Adios Doc!!!!
Decía no sin un dejo de reproche, un importante personaje jalisciense, cuyas raíces se encuentran bien ancladas en nuestro terruño:
“Los colotlenses no conocen de gratitud para sus grandes hombres.”
Es hasta cierto punto verdad, no somos capaces de reconocer las virtudes de nuestros ciudadanos. Desde luego que un personaje no será igualmente bien aceptado por todos los estratos sociales de nuestra comunidad, como dice el dicho:
“No soy monedita de oro, para caerles bien a todos”
Pero por lo menos deberíamos de ser capaces de encontrar mérito en alguno de ellos y sino yo por lo menos tengo muy gratos recuerdos de quien fuera nuestro médico familiar y que recientemente falleciera en nuestra ciudad, dejando un invaluable legado de trabajo, entrega, profesionalismo, sensibilidad y amistad, el doctor Enrique Leyva Urbina, a quién sin menoscabo de su figura, le llamábamos con simpatía simplemente: “El Doc”
Sin mayores preámbulos los dejo con un testimonio de viva voz del doctor.
Mi nombre es Enrique Leyva Urbina, nací en la calle de las Aztecas junto a Tepito, en el Distrito Federal en el año de 1925; estudié y me recibí como médico, en la escuela superior de medicina, del Instituto Politécnico Nacional.
Mis padres eran de Sonora, él de la Colorada, y ella de Huatabampo. Al estallido de la revolución mexicana, ellos ya estaban casados y cuando Obregón, quién era el presidente municipal, se levantó en armas, mi padre y su hermano Candelario se alistaron con él. Mi papá contaba que dos veces durante la revolución, había visto la pelona muy de cerca, una vez antes de convertirse en soldado, viajaba en un tren que detuvieron los yaquis y mataron a mucha gente, a él lo cogieron y se lo llevaron para ahorcarlo, pero con él venía un indígena que lo había criado y habló, habló, y habló, y lo soltaron. Cuando finalmente los dejaron ir, el tren venia escurriendo de sangre, La segunda fue en la batalla de Celaya, allí, donde le volaron el brazo a Obregón cuando peleo contra villa. Allí le empezaron los males del corazón, a mi papá, que lo llevaron a la tumba. Fue en esa batalla que casi juro no volver a meterse en la revolución. Sucedió que estando en medio de la batalla una de las baterías de los constitucionalistas, estaba haciendo más daño entre los suyos que entre los villistas y lo mandaron a dar órdenes de que tiraran mas lejos, porque estaban matando a su misma gente, pero para esto tenía que cruzar entre los dos fuegos. Junto con él fueron también un capitán y un sargento. Se lanzaron a galope tendido y al primero que alcanzaron las balas fue al sargento y un poco después quedo también tendido el capitán, y milagrosamente mi padre alcanzó a llegar a su objetivo, sin un solo rasguño y allí mismo juro no volverse a meterse en otra de esas.
Cuando Obregón llego a presidente, mi papa se convirtió en el proveedor del tren presidencial, después fue conserje del palacio nacional y con el tiempo llegó a ser el primer comisario de la delegación de policía del Carmen, donde hoy es Tepito, por eso mi papa alquilo una casa en el Barrio Bravo y allí nací yo. En esa época cuales hospitales, uno nacía y lo velaban en su casa. Fui hijo único y nuestra familia ampliada también fue muy rala, pues casi toda la familia murió con la revolución De mí madre mataron a dos hermanos; y por parte de mi padre a Candelario, el hermano que acompaño a mi papa al movimiento, y mi padre se reía cuando escuchaba hablar a los políticos que vinieron después:
--Nosotros los revolucionarios,
Decía mi papá esos no tiraron ni un tiro y ahora se llaman revolucionarios, nosotros fuimos los que hicimos la revolución, esos la vieron de lejos. Mi padre murió muy joven, escasos 54 años, yo pienso que tantos sustos y corajes le acortaron la vida, yo apenas empezaba a estudiar medicina, estaba en el primer año y dejé la facultad. Durante cuatro o cinco años intente salir adelante como comerciante, al frente de una tiendita que me dejó mi papá. Pero al tiempo vi que allí no había porvenir y regrese a la escuela. Justo al lado de mi tiendita don Carlos Mayorga, compró una farmacia y allí conocí a sus hijas, especialmente aquella que andando el tiempo se convirtió en mi esposa. “Tanto va el cántaro al agua que termina por quebrarse”, durante tres o cuatro años sostuvimos una bonita relación de amistad y al ultimo nos dimos cuenta que nos queríamos y me casé con ella. Fue después de eso que me vine a vivir esta región. Salí de México, con una mano adelante y otra atrás, bien fregado, para que si no es más que la verdad. Don Carlos, mi suegro me dijo vengase a trabajar para acá y me fui a Momax, Zacatecas, por allí por el año de 1957.
