como iba a agarrar tanto para el solo. Total nunca llegaron a un acuerdo

Cuando finalmente se repartió la disminuida herencia de mi abuelo Jesús Aldana, el casco de la hacienda le toco a mi tía Teresita, mamá de la Chapa y a Enrique, la Banderilla, y mi tía Teresita se lo vendió a Alejandro Arguelles, desde entonces. En la actualidad lo que quedó de Santa Teresa después de la afectación, le pertenece a la viuda de Alejandro Argüelles, Ellos lo conservaron y mi tío Alejandro sembraba lo poquito que tenia que sembrar, y de allí se estuvo manteniendo y después que él murió, su señora es la que se encarga de eso. Ella tiene una tiendita allá en el Monte, la casa de la hacienda la modifico un poco, pero esta casi igual.

En 1953 me fui de Colotlán, cuando tenía 21 años, ya para entonces ya estaba afectado el rancho de Pacheco, pero aún no nos lo habían podido quitar, porque el ganado nos defendía mucho, decía el ingeniero que si nos quitaban las tierras todo ese ganado donde se iba a mantener. Y al transcurso del tiempo se fue aminorando el ganado, con tantos gastos de abogados, papeles y mordidas del pleito por las tierras, y ya por ahí por el año de 1957, fue que finalmente nos quitaron las tierras. Algunos pocos de los que pidieron tierras eran trabajadores del rancho, como los Serranos que trabajaban de medieros con nosotros, pero los demás eran esos de apellido Márquez, de por ahí del Sauz Tostado.

De 21 años me fui a buscarle a la vida; de aquí me fui de pura vergüenza, con mi papá, nomás agarrele y agarrele sin trabajar ni nada, y dije:

-chingue a su madre yo voy a ver que hago a ver que encuentro.

Porque me decían mis tíos, porque si hasta eso mi papá, el nunca dijo nada:

-Era bueno que te chingaras para que gastaras dinero, a ver si así le dabas en la madre como le das aquí.

No cuando fui para Estados Unidos, allá ganaba mis centavos y de todos modos era la misma, igual les daba en la madre. Me gustaba la baraja, me gustaban las mujeres y me gustaba el vino, todo lo que ganaba se iba en eso.

-Si no disfrutas el dinero en lo que te gusta entonces para que lo quieres, para eso es el dinero, para se hizo redondo, para que ruede.

Llegué primero a Mexicali, y de ahí pase a los Estados Unidos a un pueblo que se llama Santa Paula, como a unas 60 millas al norte de los Ángeles; allá me dedique piscar limón y naranja, eran unas huertas tan grandes que no se le veía el fin al surco y nunca se acababa el trabajo en ellas; anduve de un pueblo a otro ajustando un año y medio, que era el máximo que se pedía extender el contrato de bracero y después agarre otro igual. Había otros contratos por 45 días, esos no valían la pena ni la vuelta. Yo gracias a Dios, obtuve puros contratos de cuando menos de un año y dure como 4 años pizcando limón. Varias veces fui a los Estados Unidos y regrese solo por temporadas pequeñas. La primera vez estuve allá seis años y regrese por dos meses en 1960; me volví a ir por otros tres años, y regrese por solo unos diítas y me volví a ir y me estuve otros cuatro años. Más de 20 años pasé en los Estados Unidos.

Cuando andábamos en la contratación, y estábamos sin dinero, nos íbamos al mar y nos llevábamos: sal, limón y salsa y nos poníamos a sacar ostiones y ese era nuestro almuerzo y comida. Dormíamos a la orilla del mar, y con unas arpillas de papas construimos refugio, poníamos cuatro palos, de los cuales atábamos las arpillas, para formar el techo , y allí nos guarecíamos por las noches. Amanecíamos como changos de pura arena, a veces que salía a tirar el agua y ya de regreso me preguntaba Rubén:

-Esta haciendo frío afuera.

Y le contestaba yo: - ¡pos afuera estamos, no me chingues! Esa y muchas otras cosas me toco vivir por allá.




Entrevista al señor Odilòn Aldana. Julio de 2006.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Cuan rica es nuestra gente y cuan importante es nuestra historia, este relato me hace pensar en nuestro campos tan frios y grises el espejo mismo de los caminos que los comunican.

17 September, 2009 22:03  

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