Cuando empezamos, uno ganaba 5 pesos de una consulta a domicilio y había que viajar mucho a lomo de caballo; trabajábamos en un petate, haciendo las cirugías y a veces que ni eso le pagaban a uno. Era muy duro entonces, no había transportes, no había camionetas, todo era o a pie o a caballo. Muchas veces salía a una consulta al oscurecer y regresaba hasta el otro día; no estaba acostumbrado al campo y me tiraban los caballos, y pues como ellos decían
--Pos sabe que no tenemos ni un centavo, fue de improviso, tenían nueve meses para el improviso de un parto y no tenían dinero. Así trabajó uno entonces. Y con todo y todo después de 48 años todavía estamos aquí.
Fui presidente municipal interino de Momax, me hicieron entrar la planilla más de fuerzas que de ganas, yo no sabia de eso ni me gustaba pero don Carlos me dijo:
--Usted nomás vaya a las juntas que hay cada cierto tiempo y deposita su voto.
Pero en eso el que estaba de presidente salió mal económicamente y se fue volado y dejó la presidencia sin nada. Ya para entonces yo era muy amigo de los de Tlaltenango, Chito de León y toda esa gente me estimaban mucho, había hecho amistad con ellos, y aún cuando el honor de suceder al presidente en fuga, le correspondía a otra persona. Pues ellos fueron y hablaron con Rodríguez Elías, el gobernador de Zacatecas y casi me mando una orden de que tenia que aceptar la presidencia. Esa presidencia me costó tiempo, dinero y decepción. Yo hice una carretera que iba a Totatiche. Nadie me ayudó. Rodríguez Elías que me iba a mandar esto, que me iba a mandar aquello. Mentira nunca mandó nada. Para recaudar dinero, me las ingenie y monté un cine, con unos aparatitos que tenía de 16 milímetros y me iba a los ranchos a presentar funciones. Los que me ayudaron mucho fueron los de la línea Tepechitlán, unos camiones que había al principio, me daban dinero para comprar dinamita, aquí la compraba con don Carlos de León. Había un puente que se me hace imposible que se lo hubiera llevado el agua, era un puente buenísimo, allí entraba yo por el río y luego me iba rodeando el cerro, hasta comunicar cantidad de ranchos que estaban allá arriba y por los que antes venia uno a caballo, peligrosísimo que se resbalaban los caballos en el despeñadero, yo mejor me bajaba a pie que venirme en caballo porque se iba uno al voladero. Pero yo con esfuerzos logre comunicar un buen trecho ese tramo, y todavía existe esa carretera nada más que la descuidaron y ahora se llevo el río el puente y no sé como estará aquello. Me quedé con mi proyecto en el cerro de águilas, es un cerro que esta cerquita como a un kilómetro de Totatiche, es ya nada más subirlo y bajarlo y ya esta uno en Totatiche. Yo quise meter esa carretera antes que Jalisco la metiera. Pero nadie me ayudo y mucho menos me agradecieron. Yo tenía pena con don Carlos y tenía con él compromiso de presentar trabajo, nunca recibí un centavo de sueldo ni dinero por mis esfuerzos.
Siendo presidente municipal de Momax, recibí a López Mateos, en su gira presidencial, López Mateos me felicitó por mis esfuerzos, cosa que no hizo en Tepechitlán ni en Tlaltenango, allí nomás les dio las gracias, a mi me abrazó, me felicitó y casi me obligo a subir al camión en el que venia hasta Jerez. Platiqué con el y me prometió que me iba a hacer el mejor hospital de la región pero pudo más el celo de los de Tlaltenango:
-¿Cómo un pueblo tan rabón como era Momax iba a tener mejor hospital que Tlaltenango?
Había dos millones de pesos para hacer ese hospital, que fue lo que la gente supo y apenas se enteraron los de Tlaltenango que me iban a dar dos millones de pesos hablaron con Rodríguez Elías y dijeron que no, que en todo caso el hospital seria para Tlaltenango, y a mi de pura consolación me hicieron un centro de salud, allí donde estaba el rastro y tuvimos nosotros que meterle toda la arena, ladrillo y piedra para los cimientos. Ellos llegaban y hacían un edificio preconstruido de hierro y lo rellenaban. Después de eso la gente me acusaba que yo me había robado los dos millones de pesos, que me había clavado todo el dineral de Momax. Había $38, 000 anuales para pagar juez, secretario, policía y luz. Del PRI llegaban órdenes de recibir a los candidatos a diputados, gobernadores y presidentes de la republica:
-Haga favor de organizar todo para que reciban al candidato fulano.
Ordenes concisas, directas, perentorias pero y ¿con que dinero? ¿Quién me mandaba un centavo? No había más que vender los mostrencos sin reclamar, y pedir cooperaciones de la gente. Todo esto me costaba dinero a mí también. Salí arrepentido de haberme metido en política. Cuando me vine sacaron en el periódico, que como buen medico nomás había tomado el pulso de la presidencia de Momax.
En Momax estuve de 1957 a 1962 o 1963, fue el tiempo que me tomo darme cuenta que allí no había porvenir, nunca hice un centavo y lo único que logre fue un carrito del que debía todavìa 4 o 5 letras. El carro fue lo único que me traje y unos mil pesos. Así empecé a trabajar en Colotlán. Aquí era mas bien virgen porque no estaba mas que don Pancho Núñez y este señor Montañés, el cuál no ejercía, en tanto que Pancho Núñez no era medico, era practico medico el de salubridad prácticamente nunca asistía. Fue aquí donde tuve la oportunidad de trabajar en forma, y donde hice un poquito de patrimonio, mi casa, mi consultorio, la farmacia y mande a los muchachos a la escuela; forme siete profesionistas.
Llegue cuando estaba Cuco Raygoza de presidente por segunda vez y me tocaron varios sustos, muertes asesinatos. Había dos líneas políticas, los Ortega por un lado y los Huízar y Navarro, por el otro. Fue en ese entonces cuando mataron a uno de los hermanos de Simón Navarro, de nombre Avelino, al cual lo emboscaron y le dispararon al otro lado del río. Hasta allá me llevaron a curarlo; estaba balaceado del vientre; había llovido bastante y el río estaba tan crecido que no había otra forma que usar el puente colgante y el agua le pasaba por encima, lo cruce como Dios me dio a entender y llegue hasta el otro lado y lo atendí; tenía cuatro o cinco balazos en el vientre los cuales limpie y Cuco me pidió que lo acompañara en el trayecto a Zacatecas, a donde lo iban a trasladar. En ese entonces no había ni camilla en el hospital civil, así que preste mi camilla para moverlo y después me lo llevé con oxigeno a Zacatecas, porque tenía dificultades para respirar. En un principio pensé que Avelino tenía un balazo en el tórax, que le impedía respirar y lo examine sin encontrar nada. Una vez en Zacatecas, yo entre al quirófano como primer ayudante del doctor que lo operó, los balazos que recibió nomás fueron en el vientre provocando perforaciones en el intestino, los cuales suturamos, descartando toda otra lesión peligrosa. Avelino salió bien de la operación pero después murió, pienso que le sobrevino algún trastorno de tipo cardiaco, algún infarto o algo así. Se Acusaba después al doctor y al personal del hospital de que lo habían matado. Yo no creo que haya sido así, no tenían necesidad de matar a nadie, estoy seguro que su muerte se debió a problemas preexistentes del corazón, que desde luego se vieron agravadas por el estrés a que se vio sometido, pero en forma alguna a que los hubieran matado en el hospital. Baste decir que como suele suceder en estos casos, a mi me toco pagar sueros, desayuno, hotel y pasaje de regreso, después ni las gracias me dieron. Nunca me pagaron un centavo.
También me toco auxiliar a otro baleado, un muchacho que estaban haciendo los canales para meter la tubería del drenaje. Al parecer, el muchacho al estar trabajando sobre la calle Obregón, a media cuadra de la Plaza, aventó una palada de tierra y le cayó en la ropa a este señor, Fernando Ruiz, primo hermano de Ramón Ruiz, y que molesto el caballero le reclamó groseramente, y el muchacho no dejado le contesto de igual manera. Encolerizando aun más al señor quién entro a su casa por la pistola y dándole de balazos lo mató. Me hablaron, pero cuando llegue no había nada que hacer.
Posteriormente mataron a don Fernando Ortega, hermano de Armando y Rodrigo Ortega. Al parecer Fernando y un tal Pinto se mentaron la madre, por cuestiones de política u otras cosas. Tenía este señor una cantina en el mercado fue allí donde salieron en desacuerdo, se mentaron la madre y se liaron a tiros; uno de los disparos de don Fernando alcanzó a herir a Pinto en el cuello y por su parte don Fernando recibió varios balazos que le quitaron la vida. Impactos que dicho sea de paso, no eran todos de una sola arma. Yo era muy amigo del que estaba encargado del hospital, y cuando realizó la autopsia de don Fernando me dijo que le ayudara y encontramos en el cuerpo dos tipos distintos de balas, por lo que concluimos que no fue sólo el arma de Pinto la que le disparo, sino otra arma y otro asesino. Después hubo muchos líos por esta muerte, asesinaron a uno que estaba preso como culpable de ese asesinato y que no tenía nada que ver, se confundieron y mataron a otro.
En ese tiempo tuvo algunas desavenencias el doctor Montañés conmigo, el señor me tenía celos, le gustaba un poco el trago y en una de esas me agarró de su puerquito. El decía que yo era un ladrón, un sinvergüenza. Por ese tiempo me comenzaron a llegarme anónimos en el que me amenazaban de muerte, si no me iba del pueblo. Como doctor, estaba metido entre los dos grupos en conflicto sospechaba que me amenazaban tanto unos como otros, y ya estaba ya a punto de plano de irme de aquí. Cada vez que me tocaban la puerta sentía que venían a matarme y estaba así asustado cuando llego por mí Fabio Ruiz, que fuera rápidamente a ver al hermano de Armando y yo creí que era por un ataque diabético, ya lo había yo tratado de eso. Pero antes de que llegara Fabio, se había apersonado Pinto con un balazo en el cuello, y estaba precisamente a punto de sacarle la bala del cuello y otra que nunca supe como estaba, pero ocupaba anestesia del hospital para realizar la cirugía y estaba a punto de ir con ella cuando llego Fabio, así que le dije:
-En ese momento tengo yo un pendiente, pero no le hace ahorita voy al hospital y paso rápido a revisarlo. Me pare enfrente de donde vivía don Fernando, encontré un montón de gente por dondequiera, a mi me había amenazado de matarme, y estaba temeroso, nomás pensaba entre esta multitud me van a disparar.
Estaba Jovita, la esposa de don Armando abrazándolo y este ya estaba en estado agónico, le metí una inyección de adrenalina directa al corazón para ver si reaccionaba, pero ya no respondió, se estiro y murió. Entonces ya me fui al hospital a conseguir la anestesia, pero estaba allí ya un ministerio público que era una mula, no me dejaban entrar. Que ya había llegado el médico nuevo al hospital, fue en ese tiempo cuando llegó Aceves, el mismo que dijo que él lo iba a atender, así que le deje al herido en sus manos. Entre muertes aquí y muertes allá, fue que yo también recibí mis amenazas. Pero puse un interventor a investigar la situación y encontré que era el doctor Montañés quién me enviaba los anónimos y amenazas de muerte, lo puse en su lugar y continué mi vida aquí en Colotlán, en donde tuve la suerte de que la gente me estimó, hice amistad con la gente de aquí y me quede a vivir mi vida y a criar a mi familia. Excepción de los difíciles primeros años, he vivido contento y tranquilo aquí.
Creo que mis más grandes desencantos lo han sido con la política. Un buen día me mandan un recado, me hablan del PRI de Guadalajara, que era yo candidato a diputado suplente les dije muy cortésmente que gracias, que yo no quería. Un senador casi me regaña: Que si me había escogido el pueblo para ser su representante, no tenía derecho a renunciar.
-Pero es que no me siento capaz no soy político de ninguna forma, yo puedo servirlo voluntariamente pero no es solo nomás la voluntad sino el conocimiento y el deseo de servir a un pueblo, que yo consideraba como mío, puesto yo de aquí crié a mis hijos, los hice profesionistas.
Pero a fuercitas me agarraron, fui y renuncié y no me quisieron aceptar la renuncia así que entre con Alma Salas como candidato a diputado suplente. El honor me costó mucho dinero porque aquí hicieron en mi casa el comité de campaña. Te imaginas darle de comer a tanta gente que venía, y llamadas telefónicas todo el día. Pagaba de tres a cuatro mil pesos de puro teléfono en ese tiempo. Esa fue la ganancia que me dejo el gusto de ser diputado suplente. Bueno y todos aquellos recuerdos maternales, porque uno no pudo servirles. Uno no era más que el príncipe consorte de la diputada. Lo que ella quería sí se hacia y lo que yo quería no era nada. Esa fue la política que yo hice. Después querían que fuera presidente municipal. Solicitaron mucho, les dije que no que yo no aceptaba…Yo mi profesión. Pero a quien le dan dos que quiera volver por otra.
Desde 1955 entré al PRI, a grupos estudiantiles que se formaron y entre sin saber ni conocer ni sentir nada, me metieron al PRI y hasta la fecha sigo allí, pero sin embargo el PRI cometió muchos desarreglos y sinvergüenzadas, como todos los políticos y con los cuáles no estuve de acuerdo, pero que ganaba yo, de acuerdo o no de acuerdo yo estaba también en el PRI; pero también vi muchas cosas muy buenas que todavía siguen allí, como las escuelas, las presas, los hospitales, los repartos agrarios, PEMEX, carreteras etc. Las peores sinvergüenzadas llegaron con Miguel Alemán, porque allí era un imperialismo de la presidencia hacían lo que querían, el que no se acoplaba, lo mataban o lo hacían desaparecer. Ahí empezó desde Miguel Alemán el robo a la nación, la dejo sin centavos pero hizo obras muy buenas, la universidad de México, muchas obras carreteras presas grandes, invirtió mucho dinero en obras al país pero eso no quiere decir que no se llevó todo el dinero dejó las arcas del país vacías. Pero de ahí entraron lo peores Echeverría y toda esa gente, puro comunistoides poniéndose en contra de los Estados Unidos. Que no nos conviene, porque es un país poderoso que nos tiene con el pie en el cuello, de toda la vida. Si nos ponemos en contra de ellos lo que hacemos es perder en lugar de ganar; si fingimos que somos amigos nos protegemos. Todos los políticos, no quiero saber cual no, solo llevan agua a su molino, no para la nación.
2 Comments:
Mis condolencias a la Familia Leyva.
Un saludo afectuoso al escritor.,
Un verdadero gusto leer sus articulos.
Un gran vacio deja el "doc"en la sociedad colotlense. Se va uno de los grandes colotlenses por decision.
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